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Rango

Barroco3

Desarrollo


Seguramente, aun pasmando, las novedades de Bernini fueron para sus coetáneos más asimilables y comprensibles que las rigurosas e inquietantes del verdadero genio arquitectónico del Barroco romano, Francesco Castelli, il Borromini (Bissone, Canton Ticino, 1599-Roma, 1667). "Fue hombre de grande y bello aspecto... de fuerte ánimo y de altos y nobles conceptos... vivió constantemente, ... estimó mucho su arte por cuyo amor no perdonó fatiga; para que sus proyectos tuvieran una completa limpieza, los hacía de cera, y a veces de arcilla, con sus propias manos". Así trazó Baldinucci el retrato de quien inauguró una nueva era arquitectónica, corroyendo los principios canónicos, preordenados, autoritarios y preceptivos de la tradición. Y eso que, al mismo tiempo, no dejó nunca de nutrirse a lo largo de su carrera de la producción clásica (arquitectura imperial romana de Oriente, de la que recogía su fantasía formal y su variedad de azarosas soluciones estructurales), medieval (gótica, sobre todo, con su atención por los detalles decorativos más diminutos) y renacentista (desde el carácter geométrico y el fervor por la limpieza monocromática de Brunelleschi a la trágica tensión espiritual de Michelangelo).Frente a los otros dos grandes protagonistas del Barroco romano, Bernini y Da Cortona, de genios polivalentes, en contacto con la corte pontificia y los círculos aristocráticos, la afirmación de Borromini es sólo como arquitecto y extraña al ambiente pontificio.

Aun así, no puede explicarse el hecho con la versión de la empedernida rivalidad entre Bernini, triunfador y acaparador de encargos, y Borromini, marginado y obligado a contentarse con comitentes de segundo grado. La cuestión, como en el caso Carracci-Caravaggio, reside en el fuerte y agudo antagonismo de sus temperamentos, y sobre todo en la formación, método de trabajo y concepción de la arquitectura. Mundano, brillante, sereno y extrovertido, Bernini se educó como escultor, alcanzando la arquitectura desde la escultura, al igual que los más de sus colegas renacentistas, permitiéndose como arquitecto sólo las libertades del innovador plástico consciente de la tradición, que confió la ejecución de sus obras a los discípulos. Al contrario, excéntrico y solitario, celoso de la perfección, intransigente y severo, Borromini (que decidió acabar con su vida, en un delirio hipocondríaco) llegó a la arquitectura a través de un riguroso iter artesanal como cantero y tallista, que desembocó en una alta concepción y dominio de la técnica edilicia, manteniéndose constante en su deseo de aprender (recordemos que, a su muerte, poseía más de mil libros de diversas disciplinas).Hijo de un humilde cantero lombardo, probablemente se formó como picapedrero en las obras de la catedral de Milán, que dirigía Richino. En Roma desde 1619, trabajó en los tajos de San Pietro como tallista, marmolista y estucador, siendo acogido por Maderno, pariente lejano, que pronto lo empleó como colaborador y diseñador en Sant 'Andrea della Valle (suya es la linterna) y en el palacio Barberini. Muerto Maderno, continuó como principal ayudante de Bernini, que le dio libertad diseñadora, sobre todo en el palacio Barberini (la escalera de caracol y la fachada al jardín serán suyas) y en el gran Baldaquino (el coronamiento es invención suya). Precisamente, en estos trabajos fue donde se gestó el fuerte conflicto que, por contraste de gusto y diferente interpretación de los detalles arquitectónicos, evidenciaba unos objetivos lingüísticos irreconciliables.

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