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Arte Español Medieval

Desarrollo


Para entender estas representaciones de Santiago, necesariamente nos hemos de referir primero a los acontecimientos históricos o legendarios que determinaron su creación y uso, ya que, si comprendemos dichos hechos, las imágenes tendrán para nosotros todo el significado del que fueron dotadas por sus creadores. Santiago el Mayor fue uno de los doce apóstoles que, según el Evangelio, acompañaron a Cristo en su vida pública, concretamente uno de los más próximos a Jesús, ya que, según dicha fuente, participó de momentos especiales reservados sólo a una parte de los apóstoles, como la Resurrección de la hija de Jairo o la Transfiguración. Santiago era hijo de Zebedeo y hermano de san Juan Evangelista y, después de la Ascensión de Cristo, participó de la dispersión de los apóstoles para predicar el Evangelio por el mundo conocido. Según el texto de los "Hechos de los Apóstoles", Santiago fue apresado y decapitado en Jerusalén hacia el año 44 por orden de Herodes Agripa, mientras que en la primera mitad del siglo IX sus restos fueron encontrados en Galicia, en un lugar perteneciente a la antigua diócesis de Iria Flavia. Dichos restos fueron localizados en un mausoleo de época tardorromana e identificados como los restos de Santiago Apóstol por el obispo de la citada diócesis, Teodomiro, por lo que ya en el siglo IX, Alfonso II el Casto (791-842), rey de Asturias, construyó sobre ellos una iglesia y se inició en dicho lugar el desarrollo del culto a Santiago, bajo el patrocinio del obispo y del monarca.

A continuación, el auge de dicho culto y diversas circunstancias históricas de carácter bélico determinaron que la primitiva iglesia fuese sucesivamente renovada, correspondiendo la última renovación al edificio románico que hemos conservado como catedral de Santiago de Compostela. La difusión de la noticia de que los restos mortales del apóstol Santiago se hallaban en el Occidente hispano motivó la internacionalización de su culto a partir del siglo X y la creciente llegada de peregrinos, procedentes no sólo de los reinos cristianos de la Península Ibérica, sino también de diversos reinos de Europa. Estos peregrinos llegaban a la tumba del Apóstol para visitar los restos santos y obtener de ellos beneficios espirituales y materiales. De este modo, una vez iniciado el fenómeno de la peregrinación, éste fue en aumento. Pero, para que el desarrollo del culto a Santiago y el auge de la peregrinación a Compostela fuese un éxito, la Iglesia hispana debía aclarar ciertos aspectos de la historia de Santiago que creaban contradicciones entre dos de los hechos fundamentales al respecto: la muerte de Santiago en Jerusalén, que lógicamente hacía pensar que fue enterrado en dicha ciudad, y el hecho, inapelable para la Iglesia hispana desde el siglo IX, de que los restos hallados en la diócesis de Iria Flavia, en el lugar que con el tiempo se convertiría en Santiago de Compostela, eran los auténticos restos del apóstol Santiago, lo cual convertía a Compostela en una de las pocas y afortunadas ciudades cristianas que tenía el privilegio de poseer restos de uno de los apóstoles de Cristo.

La solución a dicha contradicción se produjo gracias a la gestación de la literatura legendaria relativa al traslado milagroso de los restos de Santiago. Esta literatura estaba totalmente formada en el siglo XII y explica cómo llegaron los restos del apóstol muerto a Galicia. En esta narración se aprovechó la idea, surgida en algunos textos de fines del siglo VI y principios del VII, de que cuando los apóstoles se dispersaron para predicar el Evangelio, Santiago estuvo predicando en Hispania, donde creó un pequeño grupo de discípulos que le acompañaron en su vuelta a Jerusalén. Cuando el Apóstol fue decapitado por orden de Herodes Agripa, fueron los citados discípulos hispanos los que robaron su cuerpo muerto y lo trasladaron hasta el cercano puerto de Jaffa, donde lo embarcaron en una nave sin tripulación que, dirigida por Dios o, según otras versiones, por un ángel, llegó a las costas gallegas en 7 días y, allí, sus discípulos buscaron un lugar digno para enterrar el cuerpo de Santiago. Pero, como en ese momento Galicia estaba inmersa en el paganismo, los discípulos de Santiago tuvieron grandes dificultades para encontrar un lugar donde enterrar al Apóstol. Cuando pidieron un espacio para ello a Lupa, señora del lugar, ésta, engañosamente, les ofreció unos bueyes de su propiedad para trasladar el cadáver. Sin embargo, éstos no eran tales bueyes sino toros salvajes, que fueron milagrosamente amansados por la señal de la cruz realizada por los discípulos del Santo, y que llevaron el cadáver de Santiago hasta el palacio de la citada señora, sin que nadie les hubiera enseñado el camino.

