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Italia cuenta en esos momentos sobre la ocupada Albania con siete divisiones y varias unidades más, dispuestas a entrar en acción una vez se hubiese alcanzado el nivel adecuado de crispación como consecuencia de la sucesión de incidentes fronterizos provocados. Sin embargo, estas formaciones adolecían tanto de falta de elementos integrantes como de preparación suficiente y de material a emplear en la lucha. Pero tampoco sus futuros adversarios presentaban un mejor panorama, ya que a las deficiencias materiales se unía el bajo nivel de preparación de oficialidad. Grecia no contaba con una suficiente infraestructura para facilitar el mantenimiento de un conflicto prolongado, frente a un enemigo además potencialmente más fuerte. Sin embargo existía un poderoso factor en poder de Grecia que habría de actuar de forma decisiva en la lucha: el ferviente deseo de toda la población de defender el suelo de la patria, idea que actuaba como punto de coincidencia de todas las opiniones. Incluso los sectores democráticos, opuestos al régimen dictatorial dominante, respaldaban la actitud de Metaxas al alzarse como representante del derecho de Grecia a mantener la libertad de su territorio. Este será un factor de primer orden que explicará la tenaz resistencia opuesta a los italianos, y que acabaría convirtiendo en conflicto prolongado y costoso lo que había sido imaginado como un simple paseo militar. Conocedor de la oposición de Hitler a su proyecto, Mussolini recurrió a la artimaña de enviarle el anuncio de su inicio cuando sabía que el Führer se encontraba viajando para entrevistarse con Franco y Pétain.

Recibida la noticia el día 25 de octubre de 1940, Hitler propuso al italiano la celebración de una reunión para tratar acerca de la cuestión. Mussolini, crecido en su postura, le cita en Florencia para tres días después, donde espera sorprenderle cuando le anuncia: "Führer, estamos avanzado, ¡Al alba de esta mañana las victoriosas tropas italianas han atravesado la frontera grecoalbanesa!". Mediante este golpe de teatro, Mussolini había pretendido impresionar a su huésped, de quien sin embargo sólo percibe un airado silencio que no oculta una absoluta desconfianza en las posibilidades que tiene la empresa. En efecto, aquella misma madrugada el embajador italiano en Atenas había entregado un ultimátum a Metaxas, en el cual se imponía la cesión a Italia del derecho a ocupar los centros clave del territorio griego "mientras durase el actual conflicto con Inglaterra". La petición iba naturalmente acompañada con la amenaza implícita de actuar militarmente en caso de una negativa a permitir este estacionamiento. De forma obvia, la finalidad del documento era precisamente la de generar una inmediata negativa, que en teoría había de hacer posible la agresión dentro de una supuesta legalidad. Metaxas, por supuesto, reaccionó como se esperaba y, pocas horas después, las fuerzas armadas griegas se encontraban en estado de alerta mientras el primer ministro solicitaba la ayuda de la flota británica para proteger las islas del Egeo.

A las seis horas de aquel día 28, los italianos inician su marcha bajo la lluvia y en medio de profundos barrizales. Debido a ello, los carros de combate no pueden avanzar al tiempo que la aviación se ve impedida de actuar en aquellas condiciones climáticas. El abrupto carácter del terreno y el intenso frío dificultan además los combates entablados. Muy pronto, el ejército griego, del que el general Papagos es comandante supremo, no solamente detendrá a los atacantes sino que les hará retroceder, actuando sobre sus espacios más débiles. El desastre más absoluto se abate sobre las fuerzas italianas, que además de las negativas condiciones climatológicas deben soportar carencias de los materiales más imprescindibles para protegerse del frío y aún para alimentarse. En pocas semanas, una quinta parte de los integrantes de las unidades alpinas serán muertos o tomados prisioneros.

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