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Africa

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El error italiano al no atacar Malta en junio de 1940 sería fatal para las aspiraciones italo-germanas en el norte de África. Los aviones y buques de superficie -y, sobre todo, submarinos- provocaron tremendas pérdidas a la marina mercante italiana, dejando al ejército de Libia sin suministros imprescindibles en momentos clave. Sin embargo, es exagerado concluir que la conquista de Malta, planificada por el Eje en 1942 con el nombre de Operaciones Hércules, hubiera significado la victoria italo-germana en el norte de África. Los autores más solventes estiman que las pérdidas infligidas desde Malta a los convoyes que iban de Italia a Libia están en torno al 15 por ciento. Si la cifra es importante, más lo es aun porque los aliados intensificaban sus ataques justo cuando Rommel pasaba a la ofensiva, tratando de paralizarle por falta de combustible y pertrechos. En conjunto, la aviación y marina con base en Malta envió al fondo del mar más de medio millón de toneladas brutas de buques entre el verano de 1941 y el del 42. Y aún más; la presencia de Malta obligaba a los buques del Eje a dar un largo rodeo con lo que eso suponía en combustible y aumento de riesgos y a proteger fuertemente los convoyes, hasta el punto de que 20.000 toneladas de barcos mercantes llegaron a ser custodiados por 100.000 toneladas de buques de guerra. Desde otro punto de vista, la posesión de Malta hubiera dado al Eje un control absoluto del Mediterráneo central.

Todo ello no habría solucionado, aunque sí mitigado los problemas de Rommel. Entre Trípoli y El Alemein hay 2.100 kilómetros de distancia, cubierta por una carretera que debía absorber todo el tráfico pesado que abastecía al ejército del Eje. Entre ambos puntos había media docena de puertos de pequeña capacidad, por lo que apenas servían para acortar el recorrido. El mismo puerto de Trípoli sólo podía absorber 45.000 toneladas de suministros de las 60.000 que Rommel necesitaba mensualmente. Tras la toma de Tobruk por las tropas de Rommel, Berlín y Roma decidieron asaltar Malta, al disponer de un puerto importante, próximo al teatro de operaciones y bastante alejado de los aviones y buques malteses. Pero Tobruk estaba demasiado cerca de Egipto y pronto los aviones británicos convirtieron su puerto en un cementerio de chatarra. También debe analizarse el asunto de las comunicaciones por carretera. Al comienzo de su intervención, cuando Rommel se plantó ante Tobruk, su base de suministros estaba en El Agheila, a 500 kilómetros de distancia. En ese momento, sus suministros diarios, agua incluida, requerían 39 columnas de 32 camiones cada una. Cuando el Afrika Korps contó con dos divisiones, Rommel precisaba una capacidad de transporte motorizado de 6.000 toneladas (los camiones tardaban cuatro días en ir hasta el frente y regresar a la base de aprovisionamiento, 1.000 kilómetros de ida y vuelta). Al aumentar la distancia entre el frente y la base de suministros, el problema se agudizó.

Los camiones tardaban siete días en ir y volver de Bengasi a El Alemein y quince entre Trípoli-El Alemein-Trípoli. Añádase el terrible desgaste del parque móvil, que debía funcionar entre nubes de polvo y a temperaturas de hasta 50 grados; la multiplicación de accidentes a causa de este desgaste y al agotamiento de los conductores; y, como guinda, que la aviación británica se adueñó del cielo desde el verano de 1942, dedicándose especialmente a cortar la fuente de suministros de Rommel. Cabe concluir por todo lo dicho que reforzar a Rommel con dos divisiones acorazadas más, como se pensó en el verano de 1942, sólo hubiera servido para aumentar las dimensiones de la tragedia del Eje, incapaz en esa época de suministrar correctamente a los efectivos que tenía ante El Alemein.

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