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Datos principales


Rango

Periodo prerromano

Desarrollo


La casi totalidad de los datos utilizados para el análisis de la organización socio-política indígena prerromana no son de esta época, sino que han sido extraídos de las fuentes romanas, sobre todo de las epigráficas. Hoy todos los estudiosos están de acuerdo en que lo que ha llegado hasta nosotros reflejado en estas fuentes no es la realidad indígena prerromana, sino la realidad indígena-romana (galaico-romana, astur-romana, vasco-romana, etc.); de ahí la dificultad de analizar por separado estos dos mundos, pues, como dice G. Pereira, conocemos el primero, el indígena, gracias a las formas de expresión del segundo. Por otra parte, a pesar de que aparecen en testimonios de época romana, hoy nadie duda que las gentes, gentilitates y demás formas organizativas indígenas del área indoeuropea peninsular sean de época anterior a la conquista romana; el problema es interpretar el significado de la referencia a estos elementos en época romana. Dentro del conjunto de pueblos que habitaban la amplia zona peninsular de dominio de las lenguas indoeuropeas hay un grupo de ellos, los denominados galaicos por los romanos, que presentan una organización sociopolítica diferente a la de los restantes pueblos del área indoeuropea, tanto en época prerromana, como en los primeros tiempos de la época romana, como intuyó recientemente M.L. Albertos y han demostrado últimamente J. Santos y, sobre todo, G. Pereira. Apenas tenemos información en las fuentes literarias sobre la sociedad que habitaba en el territorio que los romanos denominaron Gallaecia, únicamente algunas menciones en el Periplo de Avieno y en otros autores grecolatinos, pero todas ellas de carácter muy fragmentario e inseguro.

La arqueología ofrece una información interesante transmitiéndonos un panorama bastante unitario que hace pensar en una cierta uniformidad de todos los pueblos, al mismo tiempo que los identifica y los separa de los demás. A este panorama arqueológico se le conoce como cultura castreña; se trata de un hábitat concentrado en núcleos más o menos grandes, que son los castros, habitados por grupos de población que no eran completamente independientes entre sí, sino que habría una especie de comunidades más amplias, que incluían dentro de ellas a los habitantes de un grupo de castros. Estas comunidades aparecen en las fuentes literarias y en la epigrafia con los nombres de populi y civitates: Albiones, Cabarcos, Cilenos, Interamicos, Límicos, Seurros, Célticos Supertamaricos, etc. Por ello éstas que podríamos llamar subcomunidades aparecen en las fuentes con el nombre de castellum: expresamente sabemos que la subcomunidad que vive en el castro de Talabriga pertenece al populus o a la civitas de los Límicos. En toda la documentación epigráfica de Gallaecia no encontramos ni una sola mención a los términos del resto del área indoeuropea, sino un número importante de inscripciones en las que aparecen nombres personales acompañados del signo epigráfico "C invertida", seguido de un término que M.L. Albertos considera un topónimo en ablativo. Este signo aparece normalmente como expresión del lugar de origen de la persona, tanto referido a individuos con onomástica indígena como latina.

Pero las referencias de este signo no son en todos los casos a personas, es decir a su origen personal, sino que en ocasiones hacen dedicaciones a divinidades, lo que marca una clara diferencia con las unidades organizativas del resto del área indoeuropea, que, en ningún caso, aparecen como dedicantes en inscripciones votivas. Cuál sea el contenido del signo epigráfico mencionado, si una comunidad de tipo parental o una comunidad con carácter territorial, que habita un poblado, es el contenido fundamental del debate historiográfico en los últimos años. Como ya hemos expuesto anteriormente, se pensaba que el signo epigráfico "C invertida", que se hacía equivalente a centuria (Schulten, Tovar, M.L. Albertos en su primera época, Le Roux y Tranoy entre otros), reflejaba las mismas formas organizativas que para el resto del área indoeuropea las organizaciones suprafamiliares de que habla M.L. Albertos. Y es precisamente en la interpretación del significado de este signo donde se encuentra la diferencia entre organización socio-política del área de Gallaecia y del resto del área indoeuropea, aunque con ello no queramos decir que en el resto del área las formas organizativas y su grado de evolución sean uniformes. Schulten identifica este signo con centuria como forma organizativa característica de los pueblos indoeuropeos occidentales, la organización gentilicia decimal de que habla Rodríguez Adrados. Esta fue la interpretación admitida por todos hasta que en el año 1975 M.

