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Cd1017

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Insistimos en que los testimonios de la época son muchos y heterogéneos, pero cabe contemplar los conflictos mencionados como algo que afecta de forma genérica al arte del Romanticismo desde sus orígenes. No es que los orígenes se puedan ubicar en el tiempo de forma muy puntual, como un pistoletazo de salida, pero cabe considerar las fechas en torno a 1800 como el punto de partida de esta corriente artística como algo diferenciado. Se ha hablado de la epidemia romántica, y; al menos en este caso, los virus no se formaron de la noche a la mañana, sino que sufrieron un largo proceso de incubación. Pero, dejando a un lado ahora los diversos antecedentes, las bases teóricas del primer romanticismo se asientan en los últimos años del siglo XVIII, y en las artes plásticas comenzamos a encontrar testimonios representativos a partir de 1800. El afianzamiento del Romanticismo coincide en el tiempo con la llegada al poder de Napoleón, y esto no sólo es una anécdota.En más de un sentido, el proceso revolucionario francés afectó a los comportamientos artísticos de manera implícita y explícita, y, en buena medida, la historia del Romanticismo arrastra la renovación intelectual de la Ilustración y es la historia de las consecuencias de la Revolución y de las respuestas a ella en el plano artístico. Cuando señalamos los jalones cronológicos del Romanticismo, consideramos el medio siglo que va de los orígenes mencionados a las revoluciones de 1848.

En este amplio período de tiempo no puede hablarse en Europa, de todos modos, de una unidad, ni desde el punto de vista de los ideales político-sociales, ni desde el punto de vista artístico. La expansión napoleónica, por ejemplo, tuvo por efecto el advenimiento de una fuerte conciencia nacionalista en los países invadidos, que no coincide con las primeras tesis románticas. Después de 1815, con la caída de Napoleón, se hizo notorio el cambio de las tesis revolucionarias por las restauracionistas en nuevos círculos artísticos adscritos a la moda del Romanticismo.Efectivamente, en la Europa de los absolutismos (1815-1848) la cultura artística sufre un cambio notable que opera sobre el primer romanticismo, introduciendo en él criterios positivistas, historicistas y conservadores que se reconocen en buena parte de la producción artística. Esto se observa, por ejemplo, en la consolidación del nazarenismo, cuando éste se introduce de forma perentoria en las Academias, lo mismo que en la arquitectura, cuando se afianzan los criterios arqueologistas e historicistas en los diversos revivalismos, o cuando los criterios neoclasicistas sirven a la voluntad de representación absolutista, como ocurre, por ejemplo, en nuestro país con la mayor parte de la arquitectura fernandina.Hay, no obstante, una variante del fenómeno romántico, también muy extendida, que es la que, por otro camino, busca una alternativa al clasicismo y al romanticismo idealistas del 1800.

Es aquella que se plantea un mejor conocimiento o un reflejo más inmediato de la realidad. En esta vía se sitúan, por ejemplo, la imagen pequeño-burguesa de los cuadros Biedermeier, en su vertiente realista y urbana, un paisaje típicamente objetivista como el de Waldmüller e, igualmente, el lento auge del costumbrismo en diversos países y, entre ellos, España. Además, el uso de la cámara oscura, preludio del auxilio de los daguerrotipos, se hizo relativamente común entre los pintores.Este contexto poco tiene que ver con la cultura artística de la Ilustración de fines del siglo XVIII o con la civilización revolucionaria, y seguimos denominándolo romántico. Tampoco es que constituya una unidad sin fisuras: todo lo contrario, nos encontramos con una gran diversificación según los países y con notables alteraciones y rivalidades en los gustos, especialmente en Francia. Hagamos notar que la cultura romántica se educa en una visión historiográfica con fuertes componentes dialécticos que implícitamente se reflejan en la dinámica de los idearios artísticos que nos informan sobre la tradición romántica. Si, por ejemplo, en torno a 1800, como indicábamos, nos encontramos con una verdadera obsesión por desdibujar los límites entre los géneros artísticos, el auge del historicismo en los años veinte -también románticos- iba acompañado por una reivindicación de modos artísticos bien diferenciados y de una clara distinción y jerarquización de los géneros.

Si nos centramos en las tendencias dominantes podremos observar que la evolución de la práctica artística no es sincrónica en los diversos países, y nos encontraremos con grandes desemejanzas, incluidos los gustos formales. El subjetivismo fue, por ejemplo, un componente fundamental en los primeros romanticismos alemán y británico, que luego sufrió la disciplina de los ideales restauracionistas, mientras que, a la inversa, en Francia se afirmó con rotundidad en un momento algo tardío, ya con Géricault y Delacroix, aunque también es verdad que con nuevos contenidos.Esta obra quiere presentar una síntesis selectiva de esas variadas tendencias que aunamos bajo la rúbrica de movimiento romántico. Consideremos que un síntoma de época es la diversificación estilística, que en la Edad Contemporánea ha venido a afirmarse como proceso irreversible. Nos ocuparemos, por tanto, no sólo de entender las razones que explican las peculiares tendencias abiertas por el Romanticismo en el 1800, sino también de distinguir las inflexiones que señalan cambios importantes en su trayectoria con más detalle de lo que ha podido ser mencionado en esta introducción.

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