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Al-Andalus omeya

Desarrollo


Aparte de algunos fragmentos dispersos de esta poesía tradicional que se han conservado por casualidad en los textos relativos a esta época casi no existe una verdadera literatura árabe propia en al-Andalus anterior al califato. No ha llegado prácticamente nada hasta nuestros días que merezca la pena conservar, lo que no significa que no haya habido vida intelectual. La disciplina más cultivada fue, por supuesto, el derecho, cuyo desarrollo es bien conocido a través de los numerosos repertorios biográficos de sabios, redactados a partir del final de la época califal. Se trataba, como de la poesía, de una importación de Oriente, en la que los andalusíes seguirán las enseñanzas de los maestros y buscarán las obras de referencia, sin separarse de los modelos que se establecerán en al-Andalus a finales del VIII y principio del IX. Uno de los maestros más renombrados de esta época fue el sabio de origen beréber, Yahya al-Laythi, muerto en el 849, que fue, a final del siglo precedente, alumno del gran jurista-tradicionista Malik b. Anas en Medina y redactó la edición más apreciada de al-Muwatto, gran antología jurídica impartida por el fundador de la escuela malikí. Como Sahnun, su homólogo y contemporáneo ifriqí (muerto en el 854), al-Laythi fue uno de los sabios que impusieron en Occidente la preponderancia casi absoluta de la doctrina malikí. Esta cultura arabo-musulmana parece haber tenido una fuerza de penetración sorprendente.

No conocemos el proceso de las conversiones a la nueva religión ni su ritmo que parece haber sido rápido. Elias Terés resalta el carácter fuertemente islamizado que había adquirido una ciudad como Toledo, con una población mayoritariamente autóctona, en poco tiempo a pesar de la oposición política contra el poder cordobés que se mantuvo en la ciudad durante toda la época del emirato. La movilidad de los juristas y literatos designados para puestos de responsabilidad tuvo que tener un papel importante en esta aculturación que llegó hasta regiones muy alejadas de la capital. Ibn al-Faradi conservó, por ejemplo, el recuerdo de un sabio cordobés, Dawud b. Yafar al-Saghir, muerto en el 830, que también había sido alumno de Malik en Oriente y fue nombrado después cadí de Coimbra, zona todavía musulmana en la primera mitad del IX. En lugares tan alejados de Córdoba, el árabe se había implantado muy pronto según la historia de los cristianos de Alafoens, próxima a Coimbra, quienes, en el siglo XI, se decían descendientes de ancestros indígenas que habían pactado con Musa b. Nusayr y hablaban árabe. En un célebre texto, el mozárabe Alvaro de Córdoba, que escribía hacia mediados del IX, se quejaba de que los jóvenes cristianos cultos de su tiempo ya no leían el latín y sólo se interesaban por las obras árabes.

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