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Pacífico guerra

Desarrollo


Pese a que la palabra apaciguamiento políticamente entendida se acuñó en Europa para la circunstancia hitleriana, de hecho se había inaugurado unos años antes en Extremo Oriente. La gran potencia japonesa jugaba el juego de las otras potencias y aceptaba sus reglas. En los años veinte, Gran Bretaña optó por Estados Unidos a la hora de renovar su alianza con Japón cuando a éste se le prohibía la emigración de sus ciudadanos a USA, se le ponían trabas comerciales y se le había obligado a desalojar territorios de los que consideraba su zona de influencia, lo mismo que los americanos practicaban su doctrina de Monroe y los ingleses tenían su imperio. La crisis económica de 1929 sacudió las bambalinas del parlamentarismo japonés y lo empujó hacia adelante en el mismo contexto que hacía retraerse a las potencias anglosajonas. Las conferencias navales de 1922 y 1930 que habían prorrateado la potencia de las tres grandes flotas de guerra no serían renegociadas por Japón y así lo anunció. En 1931-32 los japoneses arrancaban Manchuria de China, plagiando en cierto modo, pero más violentamente, lo que los soviéticos habían hecho años antes con la Mongolia Exterior. Luego los nipones comenzaron a extenderse por el norte de China, y en guerra abierta en 1937, cuando Hitler era ya todo un problema, Mussolini pasaba de las monerías a la acción y los Estados Unidos caían en el sopor de un aislacionismo-pacifismo patológico.

Este muestrario de actitudes podía tomarse en Japón como una aquiescencia a la agresión (1). La firma del pacto germano-soviético en 1939, precipitando lo que sería la guerra mundial, liberó a Rusia de la amenaza europea y le permitió ajustar definitivamente las cuentas a los japoneses que venían tanteando con verdaderas acciones de guerra a los rusos. Tokio quedó tan sorprendido como todo el mundo por aquel pacto, a pesar de estar unidos a los alemanes por el Pacto Antikomintern. En abril de 1940, el presidente F. D. Roosevelt había ordenado desplazarse a la flota del Pacífico de su base de California a la de las islas Hawai, con la intención de disuadir a los japoneses de una aventura oceánica. Pronto se presentarían oportunidades de oro para ellos. En junio, con el frente occidental derrumbado, la Indochina francesa y las Indias Orientales holandesas quedaban en precaria situación, con una Inglaterra concentrada en su propia defensa y en la del Mediterráneo. En septiembre, Berlín, Roma y Tokio firmaban el Pacto Tripartito por el que se prometían mutua asistencia en caso de ser atacados por una potencia que no estuviera ya en guerra, forma oblicua de alusión a la URSS y USA. El rápido éxito alemán había causado desazón a los rusos, pero ahora serían los japoneses quienes devolverían el golpe a sus aliados alemanes al firmar de imprevisto el Pacto de Neutralidad ruso-japonés en abril de 1941, liberando a Moscú de su preocupación por las fronteras asiáticas y permitiendo a su vez reencauzar claramente la política japonesa en otras direcciones, con la intención de cerrar por el sur los suministros que recibían los chinos en guerra.

El 2 de julio, días después de que Hitler empezara la invasión de Rusia, Japón ocupaba puntos estratégicos en Indochina, dependiente de Vichy. Ante su negativa a retirarse, el Gobierno americano ordenó la congelación de los capitales japoneses en su territorio, el cierre de los puertos a sus buques, y lo que es más grave, el embargo del acero y, sobre todo, del petróleo, ventas que también negarán de inmediato ingleses y holandeses. Era una "declaración de guerra aplazada" (2). Entre el 9 de abril y el 20 de noviembre de 1941, el Gobierno nipón presentó al americano una serie de propuestas para resolver las diferencias, contraofertando Washington, en julio, peticiones entre las que figuraba la retirada japonesa de China y hasta de Manchuria, donde llevaban diez años. Esto era poner a una potencia cualquiera entre la rendición o la guerra, y más tratándose de Japón. El 6 de agosto, Japón hizo contrapropuestas que Estados Unidos no aceptó, como cabía suponer. Roosevelt y su equipo querían la guerra, pero la guerra contra Alemania, intención que bloqueaba contundentemente el Congreso y la opinión pública. Alemania no picó el anzuelo de las provocaciones americanas. ¿Por qué no intentarlo, pues, en la otra dirección? Japón estaba demasiado embalado y era en demasía dependiente de las materias primas vitales. Los americanos han resumido los acontecimientos que desembocaron en el 7 de diciembre de 1941 en la fórmula "el camino hacia Pearl Harbor" (the road to Pearl Harbor).

Pero existe una distorsión, pues si esta base condujo a la guerra del Pacífico, Pearl Harbor "fue, en el contexto más amplio de la guerra de la Gran Asia Oriental, menos importante. Pudiera describirse (...) como una pequeña exhibición táctica para neutralizar a la flota americana y prevenir o posponer su envolvimiento en lo que se intentó fuera una corta guerra de la Gran Asia Oriental" (3). Ni el "camino" a Pearl Harbor era inevitable ni el comportamiento japonés tan aparentemente insólito (4). Japón no se decidió a atacar con el corazón alegre y confiado como fue el caso alemán en Rusia, sino que lo realizó en un acto de desesperación y con la respiración contenida y a sabiendas de que en el mejor de los casos sólo podría llevar la guerra a un punto muerto, no derrotar a una potencia industrialmente diez veces más desarrollada.

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