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Datos principales


Rango

Renacimiento3

Desarrollo


Fue Jacopo Bellini el primero en realizar un ciclo de pinturas sobre lienzo en Italia, la Historia de Jesús y María, entre 1453 y 1460, que no se conserva. También Mantegna, en 1454, realizó una obra sobre lienzo. El tema del soporte para la pintura es importante y la difusión de la tela como soporte fue uno de los grandes avances de la Edad Moderna, cuyo mérito les cabe a la par a los flamencos, que lo experimentaron, y a los venecianos, que lo difundieron. Por un lado era más resistente a la humedad que la pintura al fresco, lo cual explica su éxito en Venecia, pero además permitía un formato mucho más grande que el de la tabla y facilitaba el transporte al poderse enrollar. Liberó también al artista de tener que desplazarse con su taller para pintar in situ ciclos de frescos, una vez que la moda del lienzo se impuso para la decoración de interiores. Además de todo ello, era un soporte más adecuado que la tabla para la pintura al óleo, técnica también que desde Flandes llegó a Italia. El óleo permitía una mayor riqueza cromática que el temple, era más fácil de preparar, posibilitaba brillos y matices lumínicos en la pintura y, en definitiva, supuso tal avance que durante siglos fue la técnica más utilizada por la pintura occidental. Si el uso del lienzo se generalizó en Venecia en los años sesenta, la técnica siguió siendo al temple en muchos casos, hasta el famoso viaje de Antonello de Messina a Venecia en 1475-1476, cuando comenzó a difundirse el uso del óleo.

El origen flamenco (aunque la pintura al óleo se conoce desde la Antigüedad, fue en Flandes donde se recuperó y experimentó con ella) de ambos avances obliga a una pequeña referencia a la influencia de la pintura flamenca en Italia. Antonello de Messina había conocido la obra de pintores como Van Eyck o Van der Weyden primero en Sicilia y luego en la corte de Nápoles donde su gran éxito se suele asociar a la influencia española, pero no fue esa la única vía para la penetración de esta pintura en los ambientes artísticos italianos. En las relaciones comerciales con el norte de Europa, las tablas flamencas pintadas al óleo fueron objeto de comercio, muy apreciado, sobre todo desde mediados de siglo. Su influencia se dejó sentir por ejemplo en el Piamonte, donde en Chieri, ciudad comercial, relacionada con los mercados del norte, se sabe de una familia de banqueros que adquirió obras de Van der Weyden. También en Génova, cuya actividad comercial y bancaria fue la base de su prosperidad, los contactos artísticos con el norte de Europa se reflejan en pintores como Donato de'Bardi. El coleccionismo de obras flamencas -sobre todo Van Eyck y Van der Weyden- en esta ciudad también es conocido. Con todo ello no es extraño que Venecia adoptara los avances aportados por esos pintores del norte incluso antes de que Antonello hiciera su viaje. Pero, aun cuando se sabe que en Venecia se conocían cuadros flamencos pintados al óleo y que Giovanni Bellini hizo un retrato con esa técnica antes de que Antonello llegara, siguen coincidiendo los historiadores con Vasari en el sentido de que fue ese pintor del sur de Italia el que difundió la pintura al óleo.

En la pintura veneciana se dieron dos grandes tendencias. Una fue la de la pintura narrativa, en la que se contaban con carácter de conmemoración los grandes hechos e historias de la ciudad. Su finalidad de propaganda de la riqueza y poder venecianos ha sido siempre resaltado. Los grandes representantes de esta pintura fueron Gentile Bellini y Vittore Carpaccio. La segunda gran tendencia fue la más claramente influida por el nuevo sistema figurativo del Renacimiento: se construye el espacio pictórico mediante la perspectiva, se estudian las formas en función de la luz y el color y, en definitiva, se convierte en el precedente de lo que será la pintura veneciana del siglo XVI. En esta tendencia se inscriben Carlo Crivelli, Antonello de Messina -si lo queremos considerar en la órbita veneciana debido al cambio sufrido por su pintura durante su estancia en la ciudad- y, sobre todo, Giovanni Bellini. Gentile Bellini fue uno de los pintores que gozó de mayor fama. Su éxito hizo que en 1474 le fueran encargados los cuadros en tela que debían sustituir los deteriorados frescos del salón del Consejo del Palacio Ducal. Esta obra, en la que participaron también otros pintores, fue destruida por el fuego en 1577 y supuso la consolidación de la pintura sobre lienzo en Venecia. La pintura de Gentile Bellini (1429-1507), hijo de Jacopo y hermano de Giovanni, se inscribe dentro del género narrativo.

Los contemporáneos consideraron esas obras casi como documentos históricos que, en lugar de escribirse, se pintaban. Brown ha relacionado el éxito de esta pintura con el interés por la propia historia, patente en obras como la de B. Giustiniani, "De origine urbis venetiarum rebusque gestis a venteéis", y la de M. Sabellico, "De Venetae urbis situ", que fue publicada en 1490. El interés por la historia de todos modos no fue exclusivo de Venecia, tal como hemos ido viendo, e incluso este tipo de pintura narrativa ha sido comparado con las historias pintadas por el florentino Ghirlandaio. La Procesión de la Santa Cruz en la plaza de San Marcos es una de las obras más conocidas de Gentile. En un extraordinario paisaje urbano representa la procesión del 25 de abril en la plaza de San Marcos, centro político y religioso de la ciudad. El carácter descriptivo y el detallismo de esta pintura nos permite conocer tanto el hecho en sí que conmemora, como a los más importantes personajes y grupos sociales de esta ciudad. El sentido escenográfico y el exotismo de su pintura se acentúan cuando recrea lugares lejanos, como en San Marcos predicando en Alejandría, pero el deseo de verosimilitud le lleva a la inclusión de un obelisco que realmente existía en Alejandría, y es el mismo deseo el que le lleva también a la inclusión de personajes contemporáneos que actualizan el tema con su presencia. En este último aspecto, la pintura de Gentile Bellini constituye una verdadera galería de retratos, tal como se aprecia en el detalle de El milagro de la Cruz, documento de primer orden para conocer la sociedad veneciana de su época, al igual que sus otras obras.

El mismo carácter narrativo y documental tiene el ciclo realizado por Carpaccio para la Scuola de Santa Ursula. Estas Scuole venecianas fueron una institución característica de la ciudad. Eran una suerte de cofradías con un santo patrono pero, al no estar bajo la jurisdicción eclesiástica, encargaron a veces pinturas en las que los aspectos sociales e históricos predominaron sobre los religiosos. En el caso de la de Santa Ursula los miembros eran tanto hombres como mujeres y decidieron, en 1488, decorar su casa con historias de la vida de la santa, encargándoselas a Carpaccio. La fuente para la narración fue la Leyenda Dorada, de Jacopo de Vorágine, una obra del siglo XIII que había sido desde entonces fuente iconográfica para los pintores de vidas de santos. A esta serie pertenece la Llegada de los embajadores, acto público tan significativo como lo eran las procesiones. Es de resaltar en esa obra el escenario urbano en que la sitúa, que se ha relacionado con las vistas de ciudades ideales del Quattrocento, con un edificio de planta central, y la intención que muestra de relacionar la arquitectura en que se desarrolla la escena precisamente con un paisaje urbano. Se ha señalado cómo estos pintores que relatan historias de la ciudad efectuaron un proceso de selección de la realidad para contar la historia como debería ser -más que como era- en aras de enaltecer la imagen que de Venecia se iba a perpetuar a través de estas pinturas.

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