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Datos principales


Rango

América colonial

Desarrollo


El esquema global de la sociedad tipo configurada en las Indias podría hacerse a base de estos grandes sectores: superior o elite, medio o pueblo llano, inferior o plebe y esclavos. El estrato superior, grupo dominante o elite, que monopoliza todo el poder político y económico, está ocupado sólo por blancos, tanto europeos como criollos. Estos últimos forman la mayor parte del grupo dominante por su condición socioeconómica, pero su arraigo americano y la dificultad de acceso a la burocracia colonial los coloca políticamente en una situación de inferioridad. Las tensiones y recelos polarizan en la creciente rivalidad criollo-peninsular, que se manifiesta incluso en el lenguaje: los criollos se acaban autodefiniendo como americanos (españoles americanos o criollos indianos) y sólo a los peninsulares se denominan españoles (vecinos forasteros oriundos de los reinos de España, puntualiza un documento del cabildo de Guayaquil en 1777), cuando no usan los despectivos chapetón, gachupín y godo (en Perú, México y Chile, respectivamente), heredando así una vieja tradición española e incluso heredando las palabras (ya a comienzos del XVI, los recién incorporados a una hueste eran llamados chapetones por sus propios compañeros, igualmente españoles pero veteranos, antiguos en la tierra o baquianos). Desde fines del XVI es perceptible el fenómeno del criollismo, que se extiende y generaliza en el XVII y sobre todo en el XVIII, cuando alcanza su máxima expresión y acabará cristalizando en la lucha por la independencia.

Dentro de esta elite blanca se puede señalar una jerarquización en dos niveles: la nobleza por un lado y el funcionariado y clero medio por el otro. La nobleza está representada por los altos cargos de la administración real (virreyes, presidentes de Audiencia, capitanes generales, gobernadores, que muchas veces pertenecen a la nobleza titulada española y muy pocas veces son criollos) y la jerarquía eclesiástica (arzobispos y obispos, también predominantemente españoles); y por la autoproclamada aristocracia indiana, formada inicialmente por los descendientes de conquistadores y primeros pobladores, los beneméritos, que quisieron ser marqueses y condes pero se quedaron en encomenderos. Este sector -que veremos con cierto detalle más adelante por su función especial en la configuración de la sociedad colonial- se verá reforzado con la entrada en él de los grupos emergentes, la aristocracia del dinero, integrada por los terratenientes, grandes comerciantes y grandes mineros, en su mayor parte criollos que al enriquecerse se erigen en la gente distinguida y tienden a enlazar con los beneméritos por vía matrimonial logrando en buena medida comprar títulos o hábitos de órdenes militares, logrando en buena medida de manera que al culminar este proceso en el siglo XVIII, ya habrá en las Indias una verdadera nobleza titulada, que se parecerá mucho a la europea en su comportamiento y atributos: magníficas residencias urbanas, séquito numeroso, gran riqueza y ostentación.

Dentro de la elite, los hacendados o terratenientes son los que gozan de mayor prestigio social, y se erigen en verdaderos patriarcas todopoderosos y paternalistas en sus enormes extensiones de tierras, que consolidan mediante la institución del mayorazgo -generalizada ya en Indias a fines del XVI-, según la cual la propiedad se vinculaba al primogénito de la familia. Por su parte, los grandes comerciantes monopolistas son un verdadero grupo de presión, reforzados corporativamente mediante los Consulados de México y Lima, desde los que influyen en la política económica virreinal (a fines del siglo XVIII la política de liberalización comercial facilitará la creación de consulados en otros puertos americanos, donde se instalarán numerosos comerciantes peninsulares) y constituyen un sector dinámico que diversifica la esfera de sus negocios invirtiendo en la compra de haciendas, barcos, obrajes o minas (aviadores, o socios capitalistas). A su vez, los empresarios mineros, grupo al que también se incorporan muchos inmigrantes peninsulares, invierten en el comercio y en haciendas para asegurar el abastecimiento de la propia explotación minera, muchas veces alejada de los centros de distribución; en el siglo XVIII tendrán también sus propias corporaciones oficiales privilegiadas, los Tribunales de Minería, que impulsarán las escuelas de mineralogía. El segundo nivel del grupo dominante es el de los funcionarios medios de la administración civil (oidores, corregidores, alcaldes mayores, oficiales reales), que establecen vínculos con los miembros de la elite económica, que a su vez puedan acceder a los cargos por compra.

