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Arte Antiguo de España

Desarrollo


Conservamos bastantes restos de decoraciones pintadas en algunas de las tumbas romanas conocidas. El conjunto más amplio es sin lugar a dudas el de la necrópolis de Carmona. En el momento de su descubrimiento, muchas de las tumbas presentaban restos de decoraciones pintadas, hoy perdidas, pero como atestiguan las palabras de uno de sus descubridores y excavadores, el carmonés Fernández López: "Todos o casi todos los sepulcros, cuyos muros están reforzados con cemento, tienen pintada la cámara funeral. Las pinturas, hechas de ordinario al fresco o al temple, son de ordinario sencillas y sin pretensiones artísticas. Hay techos, sin embargo, como el de la tumba de Q. Postumio, al que nada se le puede pedir bajo el punto de vista de la ejecución y el buen gusto". La mayor parte de los elementos decorativos son bastante sencillos, y en muchos casos se reducen a simples elementos geométricos o vegetales, casi siempre en forma de guirnaldas -la Tumba de las Guirnaldas debe a ello su propio nombre-, que enmarcan los nichos o decoran los paneles que los separan, con frecuencia aparecen motivos complementarios: piñas, ramas de olivo, palomas y aves, etc. En ocasiones, estos motivos se complican con el añadido de otros, que pueden ser objetos de significado religioso, casi siempre utilizados en las ceremonias funerarias: un rhyton de vidrio entre dos kantharoi en la tumba de este nombre, por ejemplo; en dos casos, los techos están recubiertos de motivos florales, bien sea hojas y pétalos, bien sea rosas muy estilizadas, reproduciendo un motivo bastante frecuente en las decoraciones de tumbas de todo el Imperio.

Algunos otros techos, como el de la tumba de Postumio, presenta una complicada trama geométrica rellena de motivos muy variados, que incluye toda la gama ya conocida y algunos otros más: elementos geométricos, vegetales, animales, e incluso la firma del pintor: C. Silvanus. También muy interesante es la pintura del techo de la tumba de Servilia, que presenta un complejo trazado geométrico decorado con motivos vegetales muy estilizados. En un corredor de esta misma tumba encontramos una representación que debió de cubrir toda la pared, aunque de ella sólo se conservan hoy algunos vestigios. Se trata de una dama sedente que sostiene ante sí una balanza, representación alegórica sin duda alguna del pesaje de las almas al partir a la otra vida, de tanto arraigo en la mitología antigua. De gran interés es asimismo la tumba conocida como del Banquete Funerario cuya pared posterior presentaba una decoración en la que se representaba el tema que le dio nombre. El grupo principal estaba compuesto por siete u ocho comensales, echados o sentados en torno a una mesa, con un personaje en el centro que debe ser el más importante, ya que hacia él se vuelven los demás; unos beben de vasos de vidrio en forma de cuerno (rhyta), otros disfrutan de la conversación o tocan la flauta doble, en tanto que dos nuevos personajes se incorporan por los lados; uno de ellos, que lleva un tirso en una mano y una corona en la otra, y que aparece en actitud de frenesí, debe ser la representación del difunto, que de una u otra manera participa en su propio banquete funerario, tal y como era costumbre en estas ceremonias.

Considerable interés presenta también la decoración pictórica de los mal llamados columbarios de Mérida. En el de los Voconios encontramos la representación de los difuntos en los nichos del interior de la tumba. En la pared del fondo se retrata a una pareja, que deben ser los padres, Caius Voconius y Caecilia Anus, de pie sobre un pedestal común. En los nichos laterales encontramos dos figuras independientes, Caius Voconius Proculus y Voconia Maria. Todas ellas presentan rasgos muy similares, repitiendo el mismo esquema y la misma actitud. La más natural de todas ellas, y la que muestra mayores rasgos retratísticos, es la representación de Caius Voconius Proculus, tal vez porque, como supuso en su momento M. Bendala, es el que mandó construir el monumento, una vez que habían fallecido sus parientes, y el único modelo vivo de que gozó por tanto el pintor.

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