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El concepto de "Nuevo Orden" fue utilizado con frecuencia por los propagandistas alemanes durante la guerra como base del proyecto de organización del espacio europeo tras su dominación por el Tercer Reich. Pero, en realidad ninguna autoridad concreta estatal -incluido el propio Hitler- se preocuparía menos de delimitar de forma concreta el sentido y la extensión del término sobre el terreno práctico. Así la apariencia estructurada que ofrecería la Europa conquistada no sería más que un elemento de ocultación de una realidad caótica, desorganizada y susceptible de desmoronamiento en caso de recibir un empuje suficientemente fuerte. Los círculos dirigentes en Alemania consideraban todo reajuste del mapa del continente a partir de la idea de una conquista inicial, seguida a continuación por la anexión directa de los territorios intervenidos militarmente. En algunos momentos, incluso, Hitler trataría de ofrecer la impresión de hallarse actuando en interés de la totalidad de los pueblos europeos, como sucedió con ocasión del ataque contra la Unión Soviética en 1941. Así, llegaría a prometer la cesión de extensos territorios en el Este para su colonización por contingentes de población de diversas procedencias, incluida su adversaria Gran Bretaña. Sin embargo, la realidad de los hechos se encargaría de probar con el paso del tiempo que Alemania actuaba en este plano en base a dos finalidades complementarias de exclusivo interés particular.

Por una parte, obtenía óptimos resultados propagandísticos mediante la anexión de países o regiones pobladas por elementos de raza y cultura germanas. Por otra, lanzaba sus fuerzas sobre espacios que en el plano económico resultaban importantes, y aún imprescindibles, para el mantenimiento del orden económico propio. Así, la más drástica e inhumana explotación de recursos humanos y materiales se convertiría en el fin principal de esta expansión, que alcanzaría su cénit durante el verano del año 1942. Solamente tres años más tarde, el continente se vería libre de esta presencia, que por un tiempo lo había convertido en un heterogéneo conjunto de Estados sojuzgados de manera fulminante. Para entonces Europa se organizaba según las directrices provenientes de Berlín, desde el cabo Norte a la isla de Creta, y desde el Atlántico francés hasta el mismo corazón de la Unión Soviética. Esto haría posible la aparición de una variada serie de formas de administración, generadas tanto en función de las necesidades del ocupante como derivadas de las circunstancias propias de cada caso en particular. Ya desde antes del comienzo del conflicto, algunos territorios ocupados formaban parte del estricto territorio del Reich. La debilidad de las democracias había entregado a Hitler pequeños e indefensos países con ánimo de conseguir su apaciguamiento sin obtener a cambio las finalidades buscadas.

Así, la Austria anexionada en 1938 no constituía ya más que una secundaria región del Reich, al que también habían sido incorporadas las regiones de los Sudetes -producto de la desmembración de Checoslovaquia- y el industrializado Sarre. En el momento de máxima expansión alemana, el continente presentaba este panorama, ordenado en función del grado de dependencia que unía a los países ocupados con el poderío nazi: A. Los territorios incorporados eran los que se encontraban más directamente sujetos a la voluntad del invasor. Estaban organizados bien como nuevas circunscripciones territoriales del Reich bien como adiciones a las ya existentes. Así, aparecen en el Este los territorios de Danzig y Prusia Occidental, además de varias regiones polacas de interés económico o estratégico. En el Oeste, por su parte, tres cantones belgas fueron adscritos a las regiones alemanas limítrofes. B. Los territorios situados bajo el mando de un jefe de "administración civil" eran aquellos que por razones de índole varia estaban destinados a formar parte integrante del territorio del Reich. Así, se impuso sobre ellos un proceso de sistemática germanización con ánimo de transformarlos en breve tiempo en zonas perfectamente asimilables. Se trataba de algunos fragmentos de la desmembrada Yugoslavia, las francesas Alsacia y Lorena, el Gran Ducado de Luxemburgo y una extensa región de Polonia. Aquí, aspectos económicos como los referidos a las comunicaciones de toda clase, aduanas, etc.