Ante tales prodigios, Lupa se convirtió al cristianismo y se hizo devota de Santiago, donando su palacio para enterrar en él el cuerpo sin vida del Apóstol. Después de que el Santo fuese sepultado, una parte de sus discípulos se marchó a otros lugares de la Hispania romana para predicar el evangelio y dos de ellos se quedaron cuidando el sepulcro, siendo enterrados a su muerte al lado de su maestro. Después de la muerte de estos discípulos, la zona donde estaban los restos santos abandonó el cristianismo y nuevamente cayó en las creencias paganas, lo cual determinó el olvido del sepulcro de Santiago y sus discípulos durante siglos. De modo que, tuvo que ser a través de la visión milagrosa de un personaje del lugar como se llegó a conocer de nuevo la existencia del sepulcro olvidado, ante lo cual el obispo Teodomiro hizo investigaciones y encontró el cuerpo del Santo, permitiéndose con ello el reinicio del culto, tal y como se ha visto. Todas estas alusiones literarias nos explican las escenas de la vida, martirio y muerte de Santiago, así como su llegada a las costas gallegas después de muerto. En las representaciones de la vida de Santiago no debemos olvidar la escena que alude a la Transfiguración, en la que el Santo formaba parte de un episodio evangélico en el que Cristo mostraba a algunos de sus apóstoles un anticipo de lo que sería la gloria celestial. Hay restos de una escena de este tipo, realizada a principios del siglo XII, en la Puerta de Platerías de la catedral de Compostela, donde, de dicha escena todavía podemos ver la figura de Santiago entre cipreses.

También encontramos escenas con contenido evangélico en el relieve de alabastro regalado a la catedral de Santiago por un peregrino inglés en 1456. En cuanto a los temas de la pasión y muerte del Apóstol, así como de su traslado a Galicia, podemos encontrarlos ya en obras de fines del siglo XII y principios del XIII, entre las que cabe citar, como ejemplo, un capitel del claustro de la catedral de Tudela y un pequeño grupo de capiteles de la Seu Vella de Lleida. En las dos obras mencionadas se representa a Santiago delante de Herodes, en el momento en que se le está juzgando y condenando, así como en el instante en que Santiago es decapitado por un verdugo y el viaje de los restos de Santiago, a bordo de una nave, en su camino milagroso hacia Galicia. Pero, en ambos ejemplos la fórmula utilizada fue diferente, ya que en Tudela se representó el cuerpo sin vida del Apóstol sobre la barca y rodeado por sus discípulos, mientras que en Lleida no es visible el cuerpo del Santo, sino que sobre la barca hay una caja, concebida a modo de sarcófago o arca de reliquias, dentro de la cual van los restos de Santiago. Sin embargo, a pesar de estas diferencias en la representación, el significado y función de este episodio del traslado es el mismo en ambos casos y en otros muchos que podrían citarse, correspondientes a épocas posteriores. En numerosas obras pictóricas de cronología tardía, como la Tabla de Sant Jaume de Frontanyà (Museo de Solsona, principios del siglo XIV) o el Retablo de Santiago, de Joan Mates (catedral de Tarragona, principios del siglo XV), el episodio del traslado en barco es completado por el del traslado del Santo en tierra, sobre la carreta tirada por los toros salvajes que se dirigen al palacio de Lupa, lugar que se convertirá en su sepulcro.

