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Datos principales


Rango

Hispania visigoda

Desarrollo


A la muerte de Atanagildo en el año 567, la situación de la Hispania visigoda era inestable y estaba amenazada por la fuerte presión ejercida por los francos, bizantinos y algunos sectores hispanorromanos de la Bética. De hecho, no fue hasta el año 568 cuando se eligió como nuevo rey, entre los varios pretendientes, al dux Liuva, en la Narbonensis. Probablemente no contaba con los apoyos y simpatías de todos, especialmente del grupo de partidarios de Atanagildo en Toledo; por esta razón asoció muy pronto al trono a su hermano Leovigildo que, además, se casó con la poderosa viuda de Atanagildo, Gosvinta, y que controló desde los primeros momentos los dominios en Hispania, quedando Liuva replegado en la Narbonensis, aunque compartiendo el reino. La política de Leovigildo, ya desde el correinado y sobre todo desde la muerte de Liuva en el año 573, se caracterizó por el intento de conseguir la unificación del regnum visigótico. Unificación territorial, con una política anexionista de los territorios aún no controlados por él. Así, entre los años 570 y 572 conquistó a los bizantinos plazas como Baza, Medina Sidonia o Córdoba. En el año 574 ocupó la antigua zona de Cantabria. En el año 575 avanzó hacia el reino suevo -movido por la acción del rey Miro contra el pueblo de los runcones o roccones-, tomando los montes Aregenses: al año siguiente consigue imponer su presencia en el reino suevo, sometiendo al rey a un estatuto clientelar; más tarde, en el conflicto civil entre Leovigildo y Hermenegildo, Miro apoyó a éste, pero Leovigildo le obligó a prestarle juramento de fidelidad.

Al morir el rey suevo, su hijo Eborico (583-584) hubo de hacer lo mismo para mantener el reino. Eborico fue destronado por Audeca (583-584), lo que sirvió a Leovigildo para atacar de nuevo; sin embargo, al vencer a Audeca, ya no restableció en el trono a Eborico, con lo que se produjo la anexión definitiva del reino suevo. En el año 577 sofocó la rebelión campesina de la Orospeda, localidad próxima a los territorios bizantinos. Unificación política, con dos vertientes: primera, la creación de un imperium, a imitación del imperio de Justiniano, rodeándose de símbolos regios y llevando a cabo acciones de fundación de ciudades, tareas legislativas, etc., cuya plasmación concreta de poder comentaremos más adelante; la segunda consistió en asociar al reino a sus hijos del primer matrimonio, Hermenegildo y Leovigildo. Pero sin pensar en una división del reino, sino más bien siguiendo el modelo romano bajoimperial. Con ello, además, buscaba la instauración de una monarquía hereditaria y no electiva. Como complemento a esta acción, intentó realizar una política matrimonial con vistas a establecer pactos de amistad con los francos de Austrasia y Neustria. Sin embargo, no tuvo éxito en esto: los intentos de casar a Recaredo, el menor, primero con Riguntis de Neustria, y después con Clodosinda, hermana de Ingunda, fracasaron; el matrimonio de Hermenegildo, el mayor, con la citada Ingunda, hija del rey de Austrasia, condujo al conflicto civil entre padre e hijo.

Unificación social, para lo que derogó la ley de matrimonios mixtos y revisó la legislación precedente, el Código de Eurico, promulgando el Codex Revisus, probablemente de aplicación general al conjunto de la población, según veremos. Unificación religiosa, para lo que intentó atraer al arrianismo a la jerarquía eclesiástica católica. En el año 580 convocó un sínodo arriano en Toledo, donde se acordó facilitar la conversión de los católicos, sin obligarles a rebautizarse, y se trató de aproximar posturas ideológicas y dogmáticas. Sin embargo, fracasó en su pretensión, como lo demuestran los conocidos enfrentamientos entre Masona, obispo católico de Mérida y su opositor, el arriano Sunna, así como el exilio que decretó Leovigildo para el primero y para otros católicos, como Leandro de Sevilla. Es posible que al final intentase suavizar sus posturas para llegar a una política de entendimiento y unión entre unos y otros. Es evidente que algo así refleja la vuelta de los exiliados antes citados. El episodio más problemático del reinado de Leovigildo fue la rebelión de su hijo Hermenegildo. La oposición, e incluso malos tratos, de Gosvinta, ferviente arriana, a su nieta Ingunda, convertida al catolicismo, debió llevar a Leovigildo a otorgar un territorio a Hermenegildo, la Baetica, donde se trasladase y se cortase la "rixa domestica" existente, por utilizar palabras de Juan de Bíclaro.

Hermenegildo e Ingunda se instalaron en Sevilla. Allí, por influjo de su mujer y del obispo Leandro, se convirtió al catolicismo. Aislado de la corte, encontró apoyos en la aristocracia local y el clero católico, y también en parte de la Lusitania y en su capital Mérida, para iniciar una rebelión contra su padre. El conflicto tuvo una indudable significación religiosa -esa es la enseña que enarbolaron los rebeldes y la que esgrimieron fuentes como Gregorio de Tours y Gregorio Magno, quien además hizo de Hermenegildo un mártir de la fe-; pero también fue un conflicto político de rebelión: las fuentes hispanas, Juan de Bíclaro e Isidoro de Sevilla, hablan de él como de un usurpador, tyrannus, contra Leovigildo. Sea cual fuere el motivo inicial, lucha religiosa o intento de usurpación, lo cierto es que terminó por ser un conflicto de estado, en el que al principio hubo cierta tardanza en reaccionar por parte de Leovigildo, tal vez porque no pensase que las dimensiones iban a ser tan graves, y que trajo como consecuencia la derrota de Hermenegildo, aislado y abandonado por sus iniciales apoyos suevos y bizantinos; la toma de Sevilla y Córdoba por Leovigildo; la captura del hijo, al que se desterró a Valencia, para ser trasladado a Tarragona, donde murió a manos del encargado de su custodia, Sisberto, tal vez por orden de su propio padre o de su hermano Recaredo. En cuanto a Ingunda y su hijo, que se habían refugiado en la Spania bizantina -tal vez por un acuerdo entre Leovigildo y los bizantinos-, marcharon a Constantinopla, pero ella murió durante el viaje y del niño se perdió para siempre su pista.

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