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Datos principales


Rango

Ilustración española

Desarrollo


La Ilustración no halló rápida vía de penetración en el País Vasco, pero una vez introducida se caracterizó por la solidez de sus instituciones y la amplitud de sus resultados. El núcleo fundamental se agrupó en torno a la Sociedad Bascongada de Amigos del País. Convencida de la necesidad de buscar modelos en otros países y de beneficiarse de la experiencia ajena, la Sociedad potenció los contactos con el extranjero, a través de la concesión de becas de estudios, de la acogida de sabios europeos de distintas nacionalidades y especializados en distintas áreas, de la programación de viajes para sus miembros, dando ejemplo el propio fundador, el conde de Peñaflorida, al disponer el periplo europeo de su hijo, Ramón de Munibe, acompañado de un preceptor francés, que había de ser su consejero intelectual. Un sector muy atendido por la sociedad, a través de su establecimiento de Vergara, sería el de la química y la mineralogía, ámbito donde se obtendrían algunos de los mayores éxitos de la ciencia española del XVIII, gracias a las investigaciones de Ignacio de Zavalo (que obtiene un acero colado y cementado que se juzga tan bueno como el de Inglaterra), del francés François Chabaneau (que consigue la purificación de la platina, provocando la intensa emoción y el correspondiente escrito elogioso de Valentín de Foronda) y de los hermanos Fausto y Juan José Delhuyar (habitualmente transcrito de Elhúyar), el primero de los cuales trabajó con el químico francés sobre el platino, mientras el segundo obtenía el aislamiento del tungsteno o wolframio.

El triunvirato inicial, compuesto por Manuel Ignacio de Altuna, por el marqués de Narros, el hombre de la casaca roja, aficionado al juego y al teatro pero sobre todo a las novedades francesas, y por el conde de Peñaflorida, amante de la música y apasionado de la física, se vio pronto rodeado de una pléyade de sobresalientes figuras, atraídas por las realizaciones de la sociedad, su ambiente de apertura espiritual y sus establecimientos de enseñanza, tanto como por su espléndida biblioteca, rebosante de libros difíciles de conseguir, como la Enciclopedia de Diderot y D'Alembert o la Enciclopedia metódica, del librero Panckoucke. Estos intelectuales pronto dejaron atrás a sus predecesores, pasando a defender ideas más avanzadas en materia económica, social y política, hasta el punto de convertirse, como veremos más tarde, en partidarios declarados del liberalismo. Entre los miembros de esta segunda generación hay que contar a Félix María de Samaniego, un riojano sobrino de Peñaflorida, cuya obra principal, que le ha valido un puesto destacado en la historia de la literatura española de la época, las Fábulas morales, fueron escritas a partir de 1781 para la instrucción de los colegiales del Seminario de Vergara. A pesar de sus problemas con la Inquisición, Samaniego se mantuvo dentro de los límites de la ideología ilustrada, que serían rebasados por otros hombres vinculados a la Bascongada, como Vicente María Santiváñez, profesor de elocuencia en Vergara, traductor de Marmontel y firme defensor del pensamiento revolucionario francés; Valentín de Foronda, autor de numerosos tratados, informes y disertaciones en el marco de la sociedad, traductor de relevantes obras francesas, difusor del pensamiento de Condillac y uno de los máximos representantes del preliberalismo español, junto a José Agustín Ibáñez de la Rentería, introductor de Montesquieu y autor de unos Discursos, presentados en la Bascongada entre 1780 y 1783, donde da rienda suelta a su pensamiento político constitucionalista.

Este es el clima creado por la Ilustración en el País Vasco, uno de los núcleos regionales más avanzados, cuya influencia se prolonga a través de la exportación del fermento reformista a tierras americanas por medio de la Compañía Guipuzcoana y sus barcos de la Ilustración o a través de obras como la de Manuel de Aguirre, introductor del pensamiento de Rousseau, enemigo del sistema absolutista incluso en su versión ilustrada y autor del primer proyecto articulado de una constitución en la España del Antiguo Régimen. Con razón Gaspar Melchor de Jovellanos pudo pensar al visitar la región vascongada que se hallaba en un país "encantado", donde florecían con inusitado vigor los frutos de la Ilustración.

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