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Datos principales


Rango

Al-Andalus omeya

Desarrollo


La sustitución de una realidad visigoda por otra musulmana se produjo a partir del 712, fecha de la llegada de Musa b. Nusayr a la Península con un ejército de 18.000 árabes para participar de los beneficios de la conquista. Con esta fuerza importante, Musa se fue apoderando de los principales centros del suroeste de la Península, principalmente Sevilla y Mérida (que resistieron varios meses), luego llegó al valle del Tajo, donde amonestó a Tariq por haberse aventurado sin su permiso. En Toledo sin duda, acuñó las primeras monedas que, a pesar de sus leyendas latinas, no seguían en nada los tipos y moldes de los tremises visigodos, sino que se adaptaban al modelo de Qairawan de la misma época, inspirado a su vez en la moneda bizantina, y tomó el control de la empresa de ocupación del conjunto de Hispania, que no dejó ningún territorio insumiso. De este control sobre el territorio de la Península nos queda un precioso testimonio documental, transmitido casi idénticamente en varias fuentes árabes más tardías. Es el célebre Tratado de Tudmir por el cual un importante jefe godo llamado Teodomiro, que gobernaba la región de Orihuela, aceptaba, firmando un tratado de dhimma o protección análogo a los numerosos tratados de este tipo que se conservan en Oriente, la sumisión de los habitantes cristianos de la región ante Abd al-Aziz, hijo de Musa b. Nusayr.

Parece ser que Musa llevó una política reflexiva, algo independiente, por otro lado, de las sugerencias que llegaban de Oriente. Para Chalmeta, habría aplicado a las tierras conquistadas el "derecho de los conquistadores", considerándolas como botín a repartir entre sus soldados, excepción hecha del jums o quinto debido al Estado. En principio, los soldados establecidos en las provincias recibían una soldada y no tenían tierras, a pesar de que la apropiación de tierras se había generalizado desde finales del siglo VII. La política de Musa hipotecaba gravemente la libertad de acción de la administración estatal de la provincia y habría sido ésta la razón, más que las antipatías personales, de la caída en desgracia del antiguo gobernador de Qairawan a los ojos de Sulayman (715-717), el sucesor de al-Walid. Éste, poco antes de su muerte, había mandado llamar a Musa para que volviera a Oriente y rindiera cuentas a Damasco, mandato que cumplió en el verano del año 714. Abd al-Aziz b. Musa, a quien su padre dejó en la zona para acabar la ocupación de la Península y gobernarla desde Sevilla, siguió en la misma dirección. Prosiguió la labor de organización administrativa que su padre debió empezar y, según la Crónica mozárabe, "sometió pacíficamente a todo España al yugo de los impuestos". Pero, según la misma crónica y en las fuentes árabes, al haberse casado con la viuda de Rodrigo habría llegado demasiado lejos y, soñando con liberarse de la tutela árabe del califato y de forjarse un reino en la provincia recién conquistada, se habría dejado convencer por Egilona para adoptar costumbres reales, lo que habría llevado a los jefes árabes de su entorno a asesinarle en 716.

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