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El espacio vital (Lebensraum) es una construcción teórico-política, una derivación hitleriana y una estrategia imperialista. Como construcción teórico-política, la idea del espacio vital estuvo firmemente anclada en ciertos autores, alemanes y no alemanes, y en la praxis de los movimientos pangermanistas. Hitler combinó, explosivamente, parte de tales nociones con sus peculiares concepciones racistas, que contaban a su vez con un trasfondo social y cultural propio. Por último, desde el ejercicio del poder la conquista del espacio vital orientó los esfuerzos del Führer y terminó dando un sentido particular a la guerra que desató en septiembre de 1939. Naturalmente, la nítida distinción entre tales acepciones no siempre es posible. Las interrelaciones entre las mismas plantean uno de los problemas más fascinantes en el análisis de la cultura política e ideológica de que surgió el nacionalsocialismo. Si en este ensayo mantenemos una diferenciación será, esencialmente, por motivos didácticos. El creador de la teoría del Lebensraum fue el gran geógrafo alemán Friedrich Ratzel (1844-1904), profundamente influido por el biologismo y el naturalismo del siglo XIX. Ratzel pretendió trasladar a la historia universal las leyes de la zoología y de la botánica, lo que le condujo a sobrevalorar en aquélla el papel de los factores naturales, en detrimento de los económicos, sociales y culturales. Ratzel postuló una relación básica entre espacio y población e indicó que la existencia de un Estado quedaba garantizada cuando dispusiera del suficiente espacio para atender a las necesidades de la misma.

Elevó la conquista del espacio a la categoría de principio informador de la evolución histórica, y en ello Ratzel no desdeñó el papel de la guerra como medio de favorecer el crecimiento de los Estados. Estas ideas eran bastante generales, pero empezaron a adquirir coloración política concreta gracias a los trabajos del politólogo sueco Rudolf Kjellen (1864-1922), quien acuñó el término de geopolítica para caracterizar el análisis de la influencia de los factores geográficos sobre las relaciones de poder en la política internacional. Kjellen defendió al tiempo una visión organicista del Estado y desarrolló algunas de las concepciones del geógrafo británico Sir Halford John Mackinder (1861-1947). Este, en una notable conferencia de 1904 (El pivote geográfico de la historia), expuso la tesis de que el Asia central y la Europa del Este se habían convertido en el centro estratégico del planeta (la isla mundial o corazón del mundo), como consecuencia del decaimiento relativo del poder marítimo radicado en los otros continentes y en los países situados en torno a aquélla. Quien dominara dicho corazón (heartland), dominaría el mundo. Tal conceptualización se había extraído de la rivalidad anglo-germana, pero podía ser reconducida a la pugna entre el Imperio alemán y la Rusia zarista. En parte, esta fue una de las tareas abordadas por el Movimiento Pangermánico (Alldeutscher Verband) antes de la Primera Guerra Mundial y después, y recibió visos de respetabilidad científica de la mano del geopolítico alemán Karl Haushofer (1869-1946).

Haushofer, ex general, nacionalista ardiente, conservador enraizado en las tradiciones de la Alemania guillermina, aplicó las nociones generalizadoras de Ratzel a la situación concreta en que se encontraba su país tras la derrota y los recortes territoriales sufridos en el Tratado de Versalles. Haushofer adujo que la base de toda política exterior era el espacio vital de que dispusiese el cuerpo nacional. La acción del Estado consistía en defender tal espacio y en ampliarlo cuando resultara demasiado angosto. Posiblemente, en ello le guiaba la idea de hacer coincidir las fronteras estatales con las del pueblo (Volk), asegurando así la preeminencia alemana en la Europa continental, que la Primera Guerra Mundial parecía haber barrido. En la lucha por el espacio coincidían, para Haushofer, la búsqueda de la mayor seguridad militar posible, la aspiración de los pueblos más fuertes e idóneos al mejor aprovechamiento económico del territorio y, en el caso concreto de Alemania, el reenganche con la añeja tradición histórica de la toma de tierras a los pueblos eslavos del Este.

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