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Ya con anterioridad a su proclamación definitiva como rey de la Corona castellano-leonesa en el año 1230, y gracias al juego de las alianzas con los reyes musulmanes, Fernando III había logrado ocupar, sin ninguna dificultad, Martos y Andújar en el año 1224, que le sirvieron de cabeza de puente en la zona del Alto Guadalquivir, y Baeza en el año 1227. Una vez confirmado en el trono reanudó su ofensiva. En 1232, tomó importantes plazas, como Ubeda, Iznatoraf y San Esteban. En el 1234 y 1235 rindió Medellín, Magacela y Hornachos. Córdoba, la que fuera esplendorosa capital del Califato omeya, se entregó a los castellanos con una facilidad sorprendente en el año 1236.La incorporación del reino de Murcia a la Corona de Castilla fue tarea del todavía infante Alfonso. Amenazado el rey murciano, Ibn Hud, por Granada desde el sur y el oeste y por los catalano-aragoneses desde el norte, se vio obligado a pactar con los castellanos en el año 1243 y ponerse bajo su protección, aceptando la presencia de guarniciones militares en los castillos y los puntos estratégicos más importantes. De esta forma, los habitantes de la ciudad de Murcia y su huerta conservaron sus derechos sobre sus tierras. Sin embargo, no todas las localidades murcianas aceptaron este pacto de igual manera. Lorca opuso resistencia a esa presencia en el año 1244 y lo mismo hicieron los habitantes de Cartagena y Mula al año siguiente, por lo cual fueron despojados de sus propiedades y expulsados de sus tierras.

La anexión de Murcia al reino castellano-leonés significó tener aseguradas las fronteras en la zona oriental, hecho ratificado en el tratado de Almizra (1244), que las fijó definitivamente entre Castilla y Aragón. Fernando III ya podía concentrar sus dispositivos para proseguir con sus ataques contra los musulmanes en las zonas occidentales. Se dirigió primero hacia la cora de Jaén, puerta del resto de la Bética occidental que se encontraba, además, amenazada por los ejércitos portugueses. Se apoderó, primero, de varias localidades de la zona como Arjona y Alcaudete, luego sitió la ciudad para lograr su rendición por hambre. Al no recibir ayuda del reino granadino, Jaén cayó en manos cristianas en el año 1246.

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