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Bliztkrieg

Desarrollo


Los alemanes van a adelantarse a los aliados. Con la experiencia de Polonia, saben que la rapidez y la sorpresa son básicos. Con 10.000 hombres -nunca van a ser muchos más-, divididos en seis pequeños contingentes, a veces de no más de 1.000 o 2.000 soldados, más o menos autónomos, que incluyen todo un muestrario de cuerpos y especialidades (tropas de montaña, paracaidistas, infantería, artillería, cruceros, destructores, acorazados de bolsillo, numerosos mercantes; gran cantidad de pertrechos y provisiones, que incluye carburante para la campaña) se trasladan rápidamente a las costas noruegas ya a partir del día 7 de abril por la noche, en secreto, pero es un secreto a voces, que los británicos y franceses no saben aprovechar. La mayor parte de los intentos de avistar y atacar los convoyes alemanes fracasan. El 8, los británicos comunican al gobierno de Oslo que están minando las aguas territoriales noruegas, en particular las zonas de Stadland, Bud y, en el norte, Vestfjorden, con gran retraso. En conjunto, sin embargo, la mayor parte de los barcos alemanes llegarán a su destino, lo mismo que las tropas aerotransportadas. La noche del 8 al 9 se desencadena el ataque alemán, con solo nueve horas de adelanto respecto a las iniciativas aliadas, contra los objetivos preestablecidos, como estaba previsto, y unas horas antes de la entrega de la notificación a Noruega de las intenciones alemanas de ocupar el país. A pesar de la inminencia de la acción el ejército noruego sólo es movilizado el 9, y ha sido cogido por sorpresa.

Su resistencia va a ser desigual y dispersa, pero mayor en el sur. El dominio áreo alemán va a ser decisivo. El mismo día 9 las baterías de Oscarsborg -Oslo hunden al crucero pesado alemán Blücher -irónicamente, quien dio la orden de fuego fue un oficial quislinguista- y los paracaidistas tienen dificultadas para tomar Fornebu, el aeropuerto de la capital, a causa de la niebla. Por la tarde Oslo es ocupada; el rey y el gobierno se refugian en Hamar, más al norte, y Quisling habla a la población por la radio: "El gobierno (...) se ha retirado, habiendo asumido el poder un gobierno nacional con Vidkun Quisling a la cabeza. (...) Todos los oficiales tienen el deber de obedecer al gobierno nacional. El que no lo haga será castigado". Ese mismo día, paracaidistas e infantería aerotransportada ocupan Stavanger y Sola, en el sur; en la costa suroccidental cae el puerto de Bergen, y más al norte, Kristiansund. Mayores dificultades hallan en Trondheim, cuyo fiordo estaba defendido por poderosas baterías de costa y reflectores, y que han de forzar con bastantes pérdidas. Ya el primer día los alemanes habían ocupado todo el sur y cortado en dos el país. Más compleja y difícil es la ocupación del norte, en particular de Narvik. En un primer momento, la noche del 8, los destructores británicos se habían retirado inexplicablemente, los focos y luces del puerto permanecían encendidos y nadie parecía esperar a los alemanes. Destruidos dos guardacostas acorazados noruegos por los destructores alemanes, el Grupo del general Dietl ocupa la ciudad, con la connivencia del comandante noruego de la guarnición, un quislinguista, que prácticamente cedió la plaza.