Al interrumpirse en el siglo XVIII la venta de oficios, que en Indias había llegado a estar muy arraigada (se compraban incluso plazas futurarias, para cuando quedaran vacantes), se agudizará el sentimiento de postergación de los criollos. Junto al funcionariado, en este nivel se encuadra también la mayor parte del clero, señaladamente los miembros de los cabildos catedralicios, priores de las órdenes religiosas y conventos, vicarios y párrocos de las ciudades importantes. El sector eclesiástico, que tiene fuero y tribunales propios y exenciones de impuestos, es muy poderoso dentro del grupo dominante por sus riquezas, por ser depositarios de la cultura y por tener en algunas áreas el control del trabajo de los indios. Los sectores medios de la sociedad, o pueblo llano, presentan una diversidad aún mayor dado que, en general, son los estratos inferiores de los mismos grupos dominantes, de manera que era posible la movilidad vertical, el ascenso social, si se lograba el éxito económico. Aquí estarían medianos y pequeños propietarios (de tierras, minas u obrajes), comerciantes minoristas, profesionales como abogados, médicos, escribanos (notarios), miembros de la burocracia local, militares, bajo clero tanto secular como regular. En una posición algo inferior se sitúan los artesanos de los gremios principales, algunos de los cuales son excluyentes y sólo admiten a blancos (eso hacía, por ejemplo, el gremio de plateros, uno de los más prestigiosos por ser un sector altamente especializado y con capital).

El maestro artesano era a la vez propietario y encargado de un taller que empleaba tantos jornaleros y aprendices como permitiera el volumen de su negocio. Los grupos inferiores incluían a la gran masa de campesinos indígenas -la república de los indios- y la llamada plebe o gente baja, integrada genuinamente por las castas, es decir, los mestizos e indios hispanizados y los mulatos, zambos y negros libres (denominados pardos y morenos), que ocupan los estratos más bajos de la república de los españoles. Generalmente son artesanos de los gremios más pobres, trabajadores permanentes o temporeros en tareas agrícolas o en los astilleros u otras actividades, albañiles, carpinteros, taberneros, arrieros, soldados, etc., incluyéndose también aquí (o mejor, autoexcluyéndose) los grupos marginados: vagabundos, hampa urbana, bandidos rurales. Lo más notable es el proceso de blanqueamiento, tanto biológico como social, que se da entre la gente de color sobre todo a partir de 1795 cuando podrán comprar la condición legal de blancos mediante las llamadas cédulas de gracias al sacar que permitían el matrimonio con blancos, el acceso a la educación, a cargos públicos, al sacerdocio. Los esclavos ocupaban el último lugar en una sociedad que nunca se cuestionó la legitimidad de la esclavitud negra; los jesuitas, que fueron los mayores propietarios de esclavos, asumían también su evangelización (a veces de manera heroica, como el catalán Pedro Claver, cuya dedicación a los negros bozales recién llegados a Cartagena de Indias entre 1615 y 1654, le valió el título de apóstol de los negros).

Los esclavos tuvieron un papel destacado en sectores económicos muy concretos, siendo la mano de obra fundamental en la minería de oro de Nueva Granada, en la producción de cacao en Venezuela y -en menor medida- Guayaquil y en las plantaciones azucareras de México, Perú y, sobre todo, las Antillas. Hubo también numerosos esclavos urbanos, sirvientes domésticos que representaban un signo de prestigio para las familias, y con frecuencia también una fuente de ingresos al ser alquilados por sus amos como jornaleros en astilleros, obrajes, talleres artesanales, panaderías, o las mujeres como prostitutas. En general, aunque hubo también disposiciones legales sobre el trato a los esclavos y en 1789 se promulgó un Código Negro -que casi no tuvo aplicación-, la suerte del esclavo fue determinada por la personalidad del amo, o del capataz en las plantaciones. A veces se producían rebeliones (la principal, en 1795 en Coro, Venezuela), así como huídas, reagrupándose los esclavos fugitivos o cimarrones en asentamientos llamados palenques. En contrapartida, hubo también numerosos casos de manumisión y de compra de la propia libertad (negros horros). Sin embargo, y a pesar de la existencia de la esclavitud, la sociedad indiana no era estrictamente esclavista; sólo a partir de finales del siglo XVIII, y en Cuba sobre todo, se produce el paso de una sociedad con esclavos a una sociedad esclavista, que caracterizará a la isla hasta la abolición de la esclavitud en 1886.

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