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Datos principales


Rango

Neolítico

Desarrollo


El Arte levantino tiene una indudable originalidad frente a otros círculos artísticos prehistóricos, tanto desde el punto de vista técnico como desde el artístico o temático. Sin embargo, los diferentes frisos, dentro de una uniformidad más aparente que real, muestran importantes variaciones que responden tanto a las diferencias regionales, locales y de escuela, propias de las distintas manos que las ejecutaron, como a la dilatada cronología en la que se realizaron, a lo largo de la cual evolucionaron las técnicas y los gustos artísticos. Las características técnicas más destacables por su amplia generalización son: 1) El empleo casi exclusivo de la pintura, ya que el grabado es utilizado sólo de manera excepcional y cuando se usa se hace sólo como mera técnica complementaria para el trazado de los perfiles. 2) La utilización de la pintura en dos fases diferenciadas, una primera en la que, con un trazo más o menos grueso, se perfilan las figuras, y una segunda en la que se rellena ese contorneado con una tinta plana, en la que suelen observarse las diferentes pasadas del pincel. Sólo en las microfiguras denominadas por Ripoll de estilo caligráfico se diseña con una única pasada de pincel. 3) Excepcionalmente encontramos figuras que no se han rellenado en su totalidad, bien porque están inacabadas, bien porque esta circunstancia se emplea como recurso artístico, tal es el caso de los cervatos de la cueva dels Cavals, donde se ha querido expresar el moteado del pelaje de las crías para diferenciarlas de los individuos adultos, además de su menor tamaño.

Asimismo la ausencia de tinta plana puede deberse a la necesidad de marcar las líneas de modelado del cuerpo para dar volumen a la figura. 4) Los instrumentos empleados para la aplicación de la pintura son pinceles de pelo, plumas finas u otra materia orgánica. Por el contrario, no hay indicios de la utilización de los dedos o del soplado para difuminar los colorantes, como ocurre en el arte paleolítico. 5) Los colores utilizados por orden de frecuencia son: rojo, negro y blanco, de los que es muy difícil definir las tonalidades, que son especialmente variadas en los rojos. En algunos casos estas tonalidades se deben a la utilización de distintos tipos de colorante, pero en la mayoría de las ocasiones están producidas por otras causas, como son la mayor o menor disolución del colorante mineral, el estado de conservación de las pinturas, el grado de humedad ambiental, la tonalidad de la roca base, etc., hechos todos ellos ajenos a la intencionalidad del autor, ya que se han producido mucho después de su ejecución. 6) Las figuras son siempre monocromas ya que únicamente conviven dos colores cuando se han realizado repintes, de los que es un claro exponente el toro negro del abrigo de Ceja de Piezarrodilla, en el que puede verse una cornamenta blanca que corresponde a una primitiva figura que quedó posteriormente cubierta totalmente por otra de color negro, a excepción de la zona de las defensas, que se rectificaron haciéndolas más abiertas.

7) El tamaño de las figuras tiene una media de unos 10 centímetros, aunque es muy variable ya que oscila entre poco más de un metro y los tres o cuatro milímetros, pero en general dominan las de tamaño reducido y son escasas las representaciones que sobrepasan el medio metro. En conjunto puede afirmarse que las representaciones naturalistas y estáticas de las primeras fases son más grandes que las de la etapa de estilizaciones dinámicas, hecho lógico si se tiene en cuenta que es en esta fase de dinamismo cuando se componen los grandes conjuntos escenográficos con la intervención de un elevado número de figuras. Mucho más difíciles de sistematizar son las características artísticas, si bien existe una serie de aspectos que diferencian a este arte del resto de las manifestaciones plásticas de la Prehistoria. Desde el punto de vista estilístico, el Arte levantino muestra todo tipo de concepciones, desde el naturalismo hasta el esquematismo, pasando por diversas fases de estilización y llegando al geometrismo. Una de las características más singulares es el desarrollo de la composición; como consecuencia de ello el individuo, la figura aislada, pasa a un segundo término para convertirse en parte integrante de una escena al ser el conjunto lo que requiere mayor atención. Este interés por la escena se deriva de que la finalidad básica del arte levantino es la de constituirse en un documento narrativo de las actividades e inquietudes de sus autores.

Por ello sus frisos son eminentemente expresionistas hasta el punto de que el detallismo y el naturalismo se sacrifican en aras de una mayor viveza y expresión del movimiento, ya que es la actitud y no el personaje lo que interesa destacar. Este movimiento se persigue y se consigue muchas veces mediante ciertos recursos estereotipados. Así, en las grandes escenas de cacería o de lucha la idea de velocidad de sus participantes se expresa mediante la ejecución de unos músculos extraordinariamente desarrollados que dan la sensación de potencia en la zancada, y por la colocación de las piernas en una línea horizontal que proporcionan la idea de que las figuras están más en actitud de vuelo que de carrera propiamente. Esta idea de rapidez se acentúa todavía más colocando al conjunto en movimiento descendente, siguiendo una dirección en diagonal desde el ángulo superior derecho hasta el inferior izquierdo de la escena. Por otra parte, las figuras aparecen realizadas directamente sobre el fondo rocoso, al que no se le da ninguna preparación previa; además, falta la representación del paisaje o de un determinado marco, salvo en las contadas ocasiones en las que se aprovechan los propios accidentes naturales de la roca para esconder a un personaje o a una pieza de caza, para simular la oquedad de una colmena, para depositar un recipiente, o para hacer abrevar a un animal junto a una grieta que simula una caída de agua. Esta ausencia de paisaje hace que la representación de elementos vegetales sea muy escasa y que cuando aparecen se presenten de forma muy estilizada y siempre en función de la actividad recolectora humana, pero no como elemento del paisaje.

