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Datos principales


Rango

Prehistoria

Desarrollo


La característica mejor conocida de los homínidos del Paleolítico Inferior es su capacidad de desarrollar una tecnología progresivamente más compleja. Aunque este despegue cultural está representado sobre todo por la talla de instrumentos de piedra, algunos yacimientos con condiciones especialmente favorables han permitido constatar que estaban acompañados de útiles de madera (lanzas endurecidas al fuego de Torralba, similares a las encontradas en Clacton-on-Sea, Bilzingsleben o Kärlích) y por fragmentos de huesos de animales que podrían haber servido como espátulas, cuchillos o punzones ocasionales sin necesidad de una transformación sistemática. Además, es preciso recordar que prácticamente todos los instrumentos líticos que caracterizarán a las culturas del Paleolítico Medio y Superior fueron ideados durante el Achelense (raederas, raspadores, buriles, perforadores...) y que la invención más importante que hicieron los homínidos del Paleolítico Inferior tuvo que ser el control del fuego, sin el cual no sería posible su supervivencia en los climas rigurosos de Europa. Los asentamientos conocidos en la Península Ibérica, al igual que los investigados en el resto del Viejo Mundo, reflejan hábitos muy variables durante esta fase. Se trata casi siempre de sitios al aire libre, generalmente cerca de los cursos de agua, que revelan ocupaciones de poca duración, a veces repetidas en varias ocasiones.

Sólo a comienzos ya del Paleolítico Medio parece que empieza de un modo sistemático el hábitat en cueva, aunque posiblemente ello no implique que las ocupaciones sean más permanentes dado que los sistemas económicos basados en la explotación de los recursos naturales de una región obligan a la movilidad de los grupos humanos para mantener la rentabilidad. Hay que señalar, sin embargo, que durante el Paleolítico Inferior algunos investigadores opinan que se han encontrado vestigios de las primeras cabañas o paravientos (Olduvai, Lazaret), pequeñas construcciones circulares con las paredes hechas posiblemente de ramas y reforzadas con algunas piedras en la base. En la Península no hay estructuras comparables, pero se han documentado hogares, de los cuales el mejor ejemplo es el de San Quirce del Río Pisuerga (Palencia). La evidencia arqueológica es especialmente susceptible de ser utilizada en las reconstrucciones paleoeconómicas y por eso es en este tema en el que han surgido los mayores debates durante los últimos años. Estos se han centrado sobre todo en la interpretación de un tipo de yacimiento muy característico del Achelense: los denominados kill sites o cazaderos. Aunque son sitios originalmente localizados en Africa oriental, algunos de sus mejores ejemplos se encuentran en la Península Ibérica (Aridos I y II, Arriaga II, Torralba, Ambrona, La Solana del Zamborino, La Cuesta de la Bajada...) Se trata de depósitos fluviales o lacustres en los que aparecen restos de algún animal grande, especialmente proboscídeos, junto a grandes instrumentos cortantes (bifaces, hendedores.

..) no muy numerosos, acompañados a veces de huesos sueltos de otros animales de menor talla. En los yacimientos sorianos de Torralba y Ambrona, excavados primero por el Marqués de Cerralbo, luego por F. C. Howell y últimamente investigados por M. Santonja, la situación es mucho más compleja, porque en ellos existen restos de muchos elefantes, caballos, bóvidos, ciervos y rinocerontes en depósitos de un antiguo lago que deben interpretarse como una acumulación formada en diferentes etapas. En los kill sítes típicos, en cambio, todo parece indicar que un grupo no excesivamente numeroso de homínidos descuartizó el cadáver del animal, probablemente para llevarse la carne residual y otros tejidos aprovechables hacia un campamento-base, en una breve ocupación que sólo supone una actividad especializada de aprovechamiento. El debate se plantea acerca de la muerte del animal descuartizado, puesto que algunos investigadores, basándose sobre todo en la interpretación clásica de Torralba, han supuesto que los homínidos eran los causantes de la misma, puede que asustando a su presa y empujándola, mediante el uso del fuego, hacia zonas húmedas, donde al quedar atrapada en un medio cenagoso sería más fácil de abatir con lanzas y grandes piedras. Otros investigadores, como el mismo L. Binford, tras un examen crítico de las evidencias conocidas, consideran improbable que los hombres del Paleolítico Inferior, dotados de tecnologías y sistemas de organización social muy rudimentarios, se especializasen precisamente en la captura de grandes mamíferos, potencialmente peligrosos y cuya masa podía abastecer de proteínas a un grupo extremadamente numeroso, dato también incompatible con el pequeño tamaño que se estima debían tener las bandas durante el Paleolítico Inferior.

Para estos investigadores, los cazaderos debían ser denominados más bien butchering sites, sitios de despedazado, y revelarían posiblemente los hábitos carroñeros de los primeros homínidos, que aprovecharían los tejidos marginales, sobre todo el tuétano de los huesos, de animales muertos por causas naturales o cazados por carnívoros. Es posible que ambas interpretaciones no sean incompatibles, ya que los grandes depredadores son también carroñeros en mayor o menor medida y que exista un componente evolutivo en el énfasis de la caza por parte de los hombres del Paleolítico Inferior en detrimento del aprovechamiento de las carcasas abandonadas por causas naturales en las proximidades de los cursos de agua. Por último, no hay que olvidar que a lo largo de esta etapa el hombre colonizó las latitudes cálidas y templadas del Viejo Mundo, lo que puede indicar que sus grupos se podrían haber diversificado hasta el punto de que no todos se mantuviesen de los mismos recursos animales a lo largo de tan dilatado intervalo de tiempo. Aparte de este debate, lo cierto es que los alimentos de origen vegetal deben haber representado un papel importantísimo en la dieta de estos homínidos, tal y como ocurre en la actualidad con la mayor parte de los cazadores-recolectores.

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