En cualquiera de estos ejemplos y a pesar de las variantes, se hace evidente que el episodio del traslado en su conjunto fue fundamental dentro de las imágenes jacobeas o de Santiago, ya que era el que legitimaba a Compostela como sede apostólica. Es decir, en él y a través de la representación de un viaje milagroso se intentaba demostrar que los restos hallados en Compostela eran los auténticos restos del apóstol Santiago, lo cual no siempre fue admitido en determinados estamentos eclesiásticos. Antes de hacer referencia a las otras imágenes citadas, en concreto a la que se identifica como Santiago Matamoros, hemos de retomar la literatura legendaria sobre el Santo, según la cual, Santiago, que era considerado patrón y protector de los reinos cristianos de la Península Ibérica, apoyó a las huestes cristianas de Ramiro I en la legendaria batalla de Clavijo (844), para conseguir su victoria y derrotar a los árabes. Así, según un documento de mediados del siglo XII conocido como "Privilegio de los Votos" o "Diploma de Ramiro", el rey Ramiro se rebeló contra el tributo de las 100 doncellas que anualmente debían entregar los reinos cristianos de la Península a los árabes y reunió un ejército para luchar contra ellos, siendo rodeado por los moros en la colina de Clavijo. Esa misma noche se le apareció en sueños Santiago, quien se presentó como protector de Hispania y le aseguró que le acompañaría en la batalla cabalgando un caballo blanco.

Al día siguiente, después de hablar con los religiosos que le acompañaban sobre su visión, el rey se dirigió a la batalla en la que apareció Santiago a caballo, favoreciendo a los cristianos e impidiendo las acciones de los árabes, lo cual determinó el triunfo de los hispanos, quienes en agradecimiento establecieron ofrecer anualmente un donativo al Apóstol. Este hecho legendario, que deriva de algunos precedentes literarios de principios del siglo XII, como el relato de la toma de Coimbra, fue copiado y transformado en textos posteriores y determinó de forma directa la creación de la escena de Santiago Matamoros, en la que Santiago se representaba a caballo, con una espada en la mano y vestido de blanco o con indumentaria militar, según la moda de la época. Sin embargo, con el paso del tiempo, su indumentaria adquirió también algunas enseñas de la peregrinación, como el sombrero de peregrino decorado con una concha. El tema se podía completar con la presencia de algunos vencidos, que yacían a los pies del caballo de Santiago. La representación de Santiago como Matamoros fue un tema favorecido por la Orden militar de Santiago (fundada en 1170), cuyos caballeros alentaron su representación, contribuyendo claramente a su difusión y uso, ya que tomaron a Santiago como el patrón de la Orden, resaltando su carácter guerrero. El tema de Santiago a caballo, participando de la batalla de Clavijo, puede verse en el tímpano conservado en el transepto sur de la catedral de Compostela, procedente del claustro de la misma catedral y realizado hacia 1220.

En él, a los lados del caballo de Santiago hay 6 figuras orantes, que han sido identificadas por unos autores como una alusión a las doncellas del tributo a los árabes y que otros autores las identifican simplemente como figuras de cristianos. El aumento de su popularidad fuera de la Península Ibérica, a partir del siglo XVI, se debió a la lucha contra los turcos que amenazaban Europa y a otros problemas religiosos surgidos dentro del marco de la Reforma luterana, de modo que en estos contextos el apóstol Santiago aparecía nuevamente como luchador contra los infieles o herejes. En los casos más desarrollados de este tema, como algunas representaciones pictóricas tardías, no sólo se representó a Santiago a caballo, sino toda una escena de lucha en la que se incluyeron los dos ejércitos: el cristiano y el árabe. Delante del primero de ellos estaba Santiago, situado en medio de la batalla y enarbolando su espada y su estandarte, en el que podían figurar algunos de los objetos propios de la peregrinación a Compostela. Entre otros ejemplos se puede citar un grabado sobre cuero de la escuela de Martin Schongauer o la tabla central de un tríptico de la escuela de Brujas (Museo Mayer van der Bergh de Anvers, segundo cuarto del siglo XVI), que ha sido atribuida a Ambrosio Benson o a su taller. Si Santiago como caballero tuvo una fórmula narrativa plasmada en una imagen y tuvo también un público dentro de la caballería y la nobleza, como patrón de los peregrinos su persona fue tratada en una serie de leyendas y recopilaciones milagrosas destinadas a promocionar el "Camino de Peregrinación", que fueron representadas en las artes plásticas en forma de diversos milagros del Santo.

