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Datos principales


Rango

Hispania Alto Imperio

Desarrollo


El período que conocemos como Alto Imperio en la convencional ordenación cronológica de la historia de Roma se extiende desde la victoria obtenida por Augusto en Accio frente a Marco Antonio y Cleopatra en septiembre del 31 a.C. hasta finales del siglo III d.C., cuando se inicia la obra restauradora de los emperadores ilíricos, que pone fin a la profunda crisis en la que se encuentra inmerso el mundo romano durante la llamada Anarquía Militar (235-268 d.C.). Ordenado usualmente con criterios políticos en función de las distintas dinastías que se suceden en el poder imperial, el período posee, en contraste con las reiteradas guerras civiles que ponen fin a la República Romana, una relativa estabilidad interna, que ha permitido su denominación bajo el epígrafe de la Paz Romana; no obstante, ésta se interrumpe con las guerras civiles de los años 68-69 d.C., que ponen fin al reinado de Nerón y, en consecuencia, a la dinastía Julio-Claudia, y con el conflicto que se desencadena tras el asesinato de Cómodo en el 192 d.C., último emperador de la dinastía antonina, que posibilita el acceso de los Severos al trono imperial. Al margen de las vicisitudes que generan los acontecimientos concretos, el período posee una determinada unidad histórica, que en el plano político está constituida por la instauración del Principado, lo que implica la consolidación del poder personal del emperador en un marco en el que subsisten formalmente instituciones republicanas; en el plano social se produce la restauración y la proyección en las provincias de las tradicionales contraposiciones esclavo-libre, ciudadano-no ciudadano que estructuran la sociedad romana, al mismo tiempo que una clara polarización entre los órdenes privilegiados y la plebe en el interior de la ciudadanía romana.

La difusión de este modelo social se produce en clara relación con el proceso de urbanización que, afectando especialmente a las provincias occidentales, proyecta asimismo nuevos sistemas económicos y un proceso de aculturación cuyos elementos esenciales están constituidos por la difusión de la religión romana, abierta a nuevos cultos de naturaleza mistérica procedentes del Mediterráneo oriental, y por la latinización. La evolución histórica de estos elementos estructurales se encuentra marcada por la progresiva potenciacion de los poderes personales del emperador, que afloran puntualmente durante los siglos I y II d.C., generando las correspondientes tensiones con el senado, y se intensifican especialmente durante la dinastía de los Severos; en el plano social, se observa a partir de mediados del siglo II d.C. la progresiva crisis de la importancia que la ciudadanía romana había ostentado tradicionalmente como punto de referencia en la posesión de privilegios, lo que se relaciona con los desequilibrios que se producen en el funcionamiento de las ciudades, como elementos fundamentales del ordenamiento imperial. Semejantes transformaciones se producen como consecuencia de la evolución del sistema; pero se ven asimismo favorecidas por la proyección de las "gentes externae", que logran, puntualmente durante el reinado de Marco Aurelio y con mayor intensidad durante la Anarquía Militar, franquear las fronteras del Imperio y expoliar las ciudades del interior mediante las correspondientes razzias.

Este proceso, conocido como romanización, posee variantes en las distintas circunscripciones provinciales que conforman el Imperio Romano y en el interior de cada provincia, lo que se explica en el contexto de la realidad indígena inmersa en procesos históricos heterogéneos y en el marco de la propia conquista que, abarcando un espectro cronológico amplio, ha dinamizado desde sus inicios la adecuación de las comunidades anexionadas al ordenamiento histórico del mundo romano. En el caso de la Península Ibérica, el proceso romanizador había estado presente durante la Tardía República y se había desarrollado en su proyección territorial de forma paralela a la propia conquista. No obstante, la actividad de Augusto constituye el punto de partida de la nueva situación existente durante el Alto Imperio, puesto que completa el proceso anexionista iniciado dos siglos antes, reforma el sistema administrativo existente y acentúa la adecuación histórica de las provincias hispanas al mundo romano mediante la potenciacion del proceso de urbanización.

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