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Datos principales


Rango

Al-Andalus omeya

Desarrollo


Otros dos hechos importantes llaman la atención en lo que se refiere a las regiones centrales. Al oeste de Toledo, cuando la crisis del poder omeya en Córdoba estaba en su auge en el año 901, se produjo una gran movilización de las tribus beréberes, bajo la invocación de un Mahdi de origen omeya, un descendiente de Hisham I apodado Ibn al-Qitt. Fue presentado a las masas por un agitador de inspiración fatimí llamado Abu Ali al-Sarray, que denunciaba la pasividad del poder central. Arrastradas por esta predicación, varias decenas de miles de beréberes se lanzaron en una expedición de guerra santa contra la ciudad cristiana de Zamora, centro de una actividad militar no contrarrestada desde entonces por los musulmanes. La empresa fracasó lamentablemente debido a la deserción de los jefes tribales beréberes preocupados por su propia situación, según recogen las fuentes. Al este de Toledo, se observa sobre todo un crecimiento de la potencia del gran linaje de los Banu Dhi I-Nun. Favorecida primero por el poder, esta familia se impuso progresivamente en todas las regiones montañosas situadas entre Toledo y Valencia. Después de la muerte, en 887-888, de Sulayman b. Dhi I-Nun que había recibido del emir Muhammad una investidura oficial, su poder se dividió entre sus descendientes. Estos aparecen dominando una amplia región que se extendía desde Valencia hasta los alrededores de Toledo. Preocupaban tanto a los señores muladíes de la actual provincia de Jaén como a los árabes de Calatrava y a los toledanos.

Como subraya Eduardo Manzano y de la misma forma que se había producido en Zaragoza, la preponderancia de un potente linaje, beréber en este caso, parece emerger de la anterior fragmentación tribal. He creído interesante detallar la composición de la población en estas zonas del sureste de la parte central de al-Andalus para hacer resaltar la relación entre la variedad etno-religiosa de la península y las tensiones que fueron en aumento durante el último cuarto del siglo IX, a pesar de que, como se ve, no existe relación mecánica ni causal entre la pertenencia a un grupo determinado y las alianzas o enfrentamientos que determinaron, durante este período de revueltas, la vida de los diferentes grupos humanos. (Los toledanos estaban generalmente en lucha con los beréberes, lo que no les impidió utilizarlos militarmente; los jefes muladíes no se aliaban siempre entre ellos y vemos a cristianos indígenas masacrados por sus hermanos de raza muladíes.) El hecho más relevante es la segmentación sociológica sobre la base de grupos limitados, cuyos miembros reivindicaban una misma pertenencia. Tal grupo podía, dado el caso, oponerse a un grupo del mismo origen o aliarse con otros grupos etno-religiosos diferentes. Sin ser absolutamente determinantes, las pertenencias y los enfrentamientos tradicionales reaparecían con frecuencia. Así, como ya se ha dicho, según el Mugtabis, los primeros disturbios de esta fitna que se extendió rápidamente a la mayoría de las regiones, se habrían producido en el año 265/878-879 en las regiones meridionales de Sidonia, Algeciras y Málaga y habrían surgido a causa o con el pretexto del viejo espíritu de cohesión (asabiya) que dividía a los árabes entre yemeníes y mudaríes. Según el Bayan, un hijo del emir Muhammad, Abd Allah intentará restablecer el orden y controlar el país, para lo cual levantó castillos (bana husunan) y mandó ocupar militarmente los puntos elevados del relieve donde ya existían refugios que las poblaciones locales utilizaban en caso de peligro.

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