La temática tratada es muy variada, pues aunque existe una preferencia por las escenas, pasajes y figuras relacionadas con la caza, no faltan tampoco otros temas relacionados con la recolección de vegetales y derivados animales, la monta, la agricultura, la danza, la guerra, etc., lo que nos proporciona una visión bastante completa de diversos aspectos de la vida y las inquietudes de las gentes que realizaron estas obras. La temática tratada explica que las figuras humanas y animales constituyan la inmensa mayoría de las representaciones de este arte; les siguen muy de lejos los geométricos y son todavía más excepcionales los elementos vegetales, los cuales aparecen en escenas de recolección o agrícolas. Más frecuentes son los útiles y artefactos relacionados con las actividades humanas, como es el caso de armas, recipientes, escalas, sogas, etc., igualmente son numerosas las reproducciones de atuendos como tocados, jarreteras, taparrabos, faldas, calzones, etc., pero tanto los útiles como los ornatos corporales constituyen, en realidad, un complemento de la figura humana, pues, salvo en casos excepcionales, no se reproducen de manera aislada. Desgraciadamente, la deficiente conservación de muchos de los conjuntos nos impide reconocer la obra completa e identificar algunas de las escenas, aunque, con los datos que han llegado hasta nosotros, parece bastante seguro que se diseñaron tanto escenas complejas, en las que interviene un buen número de componentes, como figuras aisladas y agrupaciones sencillas de dos o tres elementos.

En el caso de los grandes conjuntos, la figura humana suele ser protagonista indiscutible de la acción, a pesar de que, con frecuencia, se representa en tamaño más pequeño que el de los animales y, sobre todo, se le da un tratamiento mucho más estilizado que a las figuras zoomorfas. Otro aspecto que conviene destacar es el desigual tratamiento que el Arte levantino da a sus dos protagonistas: la figura humana y la figura animal, pues mientras la primera se plasma de forma estilizada e incluso pronto tiende a la esquematización, la figura animal conserva, en la mayoría de las representaciones, un marcado carácter naturalista, indicándose con frecuencia detalles anatómicos y manteniendo casi siempre las proporciones correctas. La mayoría de los tipos humanos posee un tronco muy estrecho en comparación con las extremidades y, especialmente, con las inferiores que, como antes hemos apuntado, adquieren un importante desarrollo para dar la sensación de vigor y, por tanto, de aptitud para la carrera, facultad que tanta importancia tiene para la práctica de las actividades cinegética y bélica. Sin embargo, algunas de las figuras de tamaño medio y, sobre todo, las de dimensiones más reducidas, adquieren un carácter filiforme, sin ningún volumen ni detalles anatómicos, al estar realizadas con un solo toque de pincel. La cabeza suele reducirse a una mancha de tendencia circular, a excepción de aquellos casos en los que se indica el peinado en los que es frecuente la realización de una melena de aspecto piriforme, semejante para las representaciones femeninas y las masculinas.

Los rasgos faciales, salvo en raras excepciones, no están reproducidos a pesar de que en la mayoría de las ocasiones las figuras aparecen de perfil. En todo caso el único rasgo que se indica en esas contadas ocasiones es la nariz, en general bastante prominente. Por el contrario, resulta bastante frecuente la representación del sexo masculino y de los senos femeninos, habitualmente con proporciones algo exageradas. En contraposición a la falta de detalles anatómicos en las figuras humanas, choca el especial cuidado que los pintores levantinos ponen en la ejecución de los adornos corporales así como del armamento y utillaje en general, que o bien es transportado o simplemente utilizado en su actividad. Este aspecto resulta de enorme interés como fuente etnográfica que permite reconstruir condiciones de vida y desarrollo cultural y material de los autores de estos frisos. Los animales, como ya hemos apuntado, suelen ser naturalistas, aunque hay excepciones como el caso del arte macroesquemático de la región alicantina, en que se reproducen dentro de pautas bastante esquemáticas. Sin embargo, el hecho de que generalmente estén realizados con tintas planas es una circunstancia que no favorece la reproducción de ciertos detalles, como el pelaje, los detalles de las pezuñas o el propio volumen del cuerpo.Tanto en la figura humana como en las representaciones animales existe una cierta tendencia, en las etapas más avanzadas, hacia la esquematización que se manifiesta en la multiplicidad de extremidades, el desarrollo de las cornamentas animales, la pérdida de proporciones, el descoyuntamiento de los diferentes miembros, la tendencia a la geometrización y al uso de trazos rectilíneos, la pérdida de naturalidad en actitudes y movimientos y la disminución de la movilidad. De todas formas este proceso de esquematización no es uniforme ni parece tener una clara sincronía, ya que algunas de las escenas consideradas tardías, como es el caso de la monta de un caballo en el abrigo del Cingle, no muestra una acusada esquematización. Detalles como éste nos hacen pensar que esta tendencia no es sólo producto de una concepción artística generalizada, sino de la interpretación de cada autor y de su propia calidad artística.

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