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No todos los franceses eran pétainistas en 1940. Nada más iniciarse la ocupación comenzó la resistencia, aunque se considera el 18 de junio de 1940, fecha de la convocatoria realizada por De Gaulle en Londres, como principio de la misma. Paralelamente, diversas formas anónimas de hostilidad hacia el ocupante y Vichy sucedían en suelo francés: La resistencia surgía por doquier, en un primer momento como reacción espontánea, nacida de la rebeldía o de la decisión de unos pocos que no requería la llamada de un jefe o de un partido para producirse. Luego, más extendida y organizada, recibiendo órdenes, transmitiendo mensajes, coordinando su acción y desembocando al final, en 1944, en una animadversión colectiva hacia la ocupación nazi. Hubo al principio dos corrientes de resistencia. Una exterior, fuera del territorio galo, aglutinada en torno a De Gaulle. Este quería formar un ejército de tipo clásico. Fueron las Fuerzas Francesas Combatientes, que más tarde se denominaron Fuerzas Francesas Libres (FFL). Nacidas en precario, se convirtieron progresivamente en un verdadero ejército gracias a las aportaciones de los territorios coloniales de África: África Ecuatorial francesa, Madagascar y, posteriormente, África del Norte. Al mismo tiempo, se emprendía una acción política que cobraría importancia creciente en las actividades del general De Gaulle. El Comité Nacional Francés de Londres, formado en 1940, fue luego Comité Francés de Liberación Nacional y, en 1944, Gobierno provisional de la República francesa.

Este organismo político creado por la resistencia exterior debía representar ante los aliados a la Francia resistente y defender los intereses galos. Paulatinamente, acabó representando a toda la resistencia francesa, exterior e interior. Porque, independientemente de la acción inicial del general De Gaulle, hubo una resistencia interior que adoptó progresivamente formas organizadas de actuación. Muy pronto creó redes de evasión a través de la línea fronteriza para prisioneros de guerra fugados, judíos perseguidos y aviadores aliados abatidos. Por una de estas redes llegaron a España, rumbo hacia Inglaterra o África del Norte, franceses deseosos de continuar la lucha. También circularon agentes de información al servicio de los aliados que comunicaban a éstos particularidades militares del enemigo. En breve, sin embargo, la resistencia amplió sus objetivos. La dimensión política, en el noble sentido del término, le proporcionó consistencia y le permitió expresarse dentro de los movimientos, organizaciones dedicadas no sólo a la información, sino al sabotaje, la acción armada, la propaganda contra el ocupante y contra Vichy y a preparar la toma del poder por la Liberación. Antes de que se constituyeran los grandes movimientos de la resistencia, el aspecto político de la lucha se planteó en 1940 con la puesta en marcha del Partido Comunista clandestino. Los comunistas fueron la primera fuerza política en recuperarse de la catástrofe de la ocupación.

Las condiciones en que se desenvolvió la negociación con las autoridades de ocupación para que autorizaran la publicación de L'Humanité, órgano de prensa del partido comunista, permanecen turbias. En cualquier caso, esta autorización no se concedió. Por el contrario, a partir de otoño de 1940, Vichy y el ocupante comenzaron la persecución de los comunistas -que habían reemprendido la difusión de propaganda clandestina-. Entre los numerosos detenidos, escogería la Wehrmacht a aquellos rehenes que luego serían fusilados en represalia a los ataques contra las tropas germanas, iniciados durante el verano de 1941. Entre ellos, los de Chateubriant, fusilados en octubre de 1941. La gran huelga de los mineros del norte, en mayo de 1941, es organizada por los comunistas de la zona. Ese mismo mes, el Partido Comunista anuncia la creación del primer gran movimiento de resistencia, el más numeroso y persistente: el Frente Nacional. Ningún historiador discute, por tanto, que el Partido Comunista clandestino entró en la resistencia antes del 22 de junio de 1941 sin saber que la Alemania nazi iba a atacar a la Unión Soviética. Pero no es menos cierto que desde entonces la acción comunista cobró renovado vigor y nuevas formas. En verano de 1941, los comunistas empezaron a realizar atentados contra los soldados alemanes. El hecho no dejó de suscitar problemas de conciencia en los resistentes, incluso entre los comunistas, por las represalias que esos atentados desencadenaban.

Posteriormente, el Frente Nacional crearía sus propios grupos armados, los francotiradores y partisanos franceses, encargados de combatir al ejército de ocupación. Continuamente, los comunistas se situarán en primera línea de la lucha, rehusando cómodas retaguardias. Por eso se cebará en ellos la represión. Pero a la vez suscitarán controversia en la propia resistencia y, a partir de 1943, jugarán un papel señero en las altas esferas de la resistencia nacional. Otros franceses de otros credos políticos y de todos los medios sociales, movidos a menudo por puro patriotismo, constituyeron también, más o menos pronto, movimientos de resistencia y lucha -militar y política- contra el ocupante y Vichy. Varios extendieron su influencia por la mayor parte del territorio y sus periódicos difundieron a veces más de 100.000 ejemplares. Además del Frente Nacional, los movimientos más importantes fueron Combat, dirigido por Henri Frenay; Libération, con Emmanuel d'Astier de la Vigerie, y Libération-nord, ambos inspirados por socialistas y sindicalistas socializantes; Franc-Tireur y, a menor escala, Organización civil y militar, y el periódico clandestino de los cristianos resistentes, Témoignage chrétien. El año 1943 será decisivo en la evolución de la resistencia interior y exterior, porque ambas se unificarán en torno al jefe de la Francia libre, Charles De Gaulle. Los americanos habían desembarcado en noviembre de 1942 en África del Norte y, tras entenderse con el almirante Darlan, uno de los principales dirigentes de Vichy, confiaron el mando francés de la zona liberada al general Giraud.

Aunque prisionero de guerra evadido de la fortaleza de Königstein, en Alemania, y hostil al ocupante, Giraud era partidario de Pétain y de la Revolución nacional, por lo que mantuvo en el territorio bajo su mando las leyes de Vichy, incluso las contrarias a los judíos y los comunistas, Los americanos tuvieron alejado de las operaciones africanas a De Gaulle e ignoraron completamente la resistencia interior. Entonces ésta decidió apoyarle para que De Gaulle pisara África del Norte, quitase el mando a Giraud y asumiera en solitario la dirección del Comité Francés de Liberación Nacional. El general De Gaulle encomendó a Jean Moulin la tarea de agrupar a las diversas fuerzas comprometidas en la resistencia interior. Estas se constituyeron en abril de 1943 en un órgano de dirección común: el Consejo Nacional de la Resistencia. Ni De Gaulle ni la resistencia interior -ni por supuesto la comunista- querían que en la Francia liberada del ocupante alemán se perpetuase el régimen de Vichy sostenido por Giraud. Tampoco aspiraban a que Francia cayese en la dependencia de los libertadores anglosajones ni de los americanos, cuyo hombre de paja parecía ser Giraud. Además, en ese año 1943, los resistentes del interior y el general De Gaulle acababan de granjearse las simpatías de la gran mayoría de franceses, ya despegados de Vichy y cada vez más hostiles al ocupante. Evidentemente, los franceses comprometidos con la resistencia desde el principio habían sido pocos y de limitada influencia.

Igualmente siguieron minoritarios los resistentes activos. Pero en contra de lo escrito por algunos buenos historiadores, estas minorías no eran exclusivamente las fuerzas de la resistencia. Ya en 1943 se enrolaron en la resistencia un número importante de jóvenes amenazados por el servicio de trabajo obligatorio en Alemania. Esto permitió formar maquis armados en el campo, en los Alpes y el Macizo Central, donde intervinieron en los últimos combates contra el ocupante. Estos jóvenes procedían de todas las clases sociales y su compromiso con la resistencia nacía de la opresión que el ocupante ejercía -con exigencias crecientes- sobre el conjunto de la población. Esta, por tanto, se sentía progresivamente implicada en la lucha contra el ocupante y cada vez más próxima a los resistentes. Pero, además, es evidente que si los resistentes pudieron actuar y evitar la destrucción de su organización a manos del enemigo, fue por su perfecta conexión con el medio en que operaban. Los resistentes se beneficiaron del apoyo de la población. Esta les procuró escondite y alimentos. Y cuando caían en poder de la Gestapo los jefes o los mandos de un movimiento, otros hombres les sustituían automáticamente. En cambio, el ocupante se veía abocado a una situación de permanente inseguridad por el carácter multiforme y difuso de la resistencia y por la hostilidad que respiraba por doquier, e iba tejiendo un cerco de animadversión en torno suyo.

En esto, la resistencia fue una resistencia de masas. La guerra de partisanos no resultó en Francia tan virulenta y mortífera para el Ejército alemán como en los países de la Europa del Este: URSS, Polonia y Yugoslavia. Porque, más que por las repercusiones de los combates, sabotajes y emboscadas -multiplicadas, sin embargo, en 1944-, la resistencia francesa tuvo incidencia en la desmoralización del adversario. Gracias a su honda implantación en las masas populares, rurales y urbanas, las fuerzas de la resistencia pudieron desempeñar un papel activo y espectacular en la liberación de su país. Tras el desembarco de Normandía, el 6 de junio de 1944, desplegaron sus tentáculos por doquier. Ellas solas liberaron, sin intervención del Ejército aliado, toda la parte de Francia situada al sur y oeste del Loira y del Ródano, después de haber reconquistado Córcega en 1943. Participaron, asimismo, en otros frentes junto a los ejércitos angloamericanos para liquidar los últimos rescoldos de la resistencia enemiga. París, en fin, fue liberado en agosto de 1944 por las fuerzas insurgentes de la capital, apoyadas por la huelga de todas las fuerzas vivas del casco urbano y por un destacamento de la segunda división blindada de la Francia libre desembarcada en Normandía junto a los americanos. Un ejército francés regular formado en África del Norte (primer ejército) contribuyó a la liberación del corredor del Ródano y luego del este de Francia.

Reforzadas estas fuerzas por otras del interior -constituidas por agentes que habían participado en la liberación del territorio-, estos ejércitos franceses regulares invadirán Alemania. Un grupo se apoderará de Bechtesgaden, nido de águila de Hitler. Otro seguirá hasta el Tirol austriaco. Esto permitirá a Francia participar en la derrota y ocupación de Alemania y en la decisión sobre su futura suerte. Mientras tanto, en Francia, el carácter masivo logrado por la resistencia permitirá a sus miembros instalarse en el poder tan pronto como los alemanes lo abandonen, sin que los representantes de Vichy, privados del apoyo germano, osen oponerse y sin que logren los americanos montar sus servicios administrativos (Amgot) en el territorio liberado, como era su propósito. Vichy había transigido con la humillación de Francia y su inserción en una Europa germana, dominada por el nazismo. Con la resistencia, Francia volvió a encontrarse al lado de americanos, ingleses y soviéticos con un lugar definido en el futuro de Europa.

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