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Anzio/Cassino

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Un difícil equilibrio entre una política de neutralidad y otra de solidaridad en el resto de los países escandinavos caracterizó la postura sueca durante la Segunda Guerra Mundial. Frustrados, en 1937, sus proyectos de lograr una alianza interescandinava que asegurara la zona, por la oposición danesa, procuró a partir de entonces contar sólo consigo misma y evitar suspicacias con Alemania y la Unión Soviética.Con esta postura se declaró neutral el 3 de septiembre de 1939 y se limitó a favorecer las negociaciones entre los beligerantes. Este distanciamiento de la guerra no le evitó sufrir duramente sus efectos, en lo que respecta a la Marina Mercante, sobre todo, ya que por su posición geográfica sus barcos estuvieron sometidos a un doble control, alemán e inglés.La neutralidad sueca se vio seriamente comprometida en dos ocasiones. La primera durante el conflicto ruso, a finales de octubre de 1939, y la segunda durante la invasión alemana de Noruega y Dinamarca.En ambas hubo de elegir entre la solidaridad con su área y la necesidad de mantener su postura inicial. Vencieron las consideraciones realistas y el Gobierno sueco se mantuvo neutral. Pero decidió prestar todo tipo de ayuda -salvo la militar- a sus vecinos, pasando, por tanto, de una estricta política de neutralidad a lo que se ha considerado como un intervencionismo no beligerante.Desde el punto de vista económico, Suecia osciló claramente hacia Alemania. Sus exportaciones y, sobre todo, el mineral de hierro tenían allí su destino y con la marcha de la guerra esta corriente se aceleró.

La metalurgia alemana dependía esencialmente de sus suministros y Hitler advirtió que cualquier interrupción en los envíos sería considerada como una prueba de hostilidad. El Gobierno sueco los siguió asegurando, aunque para ello debió comprometerse a impedir la entrada de cualquier tipo de tropas en los yacimientos.Como contrapartida, y también en nombre de la neutralidad, Suecia alquiló desde 1940 su flota a los aliados. Un problema constante fue la cuestión del tránsito alemán. La inicial negativa sueca a permitir el paso por su territorio de soldados y municiones se suavizó, por razones humanitarias, para el tránsito de personal de la Cruz Roja y de suministros médicos.A finales de junio de 1940 su postura cambió. Rodeada por territorios alemanes y de la Unión Soviética y dependiente totalmente de los suministros del III Reich, el Gobierno debió ceder y el 8 de julio firmó un acuerdo regulando la cuestión del tránsito. Vigente hasta el 5 de agosto de 1943, suponía una cierta supeditación a Alemania y permitió el paso de soldados con licencia, el vuelo de aviones correo y, excepcionalmente, el transporte bélico.A medida que la situación aliada se consolidaba, cambió el signo de las concesiones, se estudió seriamente el problema del tránsito y se fueron cortando las exportaciones de minerales.Pese a las presiones de los beligerantes, Suecia pudo permanecer neutral. Por su posición geográfica quedó marginada del área de las operaciones. Hitler respetó esta marginación, ya fuera por la necesidad de admitir los deseos rusos de mantener su neutralidad, ya porque considerara superflua su ocupación, una vez asegurados los suministros de hierro.Fue el área marítima la más directamente implicada en la marcha del conflicto, por su posición geográfica y por las perspectivas estratégicas de los beligerantes.Uno de sus ámbitos más característicos, el Benelux, será campo de batalla, mientras el insular se convertirá, desde junio de 1940, en la clave de las operaciones.

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