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Bliztkrieg

Desarrollo


El día tres de agosto, las dos fuerzas en presencia ya han establecido sus objetivos de forma concreta; la ventaja numérica se sitúa del lado de Alemania, que ha pasado de contar con 587 aparatos de caza el día 30 de junio a disponer de 708. El número de pilotos germanos se ha incrementado durante el mismo tiempo desde 1.253 a un total de 1.434. Sin embargo, la escasa actividad de los bombarderos que se manifiesta durante los siguientes días ha producido un descenso en la tensión reinante entre la población británica, a pesar de que la radio de Berlín anuncia una inminente ofensiva. En la mañana del día ocho, un convoy británico es atacado en aguas del Canal por una escuadrilla alemana, siendo respondida a su vez por la aviación procedente de la isla. Llegada la noche, pueden contabilizarse los efectos del enfrentamiento: cuatro barcos hundidos, y diecinueve aviones ingleses y treinta y uno alemanes derribados. Este había sido el combate más duro hasta el momento, y serviría como inmediato prólogo a la ofensiva conocía como Día del Aguila, Esta operación -Adlertag, en lengua alemana- estaba dirigida a doblegar de forma definitiva la tenaz resistencia inglesa. En ella habían sido puestas muchas esperanzas por parte del mariscal Göring y los demás altos jefes de la Luftwaffe, que imaginaban poder terminar rápidamente con el problema planteado por medio de una acción de gran envergadura. De la importancia de la misión habla por sí misma la cifra de aparatos empleados, que suponía un setenta y cinco por ciento del total de los efectivos dispuestos desde Cherburgo hasta Noruega.

Hasta aquel momento, la aviación alemana no había empleado en sus ataques más que un diez por ciento de sus efectivos. Ahora, contaba con este espacio con un total de 3.358 aviones, de los cuales 2.250 se hallan en perfecto estado y dispuestos para su utilización. La superioridad alemana en cuanto al número de aparatos no había impedido sin embargo que, hasta aquel momento, la cifra de bajas británicas hubiera sido solamente de 96 frente a las 277 sufridas por su adversario. Esta desventaja no disminuía de hecho la amenaza que se cernía sobre Inglaterra aquel día diez de agosto, fecha elegida para lanzar el ataque. Sin embargo, las condiciones climatológicas aconsejarían aquel día un aplazamiento del ataque. A lo largo de la siguiente jornada, los aviones alemanes lanzaron repetidos ataques sobre la zona de Doda en la ocupada isla británica de Guernesey. A lo largo de esa jornada, en la que los daños materiales sufridos por el territorio bombardeado son especialmente graves, se batirá el récord de salidas por ambas partes. Así, mientras la RAF efectúa un total de setecientas cincuenta y ocho, la Luftwaffe realiza cuatrocientas cuarenta. Poblaciones y convoyes marítimos sufren las consecuencias de esta acción. Por vez primera, las instalaciones de radar situadas en la costa son objeto de los ataques alemanes, ya que se ha comprendido la importancia que tiene en la lucha iniciada. Los resultados del enfrentamiento son conocidos esa misma noche, y aportan cifras que sitúan en veintidós los aviones perdidos por la RAF frente a los treinta y dos de la Luftwaffe.

En este punto, la batalla de Inglaterra adquiere rasgos de gran dureza, y ya nadie es capaz de imaginar una marcha atrás en el camino emprendido. Sin embargo, la población inglesa todavía no conoce de forma clara los efectos de la batalla emprendida. En la misma mañana del día trece de agosto, elegido definitivamente para la realización del plan, los partes meteorológicos referentes al sur de Inglaterra muestran la presencia de acumulaciones de nubes y nieblas. Con todo, Göring decide que la fecha del ataque no debe ser aplazada más y lo fija para las catorce horas, a pesar de que el tiempo lluvioso no ayuda en absoluto a una óptima realización del mismo. Dado que la víspera han sido destruidas importantes estaciones de radar, los alemanes confían en poder penetrar impunemente en el cielo británico, encabezados por los Messerschmitt 110 procedentes de la base de Caen. Los ingleses, sin embargo, han puesto en funcionamiento otras instalaciones y este ariete es detectado de forma inmediata. Este primer enfrentamiento costará a los atacantes un total de cinco aparatos derribados, además de ver acribillados por las balas de ametralladora a gran número de los que han podido regresar. El balance final del Día del Aguila se establece, llegada la noche, de la siguiente forma: tres mil cuatrocientos ochenta incursiones, los alemanes han perdido cuarenta aparatos, mientras que los ingleses han visto derribar a trece de sus aviones a lo largo de sus setecientas salidas.

La Luftwaffe, a pesar de todo, ha inflingido fuertes daños sobre varios aeródromos y centros de población de tamaño reducido. Aquella noche, aviones alemanes lanzan sobre las regiones del centro de Inglaterra y sur de Escocia materiales que pretenden hacer pensar en un desembarco de paracaidistas sobre las mismas. A la misma hora, una autotitulada "nueva estación británica de radiodifusión" situada en Berlín lanza una serie de fuertes amenazas dirigidas contra la población de la isla, asegurando este desembarco de soldados provistos de armas de fulminante efectividad. El día siguiente, catorce de agosto, la Luftwaffe presenta evidentes signos de agotamiento debido al esfuerzo realizado durante las cuarenta y ocho horas precedentes. Debido a ello, realiza solamente un total de cuatrocientas ochenta y nueve salidas, atacando aeródromos y poblaciones de la costa. Mientras la zona del Canal sigue cubierta por las nubes, los comandantes de los cuarteles generales alemanes, Kesselring y Sperrle, son convocados por el mariscal del Reich. A pesar de los informes que recibe del general Halder, Göring sabe que el Día del Aguila no ha obtenido siquiera mínimamente los resultados perseguidos mediante su puesta en práctica. El mal tiempo reinante se había unido a las deficiencias sufridas por la realización de la operación. Por tanto, decide la continuación de los ataques, centrándose ahora sobre dos objetivos bien definidos en exclusiva: las fuerzas aéreas enemigas y las factorías aeronáuticas situadas en suelo inglés.

Al mismo tiempo, decide suspender todo ataque sobre las instalaciones de radar, dado que ninguna de las afectadas había sido puesta fuera de servicio a pesar de los desperfectos sufridos. El jueves, día quince de agosto, la totalidad de las bases situadas sobre las costas de la Europa ocupada se encuentran en estado de alerta. Incluso las localizadas en Noruega van a entrar en funcionamiento por vez primera. Las fuentes informativas de la Luftwaffe han asegurado que Gran Bretaña cuenta solamente con un total de trescientos cazas, aunque en realidad el número de estos aviones de que dispone el país es de prácticamente el doble. El territorio de la isla ha quedado dividido en tres zonas, dependientes del Mando de la Aviación de Caza. Todas ellas van a recibir en esta ocasión, en grado diferente, los efectos del ataque nazi, que en este caso pretendía hacerse presente sobre la totalidad del espacio británico. La primera oleada de aviones produce un enfrentamiento a las diez de la mañana, del que resultan derribados tres aparatos británicos y dos alemanes. En esta jornada, junto a los duros ataques realizados en el aire, varias ciudades e instalaciones industriales, y sobre todo el aeropuerto londinense de Croydon, sufren importantes destrozos. Alrededor de ochenta personas resultan ese día muertas o heridas por las bombas. Durante la noche, los bombarderos alemanes actúan eficazmente sobre Birmingham, Southampton, Bristol y otras poblaciones.

En conjunto, durante el día quince la Luftwaffe ha realizado un total de mil setecientas ochenta y seis salidas, frente a las novecientas sesenta y cuatro de la RAF. Dentro de este balance, debe citarse el desastre sufrido por la Quinta Flota Aérea alemana situada en Noruega, que pierde la octava parte de sus bombarderos y un quinto de sus efectivos de caza. Los aviadores alemanes llamarán a este día schwarze Donnerstag, es decir, jueves sombrío. En Inglaterra se respira un ambiente de victoria, a pesar de que durante el día 16 los alemanes realizan varias incursiones sobre los condados de Kent, Hampshire y Surrey. Estaciones de radar, aeródromos e instalaciones industriales, además de viviendas de poblaciones civiles, son destruidas en gran cantidad. La noche siguiente observará asimismo los efectos del ataque en multitud de puntos de la costa sur de la isla. El 17, cuando ya han amainado los bombardeos de forma manifiesta, el ministro de Información anuncia a través de la BBC la definitiva derrota de la Luftwaffe. Sin embargo, al día siguiente varios oleadas de Dornier se lanzan sobre Inglaterra con ánimo de proceder ante todo a la destrucción de sus sistemas de radar. Esta rápida e inesperada incursión consigue dañar algunas instalaciones, pero muy pronto los atacantes deben volver a sus bases francesas, regresando en esta caso tan sólo cinco aparatos. Más adelante, los alemanes volverán a la carga, pero se enfrentarán con una decidida RAF, ahora estimulada por el triunfo obtenido horas antes.

En ese día 18, el balance es el siguiente: las fuerzas británicas han perdido siete aviones, mientras que la Luftwaffe ha visto derribar a un total de setenta y uno de sus aparatos. Una desproporción que no se había visto hasta entonces a lo largo de la guerra. Considerando que se había llegado al punto final de este episodio de la lucha, el Ministerio del Aire británico estableció un recuento de las pérdidas sufridas entre los días que mediaron entre el ocho y el dieciocho de agosto. Durante este lapso de tiempo, habían muerto o desaparecido noventa y cuatro pilotos; de forma paralela, doscientos cuarenta aparatos habían sido irremisiblemente dañados en el aire y otros treinta sobre sus propios campos de aterrizaje. A partir de entonces, el mando de la RAF impondrá la consigna general que trata de conseguir una economía de pilotos, imprescindibles para proseguir la lucha. De hecho, el destino de decenas de millones de personas se encontraba en manos de un reducido número de hombres. Winston Churchill formuló su agradecimiento de forma bien expresiva: "La gratitud de todos los hogares, en nuestra isla, en nuestro Imperio, y hasta en el mundo -con excepción de los culpables-, va a los pilotos británicos que, intrépidos por la desproporción de las fuerzas en acción e infatigables en sus incesantes combates en lo peor del peligro, están en vías de ganar la guerra a cuenta de proezas y de abnegación. Jamás, en la historia de los conflictos humanos, una deuda tan grande ha sido contraída por tan gran número de hombres hacia tan pocos". Lo que por parte de los agresores se había pretendido que constituyese un rápido y definitivo triunfo habría de volverse en su contra de la forma más absoluta. Las instalaciones de radar, fundamentales para la supervivencia de Inglaterra, se mantenían prácticamente intactas. Y, algo mucho más importante, se elevó la moral de la población, y no disminuyó ya durante los próximos años de la guerra.

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