pasaron a ser directamente administrados por los alemanes, que potenciaban al máximo todo posible componente germánico de sus poblaciones. C. Los territorios agregados contaban asimismo con una administración alemana en su práctica totalidad. Dentro de este concepto se hallaban el denominado Gobierno General resultante de la desmembración de Polonia, la Comisaría del Reich en Ucrania, la Rusia Blanca y el especial caso del Protectorado de Bohemia-Moravia. Todos estos territorios se encontraban incluidos dentro de los límites aduaneros alemanes y, a pesar de que oficialmente contaban con administraciones autónomas, se veían sujetos a la legislación emanada del Reich. Junto a esto, debe mencionarse el esquema presentado por el vasto Ostland -territorios del Este-, sobre el que se planeaba una colonización realizada por elementos germánicos puros. En su interior, las situaciones existentes variaban desde el moderado sistema de autogobierno concedido a los Estados Bálticos hasta el absoluto control ejercido sobre una Ucrania destinada a la directa y sistemática explotación económica. D. Los territorios ocupados eran aquellos que de forma especial poseían un interés económico o estratégico, cuya incorporación al Reich no estaba prevista. Eran éstos Bélgica, la zona ocupada de Francia, Grecia y la Servia yugoslava, además de Noruega y los Países Bajos. Contaban con una administración militar y se situaban bajo directo control del ejército de ocupación.

Un caso muy especial a añadir es el presentado por el que fue considerado verdadero modelo, implantado sobre Dinamarca. Aquí, el control se ejerció por vías diplomáticas, y fue permitido el funcionamiento de las instituciones parlamentarias propias y aún el mantenimiento del ejército nacional, si bien en situación de confinamiento. E. Las llamadas Zonas de operaciones nacieron a raíz del abandono italiano de la guerra, en el otoño del año 1943. Se organizaron sobre territorios de este país considerados por Alemania espacios de interés primordial: el litoral Adriático y la zona prealpina. El primero reunía regiones italianas y yugoslavas, mientras que la segunda afectaba al norte lindante con el territorio de la desaparecida Austria. Por otra parte, deben citarse también los específicos como presentados por los Estados nacidos al amparo del ocupante, como productos del desgajamiento de varios países, que actuaban en estrecha dependencia de las directrices emanadas de Berlín. Eran éstos el denominado "Estado libre francés" y los instalados en Eslovaquia y Croacia. Los tres contaban con el apoyo expreso de amplios sectores de la opinión de sus respectivos países, y eran verdaderas plasmaciones de las ideologías más conservadoras -y católicas confesionales- que sobrevivían entre aquellos. Finalmente, se sitúan los países aliados, teóricamente independientes al hallarse libres de la presencia militar alemana, pero de hecho verdaderos satélites del Reich.

Actuaban como aprovisionadores de las materias primas -petróleo y productos agrícolas, sobre todo- que éste precisaba tanta para su propio mantenimiento normal como para llevar adelante el esfuerzo bélico iniciado. Dentro de este ámbito se situaban las dictaduras conservadoras de Hungría, Rumania y Bulgaria, así como también el caso especial de Turquía. Todos estos países se encontraban incluidos de forma tradicional dentro de la órbita económica alemana y, una vez comenzada la guerra, los tres primeros se verían obligados a adherirse al Pacto Tripartito por imposición del poder germano. Caso especial es también el de Italia, nominalmente mantenedora de su independencia pero unida de forma creciente -económica, política y militarmente- a Berlín. Tras la caída de Mussolini, la partición del país y su ocupación por las tropas alemanas servirían como marco para la instalación de la denominada "República Social" con sede en Saló. Esta reproducirá sobre suelo italiano aquellas formas de dependencia de un ente estatal creado sobre fracciones de un país invadido y desmembrado. Por último, como consideración de validez general, debe ser destacado el hecho de que la actitud alemana con respecto a los países vencidos o aliados en posición inferior mantuvo en todo momento los designios por sus propios intereses. Nunca Berlín intentó convencer a los gobernantes o a las poblaciones de los mismos del hecho de la existencia de una comunidad de intereses. Por el contrario, desplegó toda su fuerza represiva con el fin de demostrar quién era el elemento decisor del momento, con lo que se enajenó muchos posibles apoyos que de otra forma hubiera podido obtener.

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