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Africa

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La ofensiva germano-italiana comienza el 27 de mayo de 1942 al amanecer. El objetivo principal de las fuerzas del Eje es el puerto libio de Tobruk, desde donde arranca la famosa Vía Balbia, cuya ocupación permitiría a sus columnas motorizadas alcanzar Alejandría y más tarde el Canal de Suez. Pero esta vez las defensas enemigas de tierra adentro, box la llaman los ingleses, están mejor organizadas que en el pasado. El alto mando inglés, duramente aleccionado por las experiencias anteriores en aquel campo de operaciones, está decidido a obligar a Rommel a desplegar sus unidades y a no subestimar el valor estratégico del sector desértico. De ahí la línea de puestos fortificados, cuyo último box es Bir-Hakeim. El primer batallón de la 13 Semi-Brigada ocupa las posiciones del lado Este. El segundo cubre el sector central y está estructurado en destacamentos volantes en disposiciones de acudir a cerrar posibles brechas. En los otros dos, las tropas coloniales negras de Centroáfrica y las fuerzas del Pacífico. Un total de 3.500 defensores de los cuales cerca de mil son españoles. El armamento de que disponen es éste: 24 cañones del 75, 85 cañones antitanques del 75 y 47 del 25 -la mayor parte de ellos manejados por españoles-, 44 morteros, 72 ametralladoras y fusiles-ametralladores, 18 cañones antiaéreos y 8 ametralladoras antiaéreas. Todas las posiciones están semi-enterradas. Según un testigo, las de la Legión, cuyos arquitectos tenían, por lo visto, bastante práctica en la materia eran las mejores acondicionadas.

Esta disposición protegía a sus ocupantes de los bombardeos enemigos y de algo no menos temible: las tempestades de arena. El hospital de campaña, los depósitos de municiones, de víveres y la gasolina estaban completamente enterrados, así como las sesenta y tres tanquetas -las eficientes Bren-Carriers inglesas-, llamadas muchachas de servicio, porque servían para todo. El ataque germano-italiano contra las líneas aliadas lo protagonizan tres divisiones italianas: Brescia, Pavia y Ariete, y otras tres alemanas: la 15, la 21 y la ligera 90. El primer parte de la Séptima División Blindada británica, a las 7.30 del día 27 de mayo, dice así: "El enemigo ha iniciado su maniobra de envolvimiento, intensamente apoyado por su aviación y su artillería y se localizan, por el S y el SE, gran número de tanques y vehículos diversos. Levantan grandes nubes de arena. Poco después se divisan una cincuentena de carros de asalto italianos que inician el ataque en orden desplegado. Detrás avanza un segundo escalón compuesto por otros treinta tanques. El eje de la marcha es el campo atrincherado de Bir-Hakeim". Los tanques se acercan cubriéndose por la cortina de fuego de sus propios cañones. Las piezas del 75 de la posición responden y al poco rato, tocados por los proyectiles y víctimas de las minas, varios tanques italianos quedan inmovilizados. Pero los restantes siguen avanzando y la segunda oleada se pone en marcha hacia el sector que defienden los legionarios españoles.

Incluso los antiaéreos de Bir-Hakeim disparan ahora contra los carros de asalto enemigos. De repente, dice el general de la Bollardière, "por encima de aquella barahúnda artillera, se empezaron a oír gritos en español, mientras los tanques italianos iban y venían, aplastando todo lo que les salía al paso y ametrallando a mansalva. Parece que los estoy oyendo: "¡¡Cómo en Madrid, camaradas!! ¡¡A por ellos!!" Las botellas de gasolina saltaban por todos lados: aquello fue una especie de fuegos artificiales totalmente desconocidos para nosotros, si bien es cierto que los legionarios los habían practicado ya en Noruega, pero en escala mucho más reducida, que no tenía nada que ver con lo de Bir-Hakeim". En adelante, aquello se conocería por el recital español de Bir-Hakeim. El cabo primera de antitanques, el barcelonés José Millán Vicente, nos puntualiza: "Las tres cuartas partes de los tanques italianos puestos fuera de combate lo fueron por los antitanques del 7,5. Y esto, a los españoles, además de restablecer la verdad, no nos quita el menor mérito; puesto que, de los tres pelotones de antitanques que operaron frente a las oleadas de blindados italianos infiltrados, dos estaban mandados por gente nuestra: uno por Enrique Marco Nadal, de Valencia y otro por José Artero, de Tarrasa. Yo combatía con Enrique". La línea de boxes, que iba desde la costa (Tobruk) hasta el desierto (Bir-Hakeim), defendido por la 150 Brigada británica, caería en poder de Rommel en la noche del 31 de mayo al 1 de junio, capturándose 3.