La rapidez de la ocupación sorprende a los aliados, que creen, de entrada, que la información es errónea y que se trata de la ciudad de Larvik, cerca de Oslo. Los aliados reaccionan tarde y sólo podrán dificultar las comunicaciones a lo largo de la ruta de aprovisionamiento alemana. Algunos tímidos tanteos culminan en dos batallas navales ante Narvik entre el 10 y el 13, que permiten destruir 10 destructores alemanes, con pérdidas relativamente exiguas por parte de los británicos. Salvo esto, los aliados no hacen nada para impedir la acción alemana, pese a que en Narvik las tropas de Dietl han quedado incomunicadas y su moral no es la mejor, y a que en el resto del país las fuerzas alemanas no son numerosas y todavía han de hacer frente a las noruegas, y, en el mar, la superioridad británica es aplastante. Una ocasión así no volverá a presentarse, y lo que harán los aliados de ahora en adelante será tratar de poner parches ineficaces. Las tropas de tierra alemanas de Narvik han tenido todo el tiempo necesario para reorganizarse e incluso para formar unidades con la marinería de los barcos dañados y abandonados. Con estas tropas Dietl consigue controlar el ferrocarril minero y mantener a raya o derrotar a las fuerzas noruegas. Finalmente, los aliados deciden actuar. Churchill era partidario de concentrar el mayor esfuerzo en Narvik, que consideraba clave, y lo era; el gabinete de guerra prefería concentrarlo en la antigua capital noruega, Trondheim, en el centro, por razones psicológicas y políticas.

Finalmente va a prevalecer esto último, y también los franceses aceptaron el plan. El 14 de abril los aliados, a cuyo frente se hallaba el general Mackesy y el almirante Cork, desembarcan en Harstad, cerca de Narvik, y el 17 en Namsos (centro), para dirigirse hacia Trondheim, y en Aandalsnes, para dirigirse hacia Lillehammer y entrar en contacto con las tropas noruegas. Pero la reacción alemana y su absoluto dominio del aire hacen que la operación de Trondheim fracasara. Sólo en Aandalsnes los aliados pueden avanzar un poco. En Namsos, los franceses, sin equipo invernal adecuado y sin artillería ni carros, son copados durante algunos días. En el norte los aliados sólo aciertan a proseguir el asedio de la ciudad de Narvik. El 21 los británico-noruegos abandonan la región central; los alemanes ocupan -día 30- el nudo de comunicaciones de Dombas, y ese mismo día los aliados abandonan Aandalsnes y el día 1 de mayo Namsos. El 3 las tropas noruegas en ese área se rendían. En la zona de Narvik los aliados habían iniciado el ataque el 27 de abril, con unos 9.000 soldados (franceses -3 batallones de montaña, 2 de la Legión, en cuyas filas había polacos, españoles, italianos, etc., antifascistas-, 4 batallones polacos -Brigada Podhale- y 3.000 noruegos), que debían llegar a unirse con los 10.000 noruegos del general Ruge. En la primera quincena de mayo los aliados cierran el cerco de Narvik, con el apoyo de los barcos de guerra británicos y de la aviación, conquistando algunos pueblos próximos a Narvik, pero sin llegar a penetrar en la ciudad, bien defendida por los alemanes, que habían recibido refuerzos.

Mientras, había comenzado la ofensiva alemana en el oeste, y Holanda y Bélgica habían sido invadidas y se cernía la misma amenaza sobre Francia. Los británicos pensaban que era mejor retirarse, abandonando a Noruega a su suerte; los franceses se mostraban más indecisos y pensaban que retirarse podía facilitar las cosas a los alemanes, infundirles más moral, convertir el reembarque aliado en una catástrofe y producir una impresión negativa en los aliados de Francia y Gran Bretaña. Esta era la opinión del general francés Béthouart, y fue la que, parcialmente, prevaleció: había que tratar de dar un golpe mayor a los alemanes y organizar minuciosamente el reembarque. Así, pues, en la segunda mitad de mayo se decidió iniciar lentamente la retirada el 24 de mayo, con gran irritación de los noruegos, en otras zonas del país, dejando para el final la de Narvik, donde todavía se combate. El 27 de mayo, 24.000 franceses, legionarios, noruegos y polacos atacan en varios puntos a la vez y quiebran la resistencia alemana; para no quedar copados éstos se retiran fuera de la ciudad, y el 28 por la tarde los aliados ocupan Narvik. Pero todo estaba ya preparado para la evacuación de Noruega, y la conquista de la ciudad no hace sino facilitarla. El 31 de mayo los aliados abandonan Bodo, al sur del Vestfjorden. El 8 de junio evacuan Harstad, y el 9 la propia Narvik. El 12 se rendían las últimas tropas noruegas, cuando ya había capitulado oficialmente, el 10 el ejército noruego.

