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Reinado Fernando VII

Desarrollo


Después de haber contraído matrimonio en tres ocasiones, Fernando VII no había obtenido descendencia, lo cual convertía en heredero de la Corona al infante don Carlos. La muerte de la tercera esposa del rey, María Amalia de Sajonia el 18 de mayo de 1829, parecía consolidar esas expectativas. Sin embargo, la decisión inmediata de Fernando de contraer matrimonio por cuarta vez sembró la inquietud entre los realistas exaltados, quienes temían que el nacimiento de un heredero frustrase sus esperanzas de volver al inmovilismo del Antiguo Régimen. La infanta Luisa Carlota, esposa de don Francisco de Paula, influyó en el monarca para que la elección recayese en su propia hermana María Cristina, la cual contaba entonces con 23 años de edad. Era hija del rey de Nápoles Francisco I y de la hermana de Fernando VII, María Isabel. Todas las referencias indican que María Cristina era una joven agraciada, sensible, de genio alegre y educada en los principios absolutistas. Naturalmente, este nuevo matrimonio del rey con su sobrina contó desde el principio con la oposición del infante don Carlos y de su esposa portuguesa María Francisca de Asís. La boda se celebró el 9 de diciembre de 1829 en Aranjuez. El 3 de abril siguiente apareció publicada en la Gaceta de Madrid la Pragmática Sanción, mediante la cual se refrendaba el decreto emitido por Carlos IV en 1789 por el que suprimía en España la Ley Sálica, introducida por un Auto Acordado de Felipe V a comienzos del siglo XVIII.

La Ley Sálica había sustituido el orden tradicional de la sucesión española, establecido desde la Edad Media por las Partidas de Alfonso X, por un orden nuevo que excluía a las mujeres de la sucesión a la Corona. Carlos IV había hecho aprobar ante las Cortes la vuelta al orden tradicional en las Partidas, pero el estallido de la Revolución en Francia y la conveniencia de disolver inmediatamente las Cortes ante el temor de que pudiesen verse influidas negativamente por los acontecimientos del vecino país, impidieron que aquel acuerdo fuese refrendado por el monarca. Ahora, cuarenta y un años más tarde, su sucesor Fernando VII lo ratificaba mediante la publicación de aquella Pragmática Sanción. De esta forma, si Fernando VII obtenía descendencia de su cuarto matrimonio, aunque fuese hembra, no existiría ningún impedimento para que ésta pudiese suceder a su padre. La cuestión no sólo se planteaba como un pleito jurídico entre los partidarios de don Carlos, quienes defendían que era ilegal derogar un Auto Acordado en dos momentos diferentes, y los que apoyaban la decisión del rey, que defendían lo contrario. Lo que latía claramente detrás de estas posturas era una cuestión ideológica: los partidarios del absolutismo del Antiguo Régimen, frente a los reformistas que rodeaban al monarca, e incluso los liberales, quienes veían la posibilidad de que la sucesión directa de Fernando abriese el camino a las reformas constitucionales.

El 10 de octubre de 1830 nació la hija y heredera de Fernando VII, Isabel, y al cabo de poco más de un año, el 30 de enero de 1832, María Cristina daría a luz una segunda hija, Luisa Fernanda. La sucesión al trono por línea directa estaba asegurada, aunque hasta la muerte del rey surgirían algunas complicaciones que la historiografía ha consagrado como los Sucesos de La Granja y que han sido aclarados minuciosamente por F. Suárez. A comienzos de 1832 murió Gonzalez Salmón y le sustituyó como Ministro de Estado el conde de Alcudia y en septiembre de ese año se agravó la enfermedad del rey, que se hallaba en el real sitio de La Granja. Ante el temor de que su muerte pudiese provocar un levantamiento por parte de los carlistas, María Cristina trató de conseguir un acercamiento al infante don Carlos para que reconociese como heredera a Isabel y mediase ante sus partidarios, a lo que éste se negó. Sólo quedaban dos opciones: o la derogación de la Pragmática o la guerra civil. En aquellos momentos le pareció a Alcudia y a la propia reina que lo mejor era evitar la guerra mediante la derogación de la Pragmática y fue el ministro de Gracia y Justicia, Tadeo Calomarde, el encargado de redactar el decreto y de hacerlo firmar por el rey. Ese fue el momento en que supuestamente la infanta Carlota abofeteó a Calomarde con sus "manos blancas" que no le ofendieron.

Nada de esto fue cierto, según Suárez; sin embargo, lo que realmente ocurrió fue que la recuperación del rey y el decidido apoyo de los liberales hicieron innecesaria la promulgación del decreto. Hubo cambio de gobierno y tanto el conde de Alcudia como Calomarde tuvieron que salir de España para evitar males mayores. El nuevo gobierno estaba presidido por Cea Bermúdez como Secretario de Estado y una de sus primeras providencia fue la de facultar a la reina María Cristina para despachar los asuntos importantes ante la gravedad de su marido. El día 15 de octubre, la reina firmó una amplia amnistía para los liberales que habían permanecido hasta entonces en el exilio. Pocos días más tarde, concretamente el 9 de noviembre, se creaba el Ministerio de Fomento y se ponía al frente de él a Encima y Piedra. Este había sido unos de los proyectos más largamente estudiados y que había concitado el interés de todos, cualquiera que fuese su tinte político. El mismo Calomarde había reconocido la urgencia de "...reunir en una sola mano la suprema dirección de todas las ramas que deben contribuir al fomento y a la prosperidad de la riqueza pública, para que la influencia del Gobierno sobre ellas pueda ser eficaz y activa". La mejoría del rey hizo que volviese a tomar las riendas del gobierno a comienzos de enero de 1833, pero su salud no era buena y eso le llevó a asegurar la sucesión de su hija mediante su jura como princesa de Asturias por unas Cortes nombradas al efecto.

Don Carlos fue obligado a salir de España y se marchó a residir a Portugal. A partir de esos momentos se iniciaba el proceso que desembocaría en la ruptura definitiva entre los hermanos y el infante se afirmaría a partir de entonces como "Yo el Rey". El 29 de septiembre, después de haber pasado un verano en el que las consecuencias de su enfermedad fueron haciendo mella en su aspecto físico, fallecía Fernando VII de una apoplejía. Con su muerte se cerraba toda una etapa en la Historia de España en que la crisis del Antiguo Régimen había de dar paso al liberalismo en un contexto de graves problemas políticos, económicos y sociales. En este cambio hacia una nueva España, la última década del reinado constituye una etapa de transición importante en la construcción del Estado contemporáneo y en la creación de un nuevo equilibrio en la política y en la sociedad españolas.

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