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El 5 de agosto se presentó el mariscal Antonescu, conducator de Rumania (15), en el cuartel general de Hitler en Rastenberg con un puñado de protestas y reivindicaciones que hacer a su amigo el Führer. Antonescu no se sentía nada seguro respecto a los soviéticos, que habían guardado una tensa calma ante el sector del grupo de Ejércitos Ucrania Sur mientras zarandeaban a los alemanes en los restantes frentes del Este. El dictador rumano protestaba porque al jefe del Grupo de Ejércitos Ucrania Sur se le habían retirado 10 divisiones para reforzar otros frentes. También se quejaba el Conducator de la ineficacia de la Luftwaffe ante la creciente actividad de la aviación soviética, cuyos bombardeos causaban graves pérdidas económicas a su país. Finalmente proponía un sacrificio territorial por su parte para acortar el frente y mejorar sus posiciones defensivas, retrasándolas a una línea, dispuesta en los años treinta por ingenieros belgas, que iba desde las bocas del Danubio hasta la ciudad de Galatz, se resguardaba tras el curso del Siret y alcanzaba los Cárpatos. Según David Irving, Hitler habló a Antonescu durante horas y horas; minimizó los problemas de Alemania, restó importancia al atentado de la quincena anterior y fantaseó sobre sus nuevas armas: nuevos y formidables tanques y cañones, un nuevo explosivo "en fase de experimentación" capaz de no dejar títere con cabeza en un radio de dos millas.

.., de bombarderos que volaban más rápidos que cualquier caza conocido, de cohetes-bomba infinitamente más poderosos que las V-1... Antonescu se fue, al fin, sin insistir más sobre aquella prudente retirada que recomendaba. Cuando la comitiva de automóviles se puso en marcha, Hitler corrió hasta la ventanilla del dictador rumano y le gritó: "¡Antonescu!, ¡Antonescu! ¡bajo pretexto alguno acuda al palacio del rey!" Antonescu hizo parar su coche porque no entendía y Hitler volvió a decirle: "¡No vaya al castillo del rey!" Antonescu no vería jamás las prodigiosas armas prometidas por Hitler, pero pronto pudo comprobar que la premonición de su amigo respecto al palacio real se cumplía fatalmente para él y para el Grupo de Ejércitos Ucrania Sur. En ese frente, que iba desde los Cárpatos al Mar Negro, se concentraban los Grupos de Ejércitos de Malinovsky (Segundo Frente de Ucrania) y Tolbukhin, (Tercer Frente de Ucrania), con cerca de un centenar de divisiones de infantería y siete cuerpos blindados, -no menos de 1.500 tanques- una formidable artillería y el control del aire. Enfrente Friessner disponía de 27 divisiones alemanas y 20 rumanas para guarnecer una línea de 654 kilómetros en la tremenda desventaja de 1 a 1,5 en infantería, 1 a 5 en carros, 1 a 2 en artillería, 1 a 3 en aviones... El 20 de agosto, de madrugada, Malinovsky atacó frente a Iasi, haciendo tronar más de 4.

000 cañones, morteros y lanzacohetes sobre un sector de apenas 20 kilómetros; 150 kilómetros más al este, en Tiraspol, Tolbukhin aún pretendió una destrucción mayor y sobre una zona de 30 kilómetros volcó el fuego de unos 8.000 tubos. Resistieron bien los alemanes los mazazos de Malinovsky, pero Tolbukhin abrió en canal al III Ejército rumano, avanzando rápidamente y girando hacia su derecha, amenazando al VI Ejército alemán. Friessner debió meter en el combate a todos sus reservas para evitar el desbordamiento y al finalizar el día debía batirse en retirada sin poder romper el contacto con los soviéticos. Justo entonces le permitió Hitler replegarse a la Línea Danubio-Galatz-Siret-Cárpatos... Pero ya era tarde (16). Ante la gravísima situación, el rey Miguel llamó a Antonescu y a su ministro de Exteriores y les pidió que gestionasen un armisticio con los soviéticos a la mayor rapidez. Ante las dilaciones del Conducator, el rey le hizo arrestar: eran las cinco de la tarde del 23 de agosto. A las 22 horas, por medio de la radio, el rey ordenó a las fuerzas rumanas que depusieran las armas. Hitler tomaba el té con sus colaboradores a media tarde de ese día. Una llamada directa desde Bucarest le interrumpió: su embajador Killinger y su representante militar ante Antonescu, general Hansen, le comunicaban la detención del dictador y que la policía cercaba la delegación alemana: ".

.Hitler colgando el teléfono exclamó lleno de indignación ¿Por qué no me hizo caso? ¡Yo sabia que pasaría esto!" Esa tarde tomó, junto con sus asesores militares, una serie de medidas precipitadas que le acarrearon la declaración de guerra por parte de Rumania... Efectivamente, hizo intervenir a la Luftwaffe contra el palacio real y la presidencia del Gobierno y ordenó que un grupo de antiaéreos sacados de Ploesti avanzase hacia Bucarest y tomase la ciudad... Lo único que logró es que los soldados rumanos se enfrentasen a los alemanes -con mayor entusiasmo que a los soviéticos, según parece- y que el nuevo jefe de Gobierno, general Sanatesco, declarara la guerra a Alemania el 25 de agosto. La situación militar de Friessner se hizo desesperada. Todo el frente se convirtió en un colador y sus unidades quedaban cercadas ante el veloz avance soviético y las obstrucciones que en su repliegue pusieron los rumanos. La carrera hacia la retaguardia concluyó en la primera semana de septiembre. El día 5 de ese mes, Moscú aseguraba haber ocasionado a los alemanes 150.000 muertos y haberles hecho 106.000 prisioneros. Las cifras son verídicas, pues en el cuartel general de Hitler se consideraron totalmente perdidas 18 divisiones.

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