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España de los Borbones

Desarrollo


La situación de España a principios del siglo XVII era nada idílica. Pese a la modesta recuperación de una parte de la periferia, lo cierto es que el país tenía bastante de cuerpo enfermo al que la guerra había dejado en un estado casi inerte. Algunos viajeros extranjeros y numerosos pensadores hispanos habían advertido desde hacía décadas de lo urgente que era renovar el complejo y maltratado cuerpo de la monarquía hispánica. Escritores del siglo anterior y hombres de Estado, como el propio Conde-Duque, fueron voces lúcidas en este sentido. De esta forma, en la conciencia de algunos españoles de principios del siglo se había instalado la idea de decadencia y forjado la necesidad urgente de restaurar el país para recuperar su prestigio internacional, máxime después de los recientes acontecimientos bélicos que relegaban a España a un segundo orden en el plano internacional. Fue así como entre una minoría de españoles apareció la conciencia crítica como una forma de patriotismo. Gobernantes e intelectuales, altos funcionarios y comerciantes, clérigos y profesionales, coincidieron en la necesidad de una pronta y profunda regeneración de la monarquía. Así también fue cuajando un movimiento plural pero cohesionado alrededor de unos objetivos mínimos frente a los ultramontanos, un movimiento a veces contradictorio que llevará a cabo un repaso sistemático de la vida española en sucesivas oleadas generacionales cada vez más críticas con el orden vigente.

Nombres a veces de sobras conocidos como los de Macanaz, Feijóo, Mayans, Cabarrús, Campomanes o Jovellanos, pero también personajes anónimos que se sentaban en los sillones de las sociedades patrióticas, en las numerosas academias fundadas, en las secretarías de los ministerios o en los consulados de comercio. España acabó convirtiéndose para estos personajes en un problema a resolver con urgencia. Y el repaso crítico se efectuó sobre todas las facetas de la vida nacional en un denodado esfuerzo por encontrar soluciones internas y propias a los problemas de casa. Es cierto que en ocasiones la elaboración de propuestas tuvo un sesgo proyectista, en el que las proposiciones irrealizables, política o técnicamente, proliferaban. Es una realidad que se escribió más que se hizo y que muchas veces los proyectos no iban acompañados de ninguna financiación consistente. Es verdad igualmente que bastantes de las soluciones propuestas no iban más allá de la lógica interna del sistema tardofeudal, por lo demás el único horizonte conocido en casi toda Europa por los propios contemporáneos. Pero es igualmente contrastable el mérito, la buena intención y la valentía de muchos hombres que acabaron seriamente perseguidos por los sectores conservadores y a menudo dieron con sus huesos en la cárcel por orden de la Inquisición. Unos hombres que con más o menos acierto se plantearon con suma honestidad la necesaria modernización del país.

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