000 prisioneros, 124 cañones y un centenar de vehículos. Esto permitió a los atacantes volcar sobre el campo atrincherado de Bir-Hakeim importantes efectivos y mayor volumen de fuego. Y, en cierta manera, obligar a sus defensores a prolongar su resistencia, prevista, en principio, para diez días, hasta catorce largas jornadas. "Todos se decidió en torno a Gott-el-Oualeb -ha narrado el general Bayerlein, jefe de E. M. de Rommel-. Ni siquiera sabíamos que el punto de apoyo central estuviese instalado allí. Por eso nuestros primeros ataques fracasaron. Si no nos apoderamos de él el 1 de junio, los ingleses hubieran podido capturar a todo el Afrika Korps en peso. Al anochecer del tercer día estábamos cercados y casi privados de gasolina. Fue un milagro que nuestros aprovisionamientos nos llegaran a través de los campos de minas. El segundo gran ataque contra el campo atrincherado lo conducen unos 150 blindados y un centenar de vehículos auxiliares de las fuerzas del Eje. Son las 7 de la mañana del día 2 de junio de 1942. El avance se estabiliza a cierta distancia y entonces empieza un violentísimo bombardeo. La artillería y los blindados enemigos rivalizan con su aviación en el aplastamiento de los 1.200 nidos-trincheras y de los campos de minas, que los alemanes llaman los jardines del diablo. Hacia las 10 de la mañana se acerca al campo atrincherado un blindado italiano que enarbola una bandera blanca. Trae un ultimátum del general Rommel.

Al leer la nota, el general Koenig, a decir del propio enlace motorista del jefe francés, el español Carrillo, exclama: "Vamos a decirles que se vayan a la mierda, pero se lo diremos finamente". A la raya del mediodía empiezan a llover granadas del 105 sobre Bir-Hakeim. Todos reconocen que aquello tenía oro aire que el ataque italiano. Ahora lleva la batuta el propio Rommel, quien, en sus memorias, ha escrito: "Raramente en un campo de batalla de África tuve que librar un combate tan duro". El cañoneo durará hasta bien entrada la noche. Y, al amanecer del día 3, Rommel volverá a pedir a Koenig que se rinda. El segundo ultimátum lo lleva un prisionero inglés, superviviente de Gott-el-Oualeb; se le ha encomendado que explique a los franceses de Bir-Hakeim cómo habían aplastado los alemanes la resistencia del punto de apoyo central del dispositivo británico. Durante la jornada del día 3, la posición es bombardeada por la aviación germano-italiana una docena de veces, siendo interceptada en varias ocasiones por los cazas ingleses de Alejandría, mientras que los antiaéreos de Bir-Hakeim derriban tres aviones. Los 105 alemanes cañonean la posición por rotación. Millán Vicente explica: "A partir del día 3 tuvimos que enfrentarnos con la inaguantable prueba del calor y de la sed. Eran necesarios cinco litros de agua por persona y por día y sólo recibíamos litro y medio. Y a esto se añadía la perturbación de la visión.

Vivíamos zambullidos en plena humareda, en medio de una espesa nube de viento, arena y del humo de las explosiones. El día 4, la aviación enemiga vuelve a bombardear Bir-Hakeim una docena de veces, perdiendo dos aparatos. Mientras que a los cañones del 105 se agregan las piezas del 210. Agravará la situación el hecho de que estos últimos cañones quedan fuera del alcance de las baterías del campo atrincherado. El día 5, el aplastamiento de la posición asediada se limitará al bombardeo artillero". Al fin, el día 6 por la mañana se desencadena el primer gran ataque combinado esperado por Koenig. He aquí lo que escribió Rommel: "El 6 de junio, a las 8 de la mañana, la 90 División ligera se lanzó al ataque contra las tropas del general Koenig. La fecha del ataque logró alcanzar un punto distante tan sólo de 800 metros del campo fortificado. Pero una vez más nuestras fuerzas fueron detenidas. En aquel pedazo de terreno, que era un auténtico pedregal, desprovisto de protección, los franceses combatían ferozmente. Por la noche tuvimos que suspender el ataque, aunque nuestros hombres siguieron manteniendo el asedio... Luego, aprovechando la oscuridad, los destacamentos de asalto se replegaron a sus respectivos puntos de partida. El campo atrincherado, apenas amaneció el día 7, fue sometido a otro intenso cañoneo y nuestra aviación lo bombardeó de nuevo. Y poco después nuestra infantería entraba en acción. Pero en vano.

