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Rango

Arte Español Medieval

Desarrollo


Las crónicas de Alfonso III contienen amplias referencias a los edificios construidos en Oviedo y en el Naranco por sus predecesores, y aunque le atribuyen a él una intensa acción edilicia, ésta sería más de conservación y consolidación de lo existente. Puede decirse que las residencias regias y los edificios emblemáticos de la monarquía se consideraban acabados y que se les otorgaba una cierta veneración como reliquias históricas que no debían ser alteradas. Por ello, se ejecutan restauraciones en todas las iglesias de Oviedo, y se hacen obras menores como el casetón que cubre la Foncalada, cuya técnica de sillería revela una época de buenos recursos técnicos y económicos. La inscripción de la Foncalada de Oviedo repite la invocación protectora a la Cruz que había colocado Alfonso II en el reverso de la Cruz de los Angeles, pero el dibujo que preside el monumento es el de una cruz levemente distinta, con discos en los extremos de los brazos, el alfa y el omega pendientes de los tramos horizontales y un vástago para soporte, que coinciden con el modelo de la Cruz de la Victoria; esta nueva Cruz fue dedicada por Alfonso III a la catedral de Oviedo en el año 908, como si se tratara de celebrar el centenario de la dedicación de la Cruz de los Angeles y de la consolidación de la monarquía asturiana por Alfonso II el Casto, cuando inició la edificación de la ciudad regia.

La afortunada conservación de este símbolo de Asturias, reproducido como enseña en los monumentos de su época, permite conocer el nivel de evolución obtenido en cien años por la orfebrería asturiana; la mayor innovación es el empleo de esmaltes, en los que se dibujan con trazos sencillos, cuadrúpedos, aves y peces, el conjunto de los "tria genera animalium", que aparecen en otras obras del cristianismo antiguo como representación de los seres vivientes; la técnica de los esmaltes llegaría hasta Asturias desde Francia y el Norte de Italia, primero con el encargo a los talleres de estas regiones de piezas excepcionales, como la corona adquirida en Tours por Alfonso III; y más adelante, por la contratación de artesanos extranjeros, que serían los maestros del taller formado por el monarca en el castillo de Gauzón. Otras piezas de orfebrería sirven de testimonio de la importancia representativa que se otorgaba a este arte. En el año 874, Alfonso III encargó una reproducción de la Cruz de los Angeles para la nueva basílica de Santiago de Compostela; sólo se diferenciaba del original en la sustitución del camafeo central por un disco con esmaltes, que parece una pieza extraída de otra joya. También es una reutilización la placa superior de la Caja de las Agatas de la catedral de Oviedo, encargada por el príncipe Fruela II en el año 910, ya que por su estilo se relaciona con el arte europeo del siglo anterior; en todos estos casos, como en la reutilización de entalles romanos, debían tener un peso especial las indicaciones de los propios monarcas, que encargarían la transformación o adaptación de las piezas de la colección real, en la que se incluirían objetos antiguos y exóticos, como los mencionados.

Como término final de la arquitectura áulica asturiana, debe tomarse en consideración la iglesia de San Salvador de Valdediós, dedicada por Alfonso III en el año 893, y a la que se retiró después el propio monarca, destituido por sus hijos. Es el monumento en el que se pueden observar mejor las consecuencias del arte anterior y el posible camino que hubiera seguido la arquitectura española por sus solas iniciativas. Se trata de una basílica con tribuna sobre el pórtico de los pies, naves estrechas con bóveda de cañón y tres capillas en la cabecera. En el lado sur se le adosa un pórtico bajo y alargado, cubierto con una bóveda de arcos fajones como las ramirenses; en su construcción se emplean con largueza los sillares de piedra, que también forman las esquinas y los contrafuertes del edificio, poniendo de relieve el progreso en la explotación de canteras. La ornamentación de los capiteles y la existencia de alfices en las ventanas, pueden relacionarse con influencias islámicas, pero ambos elementos eran ya conocidos en el arte asturiano anterior. En cualquier caso, ni los sistemas arquitectónicos ni las formas decorativas del arte asturiano trascendieron fuera de los límites del actual Principado, si se exceptúa a las primeras basílicas compostelanas, de las que no quedan restos apreciables. Ya por iniciativa regia, ya por impulsos monásticos o nobiliarios, se levantaron durante el siglo IX y los inicios del X otras iglesias en Asturias que toman los mismos principios artísticos en escalas más modestas.

San Pedro de Nora es una basílica con tres capillas en la cabecera, que suprime el crucero, la tribuna y las cámaras laterales de las iglesias reales, aunque en las modernas restauraciones se les suponen innecesariamente. Algo similar ocurre en el templo de Santa María de Bendones, en el que mucho de lo que hoy existe corresponde a restauraciones sobre los modelos ovetenses, pero queda sin explicar la organización de las naves interiores, que hoy se presentan como sala corrida. Ambos edificios pueden ser del siglo IX. En el año 891, dedicó Alfonso III la iglesia de la abadía de San Adriano de Tuñón, que es un mero esquema del tipo basilical asturiano, con triple cabecera y naves laterales estrechas separadas por arquerías de medio punto, pero sin ningún alarde decorativo. Ya de comienzos del siglo X debe ser la iglesia de Santiago de Gobiendes, muy reformada en el XIX, con pérdida de la capilla mayor, y en el año 921 se dedicó la iglesia de San Salvador de Priesca, sencilla imitación de las anteriores con temas ornamentales tomados de Valdediós. Algunas celosías, arquillos pareados y cruces labradas a imitación de la de la Victoria, indican que en muchos otros lugares hubo edificios del mismo estilo, a los que la investigación arqueológica añade datos complementarios, en los que sigue manifestándose que la iniciativa artística de la monarquía asturiana fue la línea matriz en los territorios cristianos de la España occidental, hasta que la expansión hacia el Valle del Duero estableció la vía de penetración a los influjos islámicos y el desarrollo de la ruta jacobea provocó la fusión con el románico europeo.

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