Unión definitiva de Castilla y León

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Rango

Reconquista

Desarrollo


A fines del siglo XII la división de los antiguos dominios imperiales leoneses parecía definitiva. Los problemas fronterizos que enfrentaban a castellanos, leoneses y portugueses servían al mismo tiempo para acentuar la cohesión dentro de cada reino y aumentar las diferencias o los recelos ante los otros. Hubo, es cierto, algunos intentos de colaborar militarmente frente a los almohades y se concertaron alianzas rubricadas mediante matrimonios, pero éstos tenían como objetivo reafirmar las alianzas militares o resolver los problemas fronterizos mediante la entrega a los contrayentes o a sus hijos de las tierras en litigio y en ningún caso se buscó la unión política de los reinos; los matrimonios duran tanto como las alianzas que les sirven de base y cuando éstas terminan es fácil conseguir la anulación por Roma basándose en el parentesco entre las familias reales. Uno de estos matrimonios, el celebrado en 1197 entre Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla, hija de Alfonso VIII, permitiría treinta años más tarde reunir de nuevo ambos reinos en la persona de Fernando III. Muerto Alfonso VIII en 1214, el reino de Castilla quedó en manos de Enrique I (1214-1217) sometido a la tutela del noble Alvar Núñez de Lara, que actuó como verdadero rey apoyándose en la fuerza económica y militar de su familia y de las Ordenes Militares, especialmente de la de Santiago, a la que hizo importantes donaciones.

Tres años después de su subida al trono, moría Enrique I y la corona pasaba a Berenguela, que cedía sus derechos a Fernando III, el hijo habido en su matrimonio con Alfonso IX de León. Alvar Núñez y los concejos de la Extremadura castellana y de la Transierra se opusieron al nuevo monarca y tuvieron la colaboración del rey leonés, que aspiraba a recuperar las tierras leonesas arrebatadas por Alfonso VIII y a evitar que la expansión leonesa quedara cortada por Castilla y Portugal. La entrega de algunas plazas y una fuerte compensación económica alejaron al leonés, y sin su ayuda Alvar Núñez y los concejos fueron fácilmente vencidos. La desaparición de los conflictos internos y la presión pontificia, más fuerte que nunca tras la celebración del concilio de Letrán (1215), permitieron centrar las fuerzas en la lucha contra los almohades, debilitados tras la derrota de Las Navas y amenazados en África por los benimerines y en al-Andalus por nuevos reyes de taifas. El peligro de que los avances portugueses cortaran una vez más la salida hacia el Sur de León sirvió de acicate a Alfonso IX para intentar, sin éxito, la conquista de Cáceres, que sería ocupada en 1227 durante la guerra civil que siguió a la muerte del sultán Yusuf II, guerra en la que Fernando III ofreció sus servicios a los jefes militares de Murcia, Córdoba, Granada y Sevilla contra el sultán marroquí, al que opusieron la figura del rey Ibn Hud de Murcia.

El dinero, las parias pagadas por los musulmanes, permitirá a Fernando III unir León a Castilla en 1230 al morir Alfonso IX, en cuyo testamento se dejaba León a Sancha y Dulce, hijas de un matrimonio anterior con Teresa de Portugal; Fernando y su madre Berenguela compraron la renuncia de las infantas al trono leonés y de esta manera se unieron en 1230 los reinos separados por Alfonso VII setenta años antes. La unificación de las fuerzas castellano-leonesas y el acuerdo logrado poco después con el rey de Portugal permitieron coordinar la acción contra los musulmanes, cuyos dominios fueron atacados simultáneamente por los aragoneses de Jaime I, con los resultados ya conocidos. Sólo sobrevivirá el reino de Granada tras aceptar el vasallaje respecto al unificado reino de Castilla-León. El parentesco y los acuerdos entre los reyes justifican la unión, pero ésta no se habría mantenido sin la existencia de intereses comunes. Diferente de León por su situación fronteriza y por el distinto origen de sus pobladores, Castilla irá perdiendo sus rasgos diferenciales con el paso del tiempo, y a medida que avanza la ocupación de territorios por el esfuerzo, conjunto o separado de castellanos y leoneses, disminuyen las diferencias entre unos y otros; en las zonas nuevamente ocupadas, la repoblación es llevada a cabo del mismo modo: el sistema empleado en Ávila o Segovia no difiere del utilizado en Zamora o Salamanca; los habitantes de las nuevas fronteras son libres en su mayoría, como exige la situación de guerra permanente, y son dueños de la tierra que cultivan; al igual que en los concejos castellanos del siglo X, quien posee un caballo pasa a formar parte de la nobleza conocida con el nombre de caballería popular o villana que, con el tiempo, se reservará en exclusiva el gobierno de los concejos, tanto en Castilla como en León, por lo que no puede hablarse de igualdad social en los concejos castellanos y de diferencias en los leoneses.

Las desigualdades y diferencias económicas y sociales en el siglo XIII poco tienen que ver con la división en reinos; en lugar de establecerse estas diferencias entre el Este y el Oeste, entre Castilla y León, se establecen de Norte a Sur en razón de la proximidad o alejamiento de la frontera: los hombres libres dueños de la tierra que cultivan predominan en las tierras nuevas recientemente conquistadas; la dependencia y el cultivo de tierras ajenas serán la norma en las zonas del Norte, tanto en Castilla como en León. Pese a todo, la identificación entre castellanos y leoneses no es total, y reflejo de las diferencias será la celebración de Cortes separadas y el estudio en ellas de problemas distintos para cada uno de los reinos; será preciso esperar a la primera mitad del siglo XIV para que los concejos pidan al rey que celebre conjuntamente Cortes para castellanos y leoneses, para que las diferencias económicas, sociales, jurídicas y culturales hayan desaparecido.

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