L. Albertos, a partir de una revisión exhaustiva de las inscripciones del área indoeuropea, llega a la conclusión de que el término que acompaña al signo "C invertida" es un topónimo en ablativo y propone la identificación con castellum con referencia a los núcleos habitados indígenas (castros). Hipótesis que ha sido reforzada con argumentos no sólo epigráficos, sino en su mayoría históricos, por J. Santos y, sobre todo, G. Pereira. En la actualidad se siguen manteniendo dos posturas: 1. Una defendida por Pereira y Santos, que parte, como he dicho, de la intuición de M.L. Albertos, según la cual este signo y el término que lo acompaña, que es un topónimo que hace referencia al nombre de una localidad o poblado, seguramente un castro, no se refieren a una unidad de tipo parental, sino a la comunidad que habita en cada uno de esos castros. 2. Otra que mantienen (o mejor, mantenían, pues recientemente han dado como válida la primera interpretación, aunque no está todavía publicado) entre otros Le Roux y Tranoy, en un primer momento como centuria, aunque posteriormente hayan cambiado su opinión, a pesar de seguir con su no aceptación de la identificación de este signo "C invertida" con castellum, pues piensan que no hay argumentos sólidos que lo permitan. Pero hay un argumento histórico de primera magnitud, ya resaltado por Pereira y Santos en 1979 y completado después por varios trabajos del propio Pereira y finalmente por la Tesis Doctoral de M.

C. González. La mención del signo epigráfico de referencia se mantiene en la epigrafia romana de Gallaecia únicamente hasta finales del siglo I d C. o principios del siglo II, mientras que los términos que en el resto del área indoeuropea expresan unidades de tipo parental se mantienen hasta el siglo III d. C. y, en un caso excepcional, el siglo IV; lo que debe hacernos pensar en que el contenido de unas y otras formas organizativas era distinto, si tenemos en cuenta que la potencia colonizadora era la misma, Roma, y que los instrumentos romanizadores de ésta (implantación de la civitas, concesión del derecho de ciudadanía, explotación económica, reclutamiento de tropas, etc.) son iguales en ambas áreas. Por los datos de la epigrafia y los estudios de Pereira sabemos que a partir de fines del siglo I d. C. la expresión de la pertenencia del individuo a la comunidad, lo es únicamente a la civitas romana, expresada de dos formas: por medio de términos acabados en -ensis, formados en algunos casos sobre nombres de castella (Talabricensis, Valabricensis, Avobrigensis, etc.) y con los términos que aparecían ya anteriormente en las inscripciones precediendo al signo (Limicus, Interamicus, etc.), encontrándose a veces ambas fórmulas en una misma inscripción, como es el caso del denominado "Padrâo dos Povos" (CIL 112477) del Puente de Chaves, del año 79 d. C., inscripción dedicada a Vespasiano y su hijo Tito por diez comunidades que se denominan civitates.

El cambio de forma de expresar la comunidad de la que es originario el individuo (el origo) es de tal importancia que podemos decir que, si ha cambiado la forma de expresar el origo, ha cambiado también la forma de organizarse las comunidades. Los datos que en este punto proporciona la arqueología son también de gran importancia. Las excavaciones llevadas a cabo por C.A. Ferreira de Almeida en el castro de Monte Mozinho (norte de Portugal) han puesto en evidencia que en época fiavia hay una reorganización dentro del poblado, con construcción de casas de planta cuadrada, fruto del influjo romano, así como la posible construcción de un templo al dios supremo romano Júpiter Optimo Máximo. La combinación de unas y otras fuentes nos llevan a pensar que en la segunda mitad del siglo I d. C. las comunidades indígenas de Gallaecia empiezan a transformarse en un nuevo modo de organización sociopolítica, abandonando el sistema indígena y adoptando las estructuras político-administrativas romanas. Resumiendo, a partir de los trabajos de G. Pereira, se puede afirmar que podemos distinguir dos momentos en la forma de organizarse la sociedad galaico-romana: 1. Dentro de un populus o civitas (posiblemente ya en época prerromana) existen una serie de asentamientos, sin duda no muy grandes, que deben responder a los abundantes castros conocidos por la arqueología. En cada uno de estos asentamientos vive una comunidad, autónoma frente a otras comunidades hermanas (por eso dentro del territorio del populus se, expresa la pertenencia del individuo a uno de esos núcleos), pero que junto con ellas compone el populus (por ejemplo el pueblo de los Límicos).

Desde el exterior y en las relaciones de derecho público todos son límicos, grovios, etc. Para el exterior estas pequeñas comunidades no tienen entidad suficiente para definir la ciudadanía de las personas, aunque dentro del populus sean la unidad básica. 2. Se produce un cambio sustancial en la organización de las comunidades indígenas, cuando desaparece de la epigrafia la mención a los castros y, en su lugar, aparecen dos tipos de civitates, que son las que dan el origen de las personas, con términos de formación distinta, pero todas denominadas civitates. Esto quiere decir que en la reestructuración producida (en época flavia según todos los indicios) las nuevas comunidades se han organizado tanto a partir de alguno de los núcleos de población existentes en el interior de un populus o civitas, como a partir de la propia civitas indígena.

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