Compartir


Datos principales


Rango

Arte Antiguo de España

Desarrollo


La cultura romana es una de las pocas que en el mundo antiguo experimenta un cambio de rito funerario; a la cremación, que constituye el ritual predominante durante toda la República y los comienzos del Imperio, sucede, a partir del segundo tercio del siglo II d. C., la inhumación. Este cambio, cuyos motivos aún no están bien documentados, tiene hondas repercusiones en el ambiente funerario romano; cambia el tipo de tumba, que necesita ahora mayor espacio para cada individuo; cambia también el recipiente en el que se deposita el cadáver, en el caso de que lo hubiera; de una pequeña urna cerámica o de piedra, se pasa ahora a una caja de madera o, en los casos de mayor riqueza, de piedra: en una palabra, se da el paso de la urna cineraria al sarcófago. Las ceremonias relacionadas con el funeral (funus) son muy importantes en el mundo romano, y varían en función del rango económico y social de la persona; conocemos de este modo el funus translaticium o normal; el funus militare, dedicado a los soldados, el funus publicum, reservado para los personajes de importancia pública relevante, y el funus imperatorum, dedicado a los emperadores; todos ellos tenían en común la celebración de una procesión funeraria (pompa) que debía hacerse de noche, con el difunto conducido en una parihuela o feretrum, hasta la necrópolis, que las leyes obligan a situar fuera de la ciudad; sólo en casos excepcionales -emperadores, por ejemplo- podía enterrarse dentro del recinto urbano.

El cadáver se quemaba o se inhumaba, según la época, pero también en el primer caso se acababa enterrando las cenizas. Alrededor de la tumba y en la casa del difunto se desarrollaban una serie de ceremonias, que comenzaban con un banquete ritual, el silicernium, y duraban nueve días. Con posterioridad, el banquete se repetía periódicamente, o bien el día del cumpleaños del difunto -dies natalis- o bien el día de los difuntos, durante las fiestas llamadas parentalia y lemuria. En estas ceremonias participaba figuradamente el propio difunto, a quien se invocaba de diversas maneras y al que se ofrecían alimentos y bebidas -libationes. Los tipos de tumbas eran muy diversos, aunque casi todos ellos estaban unidos por su carácter subterráneo; incluso en el caso de grandes monumentos construidos sobre la tierra, lo normal es que la propia tumba se encontrara bajo ellos, en un hueco o cámara excavado en el suelo. La tumba puede ser individual, familiar o colegial, y estar rodeada por un recinto que la delimita y protege. El monumento visible puede ser arquitectónico, escultórico o epigráfico, e incluso llegar a incluir todos estos elementos. En un primer momento, priman los elementos arquitectónicos y epigráficos, produciéndose con el paso del tiempo una incorporación de temas iconográficos -retratos, escenas alusivas a menesteres y oficios- y una acentuación del deseo de individualización que lleva en ocasiones a romper el vínculo familiar de la sepultura y a privatizar los enterramientos; la fórmula "hoc monumentum heredes non sequetur" (este monumento no pase a los herederos) es buena muestra de ello.

En la mayoría de los casos, la parte visible de los monumentos corresponde a la superestructura de las tumbas; las cámaras excavadas en la roca o hipogeos, que tanta importancia tuvieron en otras culturas mediterráneas, apenas si existen en Roma; siempre se encuentran en combinación con una parte visible que deja traslucir al exterior la existencia de esta tumba. Es esta superestructura, que puede ser de muy diversas formas, la que determinará el tipo de la tumba. Los monumentos más simples son aquellos que tienen forma de estela o altar, y que pueden variar desde las simples piedras indicadoras de la tumba, con o sin inscripción, hasta complejas construcciones en forma de gigantescos altares, pasando por aras y estelas de diversas formas; a veces, este altar de coronamiento se ha convertido en un edificio de uno o más pisos; son los llamados monumentos turriformes, muy extendidos a lo largo y a lo ancho del Imperio Romano. Con menos frecuencia, esta superestructura llega a reproducir templos, produciendo los llamados monumentos naomorfos, cuya cámara funeraria suele estar oculta en el podio o bajo él. De los monumentos de túmulo característicos de la Italia prerromana y de buena parte del Mediterráneo en este momento, que son cámaras funerarias excavadas en el suelo cuya superestructura es una acumulación de tierra y piedra, derivan más adelante los monumentos de planta central, en los que el espacio interno sobre la superficie gana grandiosidad y se convierte en el elemento principal, en tanto que la cámara subterránea queda reducida a una pequeña estancia.

Estos monumentos son frecuentes sobre todo en época tardorromana, donde aparecen con una amplia gama de variantes, que incluye grandiosos conjuntos monumentales y pequeños edificios, muchos de ellos ya claramente cristianos. Pero en esta época, como también en la anterior, la mayor parte de los enterramientos son bastante más sencillos, simples fosas excavadas en el suelo con o sin revestimiento de lajas en forma de cista, y con o sin ajuar. Tenemos que referirnos, por último, a los monumentos cuya cámara principal la constituye un espacio cubierto en cuyos muros se han abierto unos huecos donde se colocan las urnas cinerarias; es uno de los pocos casos en los que las cenizas pueden estar fuera de la tierra; los más frecuentes son los llamados columbrarios, que servían de última morada a asociaciones numerosas de personas poco pudientes. No es posible hablar de un tipo de tumba característico de la Hispania Romana; aquí encontramos todos los ya descritos y aún algunos más, que son herencia de las culturas que vivieron en la Península antes de la llegada de los romanos. Dejaremos de lado aquellas tumbas de las que sólo se ha conservado la propia fosa con las cenizas o los huesos y nos concentraremos en el estudio de las que muestran una superestructura que puede ser considerada monumental.

Obras relacionadas


Contenidos relacionados