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Berlín

Desarrollo


La guerra tocaba a su fin y los aliados tenían bastantes temas sobre los que ponerse de acuerdo. El presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt, cada vez más afectado por la poliomielitis, hubiera deseado celebrar aquel encuentro en los Estados Unidos, en vez de realizar un viaje tan largo. Pero Stalin presionó hasta conseguir que el encuentro tuviera lugar en Yalta. Le convenía jugar en casa, ser el generoso anfitrión y disponer el escenario según sus intereses. Roosevelt cedió porque esperaba de Stalin la aceptación de las Naciones Unidas, su gran sueño, aquella obra que habría de perpetuarle... Churchill cedió a regañadientes; era el menos poderoso de los tres grandes y, además, estaba en difícil situación política porque las elecciones generales británicas debían celebrarse en julio... Churchill y Roosevelt llegaron a Yalta, localidad veraniega de Crimea, el 3 de febrero de 1945. El presidente norteamericano, en atención a su enfermedad, fue hospedado en el palacio de Livadia, antigua residencia de los zares, donde también se celebró la conferencia. Esta dio comienzo el día siguiente con un Stalin en plan encantador, que proponía a Roosevelt como presidente permanente de la conferencia, honor que les correspondía ejercer a cada uno de los tres grandes por turno. Con esa maniobra, el dictador soviético se ganaba aún más el ánimo del presidente norteamericano y restaba peso a Churchill, realmente el único rival que allí tendría la política soviética.

En efecto, a Roosevelt le obsesionaba el tema de las Naciones Unidas, conseguir de Stalin que la URSS formase parte de la ONU. El resto casi lo abandonaba por completo en manos de sus asesores. Pero éstos estaban próximos a los intereses políticos soviéticos. El secretario de Estado, Stettinius, era a la sazón un político inexperto; Harry L. Hopkins, la eminencia gris de la Casa Blanca, confesaba abiertamente sus simpatías por Moscú y el cuarto hombre de la delegación USA, Alger Hiss, era un espía a sueldo del Kremlin, como reconocería ante un juzgado de Nueva York en 1950. Churchill, opuesto a parte de lo acordado en Yalta, se encontraba en inferioridad numérica y en debilidad moral, debido a sus acuerdos con Stalin del mes de enero, y política, como se demostraría con su derrota electoral del siguiente verano. A lo largo de 8 sesiones plenarias, de similar número de reuniones de ministros de Exteriores, de 4 banquetes oficiales y de varios centenares de brindis, se concretó en documento en 14 apartados, que trataban de la victoria sobre Alemania, de su ocupación y de las consiguientes indemnizaciones de guerra; de la conferencia para la puesta en marcha de la ONU; de Polonia, de Yugoslavia; de la Europa liberada; de la unidad entre los vencedores de la guerra; de las reuniones que los ministros de exteriores deberían sostener después de Yalta, y, finalmente, se acordaba la entrada de la Unión Soviética en guerra contra Japón inmediatamente después de la rendición de Alemania.

De todo esto, lo más importante era la división de Alemania en cuatro zonas de ocupación; con una de ellas, la soviética, se creó la República Democrática Alemana. Las reparaciones de guerra se fijaron en 20.000 millones de dólares, que en un 50 por ciento serían destinados a la URSS, como país más castigado por la guerra. Respecto a Polonia se decidía que perdiera buena parte de sus territorios orientales y que ganase otros en sus fronteras occidentales, a costa de Alemania. Churchill protestó, alegando que era una salvajada que desplazaría a millones de polacos y a millones de alemanes: Stalin se mantuvo firme, aduciendo que de hecho tal fenómeno ya se había producido a causa de la guerra, lo que sólo era verdad a medias. Pero mayor disgusto para el premier británico fue la imposición soviética de su protegido gobierno de Lublin como régimen para Polonia, aceptando a duras penas la participación del Gobierno polaco en el exilio... Londres, que había entrado en guerra a causa de Polonia y que había mantenido unidades militares polacas en su ejército, combatiendo en África, Italia y Francia, se quedó humillada. Roosevelt se sintió al final feliz cuando Stalin accedió a formar parte de las Naciones Unidas, aunque pretendió que figurasen por separado las 16 repúblicas que entonces formaban la Unión Soviética. Era excesivo, pero al final logró que figurasen Rusia, Bielorrusia y Ucrania.

Otra victoria de Stalin fue conseguir el derecho al veto para los cinco grandes (2) en el Consejo de Seguridad. El 11 de febrero se despidieron Stalin, Churchill y Roosevelt. Fue la última entrevista que sostuvieron y quizás fue la más trascendental para el mundo; hijas de Yalta fueron la división de Alemania, la configuración geográfica y política de Polonia, la presencia soviética en el Extremo Oriente, el telón de acero, la escasa operatividad de la ONU, etc. Pero aún no era el momento para los análisis. Las fisuras entre aliados comenzaban a verse, pero eran mucho menores de lo que Hitler creía y deseaba. Toda Centroeuropa era un inmenso campo de batalla donde combatían 12 millones de hombres y donde la guerra era cuestión de semanas.

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