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Arte Antiguo de España

Desarrollo


La implantación del urbanismo romano en Hispania fue un fenómeno consecuente al proceso de romanización, y para buena parte del territorio, no supuso una ruptura estructural con el periodo anterior, sino más bien la culminación de una serie de cambios que se estaban produciendo en el seno de la Iberia prerromana. Roma actuó de forma flexible aprovechando la situación preexistente e implantó su dominio sobre los viejos núcleos ibéricos a cuyos habitantes concedió el privilegio de la ciudadanía romana o latina. De este modo, las aristocracias indígenas vencidas conservaron sus privilegios económicos y sociales -canalizados ahora al servicio de Roma-, llegando, en ocasiones, a ser las minorías rectoras de las nuevas ciudades. Es evidente que la emigración de itálicos y los veteranos del ejército constituyeron, de manera prioritaria, la base social del nuevo sistema. En la configuración de las ciudades hispanas nunca se aplicaron esquemas rígidos, ni siquiera en las fundaciones ex novo, y no fueron muchos los núcleos urbanos que respondieron al urbanismo ideal. La extensión, la planta, el tamaño de las insulae, los espacios forenses o de otros edificios públicos, presentan muchas variables, si bien es cierto que carecemos de datos para un número bastante elevado de recintos hispanorromanos. De hecho, estamos muy mal informados del urbanismo de época republicana, salvo excepciones contadas, en parte porque aparece enmascarado bajo las construcciones imperiales y, en parte, por falta de excavaciones.

Con Augusto se definió la red de ciudades y se articuló el territorio de forma más ordenada y jerárquica. Se fundaron ciudades-tipo y se reorganizó la distribución de los espacios públicos de los viejos asentamientos. Esta tarea se continuó en época julioclaudia, como ponen de relieve los foros de Bílbilis, Clunia, Valeria, etc. Durante el periodo flavio se da por concluida la monumentalización de algunas áreas forenses cuyo proyecto se había iniciado años antes. Aunque la actividad se mantiene en el siglo II d. C., de hecho, con el fin del Alto Imperio, se cierra también el capítulo fundamental de urbanismo hispanorromano. Durante el Bajo Imperio tuvo lugar la variación del modelo de organización urbana -centrado en la ciudad- por el de organización rural, extraterritorial e independiente de la urbe. Las ciudades se vieron limitadas en su propio desarrollo, sin que ello implicara la ruina y abandono que suponía la historiografía de hace unos años. Para Hispania, Arce ha reivindicado, con razón, la vitalidad de muchos núcleos urbanos hasta fines del Imperio. Siguiendo la huella de Roma, algunas ciudades se dotaron de muralla, bien edificada ex novo, o bien aprovechando el recinto antiguo. Estas fortificaciones conferían a la ciudad un aire de prestigio a la par que le proporcionaban un elemento de prevención ante posibles peligros. Por ello, las murallas tardías serán, en gran medida, uno de los restos arqueológicos más visibles a la hora de definir el paisaje de bastantes ciudades romanas de la España actual.

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