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Tokio: días vic

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La noche del 30-31 de enero (viernes a sábado), una larga columna de ambulancias, camiones, tractores de artillería, hombres barbudos y demacrados comenzó a cruzar la calzada que unía Malasia con Singapur. 30.000 hombres heridos, agotados y desmoralizados por 8 semanas de lucha y derrota, todo lo que quedaba del 3er Cuerpo de Ejército británico, penetraron como espectros en la fortaleza. Atrás quedaban cerca de 25.000 hombres muertos o prisioneros de los japoneses. Cuando los gaiteros de Argyll, que cerraban la retirada, terminaron de cruzar el dique de un kilómetro de largo por casi 40 metros de ancho, los ingenieros volaron un trozo de la obra, produciendo un boquete de unos 30 metros... esa era la distancia que separaba Yamashita, ya bautizada como el Rommel de la jungla, de su presa más codiciada. Para esas fechas Londres daba por perdida la isla, aunque confiaba en una activa y prolongada resistencia que entretuviera y desgastara al ejército japonés. Tal es así que la Royal Navy había ordenado por su cuenta la evacuación de la gran base naval, operación que se efectuó entre los días 28 y 30 de enero en el más absoluto secreto. Para la población de Singapur, que se enteró tres días después, fue una noticia desmoralizadora. También para las tropas estacionadas o recién llegadas a la isla: estaban abocados a una defensa sin esperanza. Con todo, el general Percival iba a contar con fuerzas teóricamente capaces de oponerse a los japoneses.

Tenía bajo su mando unos 85.000 hombres, pero era ésta una fuerza más teórica que real: unos 15.000 hombres eran fuerzas no combatientes y sus 41 batallones de infantería padecían toda clase de calamidades: los pertenecientes a la 18? D. estaban faltos de entrenamiento tras una larga navegación; los de la 9? y 111? D. angloindias estaban agotados, desmoralizados y con efectivos muy bajos tras haber cargado con el peso de la lucha en Malasia; los de la 8? D. australiana eran, en general, tropas bisoñas. La artillería pesada no había sido movida de sus emplazamientos y seguía apuntando al mar. Toda la aviación disponible era un escuadrón de Hurricanes y una docena de viejos Búfalos. Yamashita iba a lanzar contra ese ejército a tres divisiones de choque: la de La Guardia, la 5? y la 18?, Crisantemo, bien apoyadas por artillería, dos centenares de carros y otros tantos aviones. En total, unos 55.000 veteranos, bien equipados y llenos de moral por su rosario ininterrumpido de victorias. Tenían, además, el dominio del mar (28). Pese a esta superioridad cualitativa, aérea y naval, los japoneses hubieran encontrado muchas dificultades si las defensas disponibles hubiesen sido bien utilizadas y mejor distribuidas las tropas: los japoneses debían atravesar el estrecho de Johore, empresa costosa si se les oponía una defensa enérgica que contara con medios. Estos existían y no era problema ni de abastecimiento de víveres (tenían para 6 meses) ni de agua.

Pero Percival se equivocó. La costa norte de Singapur podía dividirse claramente por el este y el oeste de la calzada. Frente a la costa oeste los japoneses disponían de fáciles embarcaderos para el asalto, cosa que no les ocurría en el otro lado; la costa oeste de Singapur tenía buenas playas y terrenos apropiados para desembarcos masivos, mientras que la este era pantanosa e impracticable para grandes masas o medios pesados. Examinado el terreno, Wavell recomendó a Percival que reforzase fundamentalmente la costa oeste; Simson había llegado a la misma conclusión por su cuenta y volcó todo su esfuerzo en fortificar al oeste: minas, alambradas, obstáculos contra embarcaciones, barriles de gasolina que pudieran ser incendiados en caso de ataque nocturno, centenares de faros extraídos de los cementerios de automóviles que iluminarían las aguas del estrecho en el caso de un más que probable asalto durante la noche... Percival se empeñó en hacer todo lo contrario. Colocó en el oeste de la calzada a la 8? D. australiana, mientras que situaba en el este a la 111? D. angloindia y a la 18? D. inglesa. Simultáneamente ordenaba a Simson que trasladase todo su aparato defensivo al este, operación que concluía el 5 de febrero. Había ofrecido a Yamashita el mejor terreno sin protección y con los efectivos más débiles. De poco sirvió que el día 6 ordenase a Simson que volviera a instalar sus artilugios defensivos en el oeste, porque el ataque japonés ya no lo permitió.

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