Los Estados Unidos antes de Pearl Harbor

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Asia-Mundo 1941

Desarrollo


A partir de la primavera de 1941 los Estados Unidos se encontraban ya -como se apuntaba antes- en virtual estado de guerra con las potencias del Eje. Desde el momento de la invasión del territorio soviético, las medidas adoptadas por el Gobierno de Washington ya no dejaban lugar a dudas en lo referente a sus intenciones, a partir de las órdenes dadas para la incautación de los buques alemanes en sus puertos y el cierre de los consulados del Reich existentes en el país. Junto a esto, la declaración de emergencia y el incremento de los contingentes de hombres llamados a filas anunciaba una inmediata intervención, que sin embargo debía venir decidida por un hecho concreto que la justificase plenamente. Este hecho sería aportado por el Japón mediante el bombardeo de la base de Pearl Harbor. Así, mientras los mercantes norteamericanos eran objetivo de la sistemática acción de los submarinos en aguas del Atlántico, la situación en el Extremo Oriente asiático ya no permitía más que el establecimiento de los cálculos referentes al inicio de las hostilidades. A lo largo de los meses centrales del año 1941, el Japón ya no ocultaba sus intenciones de lanzarse sobre las colonias europeas situadas en la zona, que sus grupos dominantes habían establecido como espacio necesario para el establecimiento de su imperio territorial.

La agresión contra los Estados Unidos formaba parte de esta estrategia, por lo que el asunto no era más que una cuestión de tiempo. De esta forma, el presidente Roosevelt adoptó, llegado el verano, una serie de medidas que por sí mismas venían a demostrar su voluntad de enfrentarse de la forma más adecuada a la acción nipona. Por una parte, el general McArthur fue nombrado jefe supremo de las fuerzas norteamericanas estacionadas en el área del Pacífico; por otra, los efectivos armados de Filipinas fueron integrados dentro del Ejército norteamericano. En tercer lugar, Washington decretó el embargo total de los bienes financieros japoneses existentes en los Estados Unidos. De forma paralela, Gran Bretaña y Holanda deciden asimismo anular toda clase de intercambio con el Japón, en vista de la amenaza que ésta lanza sobre sus respectivas colonias asiáticas. Ambos países eran, junto con Francia, los más afectados por el expansionismo nipón sobre los territorios de Hong Kong, Birmania, Malasia, Indonesia e incluso la India. De esta forma, el embargo decretado sobre los productos energéticos exportados al Japón constituiría en definitiva la causa determinante que le impulsase a obtener por la fuerza el dominio de unos yacimientos de cuyos materiales no podía prescindir. Resultaba así evidente el hecho de que en los meses finales de aquel año la guerra, que determinaba ya la situación de Europa y el área mediterránea, iba a extenderse de forma irreparable hasta el inmenso escenario del Pacífico.

En las semanas inmediatamente anteriores al ataque sobre Pearl Harbor, sin embargo, los japoneses mostrarían ante los Estados Unidos actitudes de apaciguamiento, al tiempo que planteaban exigencias en China que eran totalmente inaceptables para un Washington que apoyaba de forma total a Chiang Kai Chek. Así las cosas, los grupos decisores en los Estados Unidos se limitaban a mantener con los representantes japoneses una serie de conversaciones que obviamente eran ya inútiles. Cuando el domingo 7 de diciembre la aviación japonesa lance sus bombas sobre los navíos norteamericanos situados en la base del Pacífico el Presidente Roosevelt tiene ya las manos libres para lanzarse a una guerra en la que estaba deseando entrar, viéndose impedido ante la carencia de una motivación explícita.

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