Uno de los más frecuentes y característicos fue el milagro del peregrino ahorcado, que tuvo versiones con claras diferencias y que también fue atribuido a otros santos como santo Domingo de la Calzada, lugar donde justamente se situaba también la acción del milagro según una de las versiones más tardías. Tanto las versiones escritas de este milagro como sus representaciones plásticas cuentan la historia de un peregrino a Compostela que, en una parada del camino, es acusado falsamente de robo y por ello condenado a la horca. Sus familiares deben seguir el camino a Compostela, pero, cuando pasan por el mismo lugar en su regreso de la peregrinación, encuentran al colgado todavía vivo y en perfectas condiciones, porque Santiago mismo le había estado sujetando para que no sufriese ningún mal. Uno de los ejemplos más conocidos de la representación de este milagro es el caso de la Tabla de Sant Jaume de Frontanyà, en la que además de las escenas relativas al traslado de los restos del Santo por mar y tierra, se representaron tres de los milagros realizados por Santiago en beneficio de sus peregrinos, uno de los cuales es el que se acaba de describir. En el lado sur del transepto de la catedral de Santo Domingo de la Calzada, todavía se puede contemplar una gran jaula con unas aves vivas dentro. Estas aves recuerdan uno de los milagros atribuidos a Santiago, que según algunas versiones ocurrió en esta ciudad: el milagro del ahorcado que fue salvado por el Santo.

En él se narra que, cuando los familiares del joven conocieron el prodigio, fueron a avisar al juez de la zona, quien en ese momento se disponía a comer unas aves cocinadas. Dicho juez no creyó que el milagro que le relataron fuese cierto y exclamó, después de haberlo escuchado, que el peregrino estaba tan vivo como las aves que se iba a comer; éstas, en ese mismo instante, volvieron a la vida y salieron volando. Las primeras versiones de este milagro, además de situar la acción en Toulouse y de presentar diferencias claras en cuanto al motivo por el que se cuelga al muchacho, no mencionan a estas aves, que, sin embargo, sí aparecen en sus versiones más tardías. Probablemente, la causa de este cambio es que las versiones tardías presentan una contaminación iconográfica procedente de otros relatos, ya que el milagro de las aves resucitadas se atribuyó también a otros santos, entre ellos al propio santo Domingo de la Calzada. Por último, en cuanto a las figuras aisladas de Santiago, nos referiremos a dos tipos: Santiago como apóstol y Santiago como peregrino. Las figuras de Santiago como apóstol nos lo presentan, como al resto de sus compañeros en el apostolado, con túnica larga, manto, libro y normalmente descalzo, como aparece en la Porte Miégeville de Saint-Sernin de Toulouse o en las jambas del propio Pórtico de la Gloria de la catedral de Compostela, donde Santiago está entre sus compañeros de apostolado.

Además, con el paso del tiempo, la figura de Santiago como apóstol adquirió el atributo de la espada de su martirio. En cuanto a la representación de Santiago como peregrino, la imagen del Santo fundió frecuentemente la indumentaria de apóstol con los diversos atributos de los peregrinos a Compostela. Esencialmente, los atributos de la peregrinación jacobea otorgados a la representación de Santiago fueron: el bordón o bastón para el camino; la escarcela o bolsa para las limosnas, que pendía en bandolera de uno de los hombros; el sombrero de ala ancha, frecuentemente decorado con la concha jacobea; y, más adelante, otros elementos como una calabaza, etcétera. Entre las diversas obras de este tipo, se puede citar a modo de ejemplo el caso del Santiago de la iglesia románica de Santa Marta de Tera (Zamora) y, posteriormente, la imagen de Santiago peregrino de la iglesia de Santiago en Puente la Reina (Navarra) o las dos estatuas de plata realizadas en Francia en los siglos XIV y XV y conservadas en la catedral de Compostela. Esta representación del Santo pone de relieve la importancia del fenómeno de la peregrinación a Compostela, que llegó a influir incluso en la representación del propio Santiago, incurriéndose de ese modo en un claro anacronismo histórico, ya que se atribuyeron a Santiago los objetos que llevaban sus peregrinos por razones prácticas, derivadas de las largas marchas que debían realizar por los caminos hacia Compostela. En definitiva, se le caracterizó como un peregrino a su propia tumba y contra ello reaccionó la iconografía derivada de la Contrarreforma, en la que se intentó reducir los atributos de Santiago como peregrino en beneficio de los de Santiago como apóstol, aunque el éxito popular de este modelo iconográfico hizo difícil dicha corrección.

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