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Datos principales


Rango

Alfonso XIII

Desarrollo


La oposición a Primo de Rivera estuvo compuesta por los viejos partidos del turno, los republicanos, determinados sectores del Ejército, la casi totalidad de los intelectuales, comunistas y anarquistas. Hay que tener en cuenta que la Dictadura no prohibió ningún partido político ni actuó con crueldad respecto a los opositores e incluso la censura se comportó con dureza sólo en contadas ocasiones. Como la Dictadura desplazó del poder a los partidos del turno, resultaba lógico que éstos mostraran su oposición al nuevo régimen. En un primer momento el golpe de Estado fue considerado como inevitable y los propios políticos que estaban en el poder se mostraron en actitud de expectativa, dispuestos a aceptar cualquier tipo de crítica al sistema siempre que a ellos no les afectara de una manera directa. Pero con el paso del tiempo la llamada "vieja política" fue aumentando su irritación. Durante los primeros meses, los políticos de la oposición liberal y conservadora trataron de influir en el ánimo del rey Alfonso XIII para marginar al dictador. Poco a poco fue viéndose cada vez más claramente que los políticos del turno no iban a conseguir desplazar a Primo de Rivera a base de influir en el monarca por lo que se empezaron a plantear la posibilidad de recurrir al Ejército. El más caracterizado representante de la oposición de la "vieja política" fue José Sánchez Guerra, quien convenció a Alfonso XIII para que aplazara durante un año la convocatoria de la Asamblea Nacional y cuando ésta se produjo, en 1927, se exilió.

A la altura del año 1927 las posibilidades de instaurar la República parecían remotas. Los republicanos no fueron capaces de adaptarse a la oposición contra un régimen dictatorial y se limitaron a vegetar, aunque en febrero de 1926, en el aniversario de la Primera República, fraguaron una coalición llamada Alianza Republicana. La acción del escritor Vicente Blasco Ibáñez tuvo mayor repercusión en el exterior, donde era bien conocido. Manuel Azaña representaba un republicanismo nuevo que si no sustituyó al antiguo sí evolucionó en un sentido que habría de tener relevante influencia en la vida política de la Segunda República. La oposición militar al régimen dictatorial obedeció a motivos dispares en los que, sin duda, hubo un factor personal importante o un motivo político. Así, la oposición de los generales López Ochoa y Queipo de Llano tuvo su origen en una serie de razones que iban desde el enfrentamiento personal con Primo de Rivera hasta el común liberalismo de los dos militares citados. Más grave para el Dictador fue que, en 1926, dos prestigiosos generales responsables de importantes organismos militares, Aguilera y Weyler, conspiraran con la "vieja política". Esta colaboración entre políticos y militares se manifestó, en junio de 1926, en los sucesos de la llamada Noche de San Juan (la sanjuanada), que fue producida por un conflicto artillero.

Primo de Rivera había sido partidario de promover un sistema de ascensos por méritos y no sólo basados en la antigüedad. Cuando quiso aplicar estos procedimientos de ascenso se le enfrentó el Cuerpo de Artillería, en el que los oficiales renunciaron a sus ascensos obtenidos por este sistema. El Rey trató de mediar en el conflicto, pero Primo de Rivera amenazó con dimitir ante lo que el monarca finalmente cedió. Este hecho fue interpretado por la Artillería como una connivencia entre los dos personajes. Desde entonces, un sector importante del ejército adoptó una postura prorrepublicana. Existía otro sector de la sociedad española que se iba a enfrentar al nuevo régimen: era el de los intelectuales, con un peso numérico escaso, pero que tenía una influencia en la sociedad. Uno y otros coincidían en su común regeneracionismo. Por eso, en un primer momento, un Azorín o un Ortega y Gasset mostraron benevolencia respecto al golpe de Estado y el segundo intentó, por lo menos hasta 1928, influir sobre Primo de Rivera para conseguir de él un cambio de rumbo político. El primer choque del Dictador con el mundo intelectual se produjo a comienzos del año 1924 y supuso la consagración de Miguel de Unamuno como el principal representante de la protesta en los medios culturales. Hubo también un sector reducido del mundo intelectual que evolucionó hacia el autoritarismo y que estaba representado por Eugenio D'Ors y Ramiro de Maeztu.

Ambos desempeñaron puestos diplomáticos en el exterior. Pero estos casos fueron excepcionales. La mayor parte de los intelectuales oscilaron entre la postura de Unamuno, de enfrentamiento radical, y la de Ortega y Gasset que, más que estar en ningún momento a favor de la Dictadura, lo que hizo fue manifestar su repudio al régimen desaparecido y su confianza en la posibilidad de que una dictadura regeneracionista se hiciera eco de algunas de sus propuestas. El mundo de la vanguardia intelectual no tuvo una significación política precisa hasta los años treinta, ya que la llamada Generación de 1927 se caracterizó por su voluntad de eludir cualquier tipo de compromiso social. En marzo de 1929 hubo graves incidentes estudiantiles que motivaron el cierre de la mayor parte de las Universidades españolas. La reacción de Primo de Rivera fue carente de tacto, porque en un primer momento galvanizó a los estudiantes por el procedimiento de proporcionarles un símbolo, con la detención del líder estudiantil Sbert. Los intelectuales apoyaron a los estudiantes en su lucha contra la Dictadura. Azorín escribió contra la ofensiva del Dictador en la Universidad y Ortega y Gasset dimitió de su cátedra.

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