Una parte de los soldados se internan en Suecia; otros vuelven a sus casas; otros van a engrosar la incipiente, guerrilla. La aventura noruega había terminado con la derrota cantada del exiguo ejército noruego, y con la menos honorable de los aliados. Con pocos hombres (3 divisiones, 10 cruceros, 14 destructores, 28 submarinos y 1.250 aviones -800 de combate-) los alemanes habían conseguido derrotar a una fuerza enemiga de más de 45.000 hombres en 62 días de combate. El empleo masivo de la aviación y el rotundo éxito cosechado dará a los alemanes ideas equivocadas sobre la capacidad de una fuerza aérea poderosa de resolver cualquier situación. Los alemanes habían demostrado poseer soldados bien adiestrados y con iniciativa. Con todo, los aliados pusieron en apuros a los alemanes en varias ocasiones, especialmente en Narvik. En cuanto a los franco-británicos, su campaña de Noruega estuvo muy mal concebida y peor realizada, especialmente por parte de los británicos, como dice el general británico J. L. Moulton. La indecisión británica y los desacuerdos franco-británicos fueron una de las razones del fracaso. Para C. Barnett, Noruega fue un ejemplo típico del modo tradicional de hacer la guerra de los británicos. Además, todo se improvisó, pese a que ya existían tropas concentradas en Francia y Gran Bretaña con destino a Finlandia. "Las tropas -dice- fueron desembarcadas en puertos pequeños (en los que ciertos barcos no podían entrar), sin suministros ni líneas de comunicación, y alejados de las zonas estratégicamente importantes.

Las formaciones, improvisadas y mal equipadas, combatieron lo mejor que pudieron, pero fueron superadas completamente. (...) La decisión de aceptar batalla en Noruega se basó en un desconocimiento de las exigencias de la guerra moderna en términos de preparación total y equipo adecuado; en una interpretación totalmente errónea de la capacidad de combate relativa de las fuerzas alemanas y de la propia improvisación de la expedición británica". Los mandos también se mostraron poco adecuados. El general francés Béthouart era competente, pero carecía de una visión estratégica de las circunstancias. El almirante británico Cork era impulsivo e incompetente, el general Mackesy era demasiado tímido, y la falta de un mando superior provocó querellas múltiples entre ambos. Tampoco Lord Halifax y Chamberlain se mostraron a la altura de las circunstancias; Churchill fue más perspicaz y decidido. La acción aliada careció de energía y decisión. El ataque alemán en el oeste no justifica, como algunos querrían, el mal papel y la retirada final de dos grandes potencias como eran Francia y Gran Bretaña. Lo único realmente positivo fue que se destruyó una buena parte de la flota de guerra alemana, lo que repercutirá en el futuro. La retirada aliada de Noruega hizo caer a Chamberlain, pero, paradójicamente, el cargo de primer ministro recayó sobre quien tenía también su parte de responsabilidad en el asunto noruego, Churchill.

Paul Reynaud, presidente del Consejo francés, se mostró más decidido y fue siempre partidario de "cortar el vuelo" a Hitler, y de ahí que propugnase la realización de la campaña de Noruega. Noruega ofreció una resistencia desorganizada, improvisada y poco eficaz, pero resuelta y a veces heroica, que luego las guerrillas prosiguieron a su manera. La movilización fue extremadamente lenta -se enviaron las notificaciones por correo, en vez de utilizar la radio, lo que se explicó como un intento de "no llamar la atención"-. El 9 de abril sólo pudieron movilizarse dos batallones. Más adelante los noruegos, más numerosos, podrán hacer frente en determinados puntos a los alemanes, pero privados de sus depósitos y con las comunicaciones en manos alemanas, sólo podrán resistir más tiempo gracias a la ayuda aliada. Tras la invasión alemana, el rey Haakon VII (y su gobierno) se retiró a Hamar, pero no aceptó a Quisling, y poco después se unía a la resistencia y huía a Londres (7 de junio). Las bajas, para los dos bandos fueron de 5.000 soldados.

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