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Italia

Desarrollo


Siendo muy importante y diversa la pintura románica conservada en Italia resulta relativamente fácil agruparla en tres grandes tendencias bien localizadas geográficamente. La tradición pictórica romana se mantiene con los consiguientes altibajos de la historia en la ciudad de los papas. Numerosas noticias documentales nos hablan de cómo en la pintura, al igual que lo hemos señalado entre los escultores, existen talleres familiares que propician la supervivencia de la técnica y las formas, asegurado su aprendizaje generación tras generación. El hecho de que sean los pontífices los principales clientes de estos pintores va a mediatizar, en cierto modo, no sólo el contenido de los programas iconográficos, sino las mismas formas que los hagan posible. En el enfrentamiento de los papas con los emperadores, interesa a aquéllos todo lo que pueda resaltar la hegemonía de la Iglesia sobre el Imperio. Las pinturas de las basílicas constantinianas, con sus programas, servirán de fuente de inspiración y fundamento ideológico a los nuevos proyectos figurativos. Los pintores, de una manera conscientemente intencionada, incorporarán a su léxico pictórico esas formas que aprenden en los modelos del pasado de la ciudad, constituyendo así un estilo genuinamente romano. Los especialistas suelen señalar las pinturas que decoran la iglesia inferior de San Clemente como el conjunto más importante del románico romano, realizado hacia el 1100. Obra de un taller que participa de los valores pictóricos de la miniatura coetánea.

Se representan escenas de las vidas de san Clemente y san Alejo, reproduciendo figuras de rico colorido, iluminadas con luces brillantes. Veinte años después el mismo estilo se aprecia en la decoración de la iglesia de San Anastasio del Castel de Sant'Elia, cerca de Nepi. En el ábside se pinta a Cristo de pie, entre san Pedro y san Pablo, como otros santos. La composición repite un modelo romano del VI. Este tipo de pintura romana todavía pervive a comienzos del XIII, cuando se decora, con un amplísimo repertorio de escenas, la cripta de la catedral de Agnani (Lacio). La miniatura que se corresponde con estos murales se ejecuta en scriptoria como los de Subiaco, Farfa y Santa Cecilia in Trastevere. La obra más importante que se compone aquí es la serie de grandes biblias, conocidas, por su enorme tamaño, como "biblias gigantes" -atlánticas-. Al principio sólo prestan una especial atención a la decoración de las iniciales. Será a partir de 1100, cuando se ilustren con grandes series iconográficas. Con la "Biblia del Pantheón", el más importante de los ejemplares romano-umbros, se inicia un sentido narrativo de la ilustración, que se ha querido ver en relación con los modelos bíblicos de Tours. Aunque es posible esta relación, no debemos olvidar que también puedan inspirarse las Biblias romanas en los repertorios paleocristianos, posiblemente existentes entonces, que inspiraron las biblias turonenses. El ciclo miniado más importante de una biblia de este tipo corresponde a la "Biblia de Santa María del Fiore", obra toscana del siglo XII.

Hemos venido refiriendo cómo lo bizantino es una realidad en Italia por la presencia misma de artistas bizantinos que ejecutan sus propias creaciones in situ. En este sentido se trataría de obras bizantinas sin más, aquí nos ocuparemos de pinturas románicas con influencias a la maniera graeca. En el monasterio de Montecasino, bajo el abadiato de Desiderio (1058-1086), se hacen venir artesanos griegos del mosaico para decorar la abadía. Nada hemos conservado de esta decoración musiva, pero los especialistas consideran que los frescos pintados en Sant'Angelo in Formis, cerca de Capua, podrían reproducir la estética griega de la decoración casinense. Esta atribución se refuerza si se tiene en cuenta que las pinturas fueron ejecutadas entre 1071 y 1087, y que su patrocinador fue el mismo Desiderio, que tan fascinado estaba con los mosaicos que había conocido en su viaje a Constantinopla. El programa iconográfco respondía al tradicional de las iglesias occidentales, al menos desde época carolingia, pero sus formas y recursos plásticos aparecen impregnados de soluciones híbridas de pintura local y bizantina. La imponente figura del Cristo en majestad que preside el ábside, se muestra hierático y distante como el Pantocrator de la cúpula de una iglesia bizantina. El "Leccionario del Vaticano", compuesto en Montecasino, presenta en sus ilustraciones hagiográficas el estilo bizantinizante que hemos visto en Sant'Angelo, lo que confirma el origen del taller que decoró el templo.

Estas formas a la maniera graeca llegaron a convertirse en un estilo absolutamente popular que todavía existía hacia 1200 (Capestrano, los Abruzzos). En la Sicilia de los monarcas normandos y en el Veneto se decorarán una serie importante de edificios con mosaicos y pinturas realizadas por artistas griegos que reproducen los modelos de su tierra. Con el cierre de los centros sicilianos, a fines del XII, algunos artistas marchan a la Península. Entre éstos, debe encontrarse el que decoró el pórtico de Sant'Angelo in Formis. Aquí una imagen de la Virgen nos hace recordar los mosaicos de Monreale, aunque ciertas formas del traje denuncian ya su adecuación a los gustos occidentales. En la cripta de la basílica de Aquileia, durante el gobierno del patriarca Peregrino (1195-1204), se programó una amplia decoración con escenas de la pasión y diversos temas hagiográficos. El taller que las realizó poseía un estilo que sintetizaba fórmulas inspiradas en los mosaicos de San Marcos de Venecia, éste es el origen del patetismo de las imágenes de la pasión, con otras de indudable origen occidental, las formas profanas del zócalo y los efectos de "tromp-l'oeil". Este estilo véneto-bizantino se extiende por las tierras del Alto-Adigio, en monumentos como Castel Appiano y Grissiano. Partiendo de una tradición profundamente enraizada en lo carolingio, y con unos estrechos contactos con lo europeo, se creará, en Milán y su área de influencia, la tendencia pictórica italiana que mejor asume la plástica románica. Esta pintura no puede escapar de ciertos influjos bizantinos, pero éstos quedan diluidos por la fuerza del expresionismo y por la persistencia de algunos recursos del ilusionismo antiguo. Finalizando el siglo XI, pintores milaneses decoran San Pietro al Monte, cerca de Civate. El maestro principal realizó las dos grandes escenas: la visión de la Jerusalén celeste y el combate de san Miguel y el dragón. Resultan dudosos los posibles modelos miniados que pudieron servir de inspiración.

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