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Datos principales


Rango

América colonial

Desarrollo


Desde el punto de vista de la estructura social, la variedad regional americana es de tal calibre que casi habría que advertir que sólo por inercia seguimos hablando de la sociedad indiana como un todo y no de las diferentes sociedades indianas, sustentadas en las diversas situaciones demográficas y económicas del continente. Sin embargo, a modo de síntesis, sí es posible señalar algunos patrones generales de la organización social indiana, que en esencia son los que marcan dos grupos muy diferentes o dos subsociedades interrelacionadas: el mundo español y el mundo indígena. Junto a ellos crece el mundo mestizo, de diferentes colores. Continente de color llamó Humboldt a la América española en 1804. Continente de color, y seguramente sea esa la mejor manera de indicar el rasgo más llamativo de la sociedad indiana y el que más la diferencia de la sociedad española: su carácter multirracial. Los diversos grupos étnicos y la infinidad de mezclas interétnicas se reflejan en los censos que se hacen a fines del siglo XVIII y que clasifican a la población según cuatro categorías: blancos, indios, libres de varios colores y esclavos de varios colores. Los grupos se clasifican principalmente por la pigmentación de la piel, el color (los siete colores de Arciniegas) pesa en la jerarquización social. La sociedad indiana puede, por lo tanto, definirse como racista. La máxima expresión de la vigencia de los criterios raciales será la llamada sociedad de castas, que se configura desde fines del siglo XVII cuando el color como preocupación o prejuicio social aparece ya como prioritario, desplazando al criterio de ilegitimidad que había prevalecido en los siglos anteriores.

Desde fines del XVI se utiliza el término castas para calificar, despectivamente, primero sólo a mulatos, zambos y gentes con sangre negra, pero pronto el término englobará a todo el que no sea considerado español o indio. La legislación sobre los mestizos y castas (por ejemplo, son excluidos de los cargos municipales, del sacerdocio y de los niveles superiores de los gremios) es fiel reflejo de una realidad social discriminatoria, que, a su vez, es un medio de que se valen los estratos superiores para limitar las aspiraciones socio-económicas de los sectores populares. En contraste con lo anterior, pero confirmándolo en cierta medida, se configura también, ya desde el siglo XVI, una sociedad dual, que se basa en la estricta delimitación de dos grandes comunidades étnicas y culturales denominadas oficialmente la república de los españoles y la república de los indios, con legislación propia y diferenciada. Y lo más interesante es que el mundo español integraba también a muchos no españoles: a extranjeros europeos, a africanos, a mestizos y a indígenas hispanizados, es decir, incluía a los que hablaban bien castellano y vestían y se comportaban al estilo europeo (Lockhart). La inicial estructura dual se mantiene y se acentúa en los siglos siguientes, y se hará más o menos equivalente a sociedad urbana o hispanizada y sociedad rural o indianizada.

Pero ambos mundos conviven o se yuxtaponen, no sin tensiones y conflictos desde luego. Otro rasgo generalmente aceptado para definir a la sociedad indiana es su carácter estamental, en cuanto que España habría transplantado a América su propia organización social a base de grupos de condición legal diferenciada (nobleza, clero y pueblo llano). Sin embargo, dado que la nobleza, el primer estamento, el que desempeña el papel de cabeza de ese cuerpo social, no pasa a Indias, Muñoz Pérez se preguntaba ¿cómo es posible que se trasvase una sociedad acéfala? La clave quizá esté en considerar trasvase o traslado lo que en realidad fue una nueva sociedad, formada según las pautas de la existente en España, pero necesariamente adaptada a la realidad americana. Sociedad estamental fue, en efecto, y nobleza tuvo, pero no una nobleza castellana sino, exactamente, indiana; es más, frente a indios y negros todos los españoles se sentían, de alguna forma, miembros de la nobleza (su calidad noble es expresión que figura con asombrosa frecuencia en las hojas de servicio de los miembros de los Batallones de Blancos de las milicias ciudadanas organizadas en el siglo XVIII). Céspedes subraya el paralelismo de esta actitud con el sentimiento de superioridad que tiene en Castilla el cristiano viejo, incluso pobre, frente a judíos, moriscos o gentes sin acreditada limpieza de sangre, aunque tuvieran riqueza.

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