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Anzio/Cassino

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Para la mayor parte del mundo católico italiano, el fascismo se presentaba como un peligro menor que el representado por el socialismo. Después del asesinato de Matteoti, un artículo de la Civittá Cattolica, declaraba que cualquier colaboración de los católicos con los socialistas era ilícita: ni conveniente, ni oportuna; ni lícita.El temor, declarado repetidas veces, a Rusia explica que el secretario de Estado Gasparri viese en el Duce la salvación de Italia del peligro ruso, de los bolcheviques. Otro factor de acercamiento fue la hostilidad hacia el liberalismo y el recuerdo de las vejaciones más o menos graves que el Estado liberal había infligido a la Iglesia.Ante las violaciones de que son objeto las asociaciones católicas, el Papa no protestará en nombre de la libertad de asociación, sino en virtud de la naturaleza religiosa de dichas asociaciones y de la autorización que la Iglesia les concede para ejercer sus funciones.Este punto de partida, esta perspectiva aparentemente unilateral y egoísta, puede explicar que, sobre todo en los primeros tiempos, las protestas de la Iglesia se produzcan sólo cuando se violenten sus derechos. Podría decirse que, para la Iglesia, el Estado fascista estaba más cerca del modelo ideal del Estado católico que el Estado liberal. Era, como lo iba a demostrar la historia, un error de perspectiva.Y, sin embargo, las relaciones entre el fascismo y la Iglesia fueron a menudo tensas y conflictivas. En la encíclica "Non abbiamo bisogno", del 5 de julio de 1931, Pío XI condenaba el Estado totalitario y sus pretensiones de monopolio en el campo de la educación de la juventud, declarando que, para un católico, era ilícito el juramento de fidelidad al Duce, a no ser con la reserva de "salvo las leyes de Dios y de la Iglesia".Sin embargo, no faltó el apoyo moral al régimen por parte de obispos y sacerdotes en momentos importantes, como en la guerra de Etiopía. Por ejemplo, el cardenal Schuster, arzobispo de Milán, exaltó en la catedral la bandera italiana que, en los campos de batalla de Etiopía, "lleva el triunfo de la Cruz de Cristo, rompe las cadenas, allana el camino a los misioneros del Evangelio".

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