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Arte Español Medieval

Desarrollo


Es difícil delimitar, dentro de un panorama histórico tan complejo y poco definido, cuándo una determinada ciudad o monumento puede corresponder a lo ejecutado por los pueblos invasores y cuándo nos encontramos ante la simple continuidad de la cultura y las tradiciones cristianas de la población hispanorromana. Resulta, además, que una parte considerable de las edificaciones religiosas conocidas se encuentra en la región dominada por las tropas bizantinas hasta los comienzos del siglo VII, de forma que su estudio recae mucho más dentro del arte provincial del Imperio de Oriente, como el norteafricano, y su conexión con lo visigodo es de simple proximidad geográfica. Otra dificultad importante es la desigualdad de los testimonios disponibles. Casi todas las basílicas conocidas de los siglos V y VI se encuentran en zonas rurales, con precedentes en instalaciones rústicas romanas, que sucumbieron definitivamente en la invasión musulmana; deben atribuirse, por tanto, a la agrupación de pobladores hispanorromanos para la defensa común y ante la obligación de ceder parte de sus propiedades a los nuevos ocupantes bárbaros; precisamente, los hallazgos de las necrópolis correspondientes a estas iglesias no indican la penetración de los elementos del ajuar visigodo hasta un momento muy avanzado. Sin embargo, las ciudades importantes y las distintas capitales del reino visigodo sólo nos proporcionan piezas