Pese a su empuje y a la dureza de su intervención, este asalto se estrelló contra el fuego concentrado de la defensa. ¡Notable resistencia la de esta plaza aislada del resto del mundo!" Rommel dirigirá personalmente las operaciones que se escalonan entre el 6 y el 8 de junio, animando a sus hombres e incluso a los italianos, a quienes lanzará estentóreos y guturales: "¡Avanti!, ¡avanti, legionarios!". Leemos en el diario de marcha de la 13 Semi-Brigada "...las ametralladoras pesadas del enemigo dispararon durante cuarenta y ocho horas sin la menor interrupción, día y noche, sobre la posición Bir-Hakeim. Y cuando algún soldado aliado no español comentaba, con aire dramático, la situación, siempre había un ibérico -en este caso el barcelonés Perxachs- que lanzaba: "Bueno, bueno, que no hay para tanto. Fijaos aquí, en esta madriguera, estamos siete topos. Los mismos que cuando empezó el asedio, sin un rasguño casi. ¡En el Ebro ya la hubiésemos palmado todos! ¡Aquello si que fue un festival de aupa!" El día 9 el programa será idéntico a días anteriores. Por lo menos durante la mañana, ya que al mediodía el cañoneo y los bombardeos por vía aérea volverán a arreciar, centrándose en los campos de minas. De los cincuenta y tantos mil artefactos semienterrados que rodeaban la posición Bir-Hakeim, antes del primer ataque del día 6, se calcula que estallaron la mitad. Aquel día, a las 5 de la tarde, Koenig recibe un mensaje de la 7? División Blindada británica informándole que la posición Bir-Hakeim ya no es esencial.

El general francés decide, pues, abandonar el campo atrincherado en la noche del 10 al 11. En una orden muy confidencial se prescribe que los zapadores-minadores, apenas anochezca, abrirán en la zona minada un corredor de unos 200 metros de ancho. La primera unidad en salir será la Legión. "A tout Seigneur, tout honneur". Ese honor lo han conquistado los legionarios solventando las papeletas más críticas que la guarnición asediada ha conocido. Su misión consistirá en hacer frente a su enemigo en los flancos del corredor, hasta que la columna haya salido de Bir-Hakeim. A las 0,15 horas del día 11 de junio de 1942, los primeros destacamentos de legionarios, compuestos principalmente por españoles, salen de sus posiciones. Apenas se inicia el despliegue, desde el campo enemigo empiezan a brotar bengalas y pronto el cielo se llena de surcos azules que, al caer, iluminan amplias zonas del campo atrincherado. Los legionarios se abren en abanico y se lanzan al asalto de los nidos de ametralladoras enemigos con la bayoneta calada. Es el capitán francés Lamaze el que conducirá la carga de las tanquetas, que están dotadas de un fusil-ametralladora, Bren, contra los puestos de artillería enemiga. La concentración de treinta y tantos Bren-Carriers se hace en un santiamén. "Nunca se podrá reproducir aquella espeluznante carga, ni en el mismo cine, con todos sus trucos -ha narrado el propio Koenig-. Vi al capitán Lamaze meter su tanqueta en la zona minada, como si tal cosa, cruzarla como un meteoro y arremeter contra una posición enemiga.

Y al teniente Davé, dirigiendo su tanqueta contra otra posición, aplastándola; y en seguida poner proa hacia otra y luego enfrentarse con una pieza de artillería, que tiraba a bocajarro, como en un duelo a pistola. Y vi saltar su tanqueta en pedazos por los aires..." Puntualizamos: la mayoría de esas tanquetas iban conducidas por españoles. En menos de una hora, en una zona -la de Las Mamelles- donde el tableteo de las ametralladoras coreaba el agudo silbido de los obuses y donde, con una magnitud extraordinaria, las voces humanas tenían ecos sobrenaturales: "¡A mí, la Legión! ¡Adelanté, legionarios!, estallan otra vez recias voces castellanas: ¡Vamos, muchachos, a por ellos! ¡Cómo en Madrid, camaradas...! ¡Que ya son nuestros! aunque alguna vez, como en el caso del capitán Putz, un austriaco de las Brigadas internacionales, los gritos de combate se tiñan ligeramente de acento sajón". Las tanquetas consiguen ensanchar el corredor y, en las dos últimas horas de oscuridad, como para recompensar y proteger a los esforzados paladines de la libertad, una espesa niebla cubre el campo de batalla. La columna entera sale antes de que amanezca y se dispersa por el desierto para acudir por mil senderos, al lugar de la cita: un determinado mojón de la pista militar británica número 837, a unos diez kilómetros al NE de Bir Hakeim. "Nosotros salimos poco antes de medianoche -sigue explicando el legionario barcelonés Millán Vicente-. Teníamos cita con los elementos motorizados británicos en un punto donde los ingleses tenían instalada una gasolinera volante.

Yo salí junto con uno de Tarrasa, José Artero, que caería prisionero aquel mismo día. Perdimos bastante gente, a causa de los ametrallamientos aéreos y otros se despistaron y no encontraron los camiones. Tres jornadas duró nuestra marcha y a medida que nos recuperaban, los ingleses nos enviaban a Ismailia, a orillas del Nilo, donde se reorganizaría la 13 Semi-Brigada". Hubo quienes llegaron al sector inglés al cabo de una semana. "Entre estos retardatarios se encontraba Joaquín Rufi El Yayo, un barcelonés del distrito quinto, muy castizo él -recalca Millán Vicente-. Venia que parecía una momia egipcia acabada de desenfundar. Todo aquel grupo eran auténticos espectros y pocos de ellos sobrevivirían, a causa de la deshidratación. El Yayo fue uno de los escasos resucitados". Del destacamento dejado en Bir-Hakeim, para desorientar al enemigo, unos quinientos hombres -entre ellos la casi totalidad de los efectivos del Batallón del Pacífico-, se supo que, al amanecer el día 11, los alemanes habían bombardeado y ametrallado la posición con 200 Stukas, arrasándolo todo. De los 3.500 hombres del campo atrincherado de Bir-Hakeim, una tercera parte perdió la vida en la batalla que duró desde el 26 de mayo al 11 de junio de 1942. Y de los que salieron de la posición asediada en la noche del 10 al 11 unos 1.250 combatientes, tan sólo medio millar alcanzaron el campamento militar de Ismailia. "En los combates nocturnos para abrir la brecha de salida -asegura Millán Vicente- los legionarios tuvimos, entre muertos y heridos, cerca de 400 bajas".

Al ocupar Bir-Hakeim, el día 11, a media mañana, los alemanes recogieron cerca de dos centenares de cadáveres, otros tantos heridos, y a un centenar de prisioneros. Estos últimos serían enviados a Túnez y embarcados en Bizerta con destino a Italia. Pero, durante la travesía, un submarino inglés torpedeó el barco y lo hundió. En el naufragio perecieron medio centenar de legionarios españoles. En una de estas expediciones se encontraba el tarrasense José Artero que luego, en el avance de las fuerzas aliadas por Italia, sería liberado por éstas. Días más tarde, Rommel entraba en Tobruk y en una de sus fulgurantes ofensivas -la última con estilo rommeliano- se presentaba a las puertas de El-Alemein a un centenar de kilómetros de la base naval británica de Alejandría. Pero de allí no pasó. Aquella sería su última incursión, también, en dirección al Este. Las dos semanas de resistencia en Bir-Hakeim habían permitido a los ingleses replegar a sus castigadas unidades a segunda línea, proceder a su completa reorganización y establecer una línea fortificada que cerró el paso hacia el Canal de Suez a los blindados enemigos. En esta gran derrota de Rommel, valga el recuerdo, los republicanos españoles de la 13 Semi-Brigada de la Legión Extranjera francesa habían jugado un papel importantísimo como fuerza de choque. Con el revés de Bir-Hakeim y de El-Alemein se abriría para Rommel, el zorro del desierto, una interminable cadena de pesadillas cuyo último eslabón sería su suicidio, por encargo de su idolatrado Führer.

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