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Restauración

Desarrollo


El último cuarto del siglo XIX fue un período de franca recuperación de la influencia social de la Iglesia en España. Es cierto que fracasó el intento de crear una organización que centralizara y dirigiera todas las iniciativas católicas existentes: el movimiento católico impulsado por los Congresos Católicos, que comenzaron a celebrarse en Madrid en 1889. Pero el hecho fue que a través de esas múltiples iniciativas, dispersas y variadas, los católicos estuvieron presentes e influyeron poderosamente en la sociedad. Los campos más importantes donde se manifestó esta actividad fueron la enseñanza, las publicaciones y la asistencia social. Con relación a la enseñanza, el fenómeno más importante fue el enorme desarrollo de los centros religiosos, favorecido por una ley del ministro conservador Alejandro Pidal, en 1885, que creó los colegios asimilados, con plena capacidad para examinar y conceder títulos. Las órdenes y congregaciones religiosas que, por aquellos mismos años, vieron engrosados considerablemente sus efectivos con miembros desplazados de Francia por la política anticlerical de los republicanos, aprovecharon la ocasión y se extendieron por todas las ciudades del país, en cuyos ensanches ocuparon magníficos emplazamientos. A las completas redes de centros de escolapios y jesuitas, se sumaron las de los agustinos y las de otras congregaciones -salesianos, maristas, marianistas, ursulinas, principalmente- procedentes de Francia.

Su dedicación preferente fue la enseñanza secundaria de las clases acomodadas, aunque en locales anexos -perfectamente separados- también pusieron en práctica iniciativas dirigidas a las clases trabajadoras, como clases nocturnas o para sirvientas. Una iniciativa surgida espontáneamente, fueron las Escuelas del Ave María, fundadas en Granada, en 1888, por el sacerdote Andrés Manjón, con el propósito de educar a niños y niñas pobres. La letra impresa fue otro de los medios más importantes de irradiación católica en la sociedad. Feliciano Montero ofrece una cumplida relación de los diferentes tipos de publicaciones: populares y universales, como Almanaques-Calendarios, literatura recreativa pero edificante, como la Biblioteca escogida de la juventud, publicaciones destinadas a adultos como la Velada de la familia cristiana o el Manual de las madres católicas, 38 diarios, como el integrista El Siglo Futuro, La Fe o El Correo Español, 64 semanarios, o 60 boletines eclesiásticos. Por otra parte, impulsaron la creación de editoriales -el Mensajero del Corazón de Jesús, el Apostolado de la Prensa, entre otras- y dispusieron de librerías perfectamente situadas en las principales ciudades, desde las que potenciar la difusión de sus publicaciones o silenciar las de sus enemigos, como el impío Baroja, o Pérez Galdós. La beneficencia continuó siendo -de acuerdo con una tradición secular- una de las principales actividades sociales de la Iglesia; según José Andrés Gallego, de los 606 establecimientos asistenciales públicos que había en España, en 1909, 422 eran atendidos por religiosos, mujeres en su mayoría; sólo en Barcelona, en 1900, eran más de 30.000 las personas que recibían algún tipo de atención médica o alimenticia en centros eclesiásticos. A partir de la publicación de la encíclica Rerum Novarum, en 1891, se pondrán en marcha diversas iniciativas sociales, como los Círculos Católicos de Obreros -uno de cuyos principales promotores fue el padre Vicent-, las asociaciones profesionales de carácter mixto, obrero y patronal, y la promoción de las cajas de ahorro rurales.

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