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Bliztkrieg

Desarrollo


El día 12, Guderian ocupó Bouillon, mientras los franceses se retiraban al otro lado del Mosa y volaban todos los puentes. Ese mismo día comienza a forjarse la leyenda de la 7? división Panzer, la división fantasma, y de su comandante, Erwin Rommel, que atravesó el Mosa al sur de Dinant, aprovechando una falla en la cobertura francesa. (El caso muestra la escasa calidad de tropas y mandos franceses: el general Bouffet conocía ese agujero en su dispositivo. Envió un batallón a cubrirlo y tan lentos fueron en ejecutar las órdenes que llegaron más tarde que los alemanes). Consolidó su cabeza de puente durante la noche y al día siguiente, cuando contraatacaron los franceses, fueron rechazados por los tanques de Rommel, bien apoyados por los Stuka. El día 13 ya tenía tendido un puente sobre el río y el 14 su cabeza de puente tenía más de 20 kilómetros de profundidad. Ese mismo día 12 cruzaba el Mosa la vanguardia de Guderian y al día siguiente, más al norte, franqueaban el río, con pérdidas importantes, los blindados de Reinhardt. Sedán, la antigua fortaleza, era rebasada por el norte y el sur y los tanques alemanes hallaban vía libre a su penetración hacia el mar: Abbeville era el punto de cita para aquellas tres riadas de blindados. La resistencia francesa había sido importante en algunos lugares, causando fuertes bajas a los asaltantes, pero en otras fue inexistente por falta de tropas o de medios.

En general, los soldados franceses pelearon bien mientras estuvieron en sus trincheras, pero sacados de ellas por los aviones y los carros, se convirtieron en un rebaño de fugitivos, que se lanzó a los caminos junto a la población de la zona, estorbando los movimientos de las tropas aun organizadas. En Berlín, las cosas se veían ya claras. El jefe del Estado Mayor, Halder, escribe en la tarde del 13 de mayo: "Al norte de Namur podemos contar con la completa concentración de unas 24 divisiones inglesas y francesas y con unas 15 belgas. En frente, nuestro VI Ejército dispone de 15 divisiones en primera línea y 6 en reserva: somos lo bastante fuertes como para rechazar cualquier ataque enemigo, sin necesidad de emplear otras tropas. Al sur de Namur tenemos frente a nosotros un enemigo más débil, con fuerzas que equivalen a la mitad de las nuestras. El éxito del ataque por el Mosa decidirá cuándo y dónde podremos sacar ventaja de esta superioridad nuestra. Tras el frente, el enemigo no tiene fuerzas dignas de mención". Bien otra es la situación entre los franceses ese mismo día. Escribe el general Doumenc: "Sobre la carretera pasamos a través de los torbellinos de humo de un convoy de gasolina que acaba de ser bombardeado por la aviación y arde en los bordes del camino. En otra parte, un grupo de artillería ha sido atacado en columna de marcha. En la calzada, a uno y otro lado, una serie de enormes embudos y numerosos cadáveres de caballos indican que el ataque ha debido ser fulminante; en la carretera de Fraire llegan hasta nosotros un grupo de artilleros desbandados.

Detenidos, declaran que el enemigo está detrás de ellos..." Mientras el norte de Namur, el Cuerpo Expedicionario Británico y el I Ejército francés resisten los golpes de tanteo del ala izquierda de von Bock, todo el frente al sur de Namur se hunde estrepitosamente. El día 14 son al menos nueve las divisiones alemanas que han cruzado el Mosa. La situación es tan desesperada que el día 15, a las siete y media de la mañana, el primer ministro francés, Reynaud, telefonea al premier británico Winston Churchill y, según éste cuenta en sus memorias, le dijo angustiado:"¡Estamos derrotados! ¡Hemos sido vencidos!" No exageraba. Francia estaba vencida: había perdido ocho divisiones en cuatro días y en su dispositivo se abría un tremendo boquete de 130 kilómetros por el que se habían colado cerca de 3.000 blindados y ya les seguían más de 300.000 hombres. Lo malo es que París seguía sin saber qué pretendían los alemanes. Continuaban pensando en el Plan Schlieffen y en que el objetivo prioritario de Hitler era la capital. En ella comenzaron a levantarse desordenadas obras de fortificación, mientras los alemanes avanzaban impetuosamente hacia el oeste, alcanzando los cursos de los ríos Oise y Sambre, amenazando las comunicaciones de tres ejércitos aliados: el VII -Giraud-, que asistía impotente al desplome de Holanda; el I -Blanchard-, que se debilitaba cediendo unidades a sus vecinos del ala derecha y las Fuerzas Expedicionarias Británicas -BEF- que a las órdenes de lord Gort seguían sobre el Dyle. El mismo día 15 se confía el mando del destrozado IX Ejército al enérgico y entusiasta Giraud. De poco iban a servir sus grandes dotes de mando y su energía en aquel frente: lo que se precisaba allí eran divisiones blindadas y aviones...

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