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Rango

Neocla3

Desarrollo


París y Roma son, sin duda, los centros más importantes del debate arquitectónico y artístico de la segunda mitad del siglo XVIII. En Francia, el clasicismo se ve sometido a interpretaciones que en su apariencia canónica contienen algunos de los argumentos más renovadores del proyecto moderno. Así, por un lado, el clasicismo es entendido en clave nacional, fundamentalmente antiitaliana, ya fuera para exaltar la tradición francesa, entendida a partir de las preocupaciones por los sistemas constructivos o de distribución de los edificios, o para defender los modelos universales de la arquitectura griega. Por otra parte, la apuesta por una arquitectura nacional parecía resolver la antigua Querelle entre antiguos y modernos a favor de estos últimos, tal y como había planteado Perrault en el siglo anterior. Por eso, el triunfo de los modernos sintonizaba bien con la crítica de los ilustrados al barroco y al rococó, ya que, atravesados por el racionalismo del Siglo de la Luces, ponían en cuestión la autoridad de la Antigüedad, estableciendo nuevos principios basados en conceptos tales como la imitación de la naturaleza o la defensa del carácter constructivo y funcional de la arquitectura. Es, precisamente, en este contexto en el que se produce tanto la poderosa influencia de los ingenieros y su cultura científica y técnica como la valoración del gótico, lo que comportaba no tanto una moda estilística cuanto su consideración en términos constructivos y nacionalistas. Mientras tanto, la Academia de París intentaba mantener activa la tradición clasicista moderna y hacerse eco de las innovaciones que la manía por lo antiguo estaba planteando en Italia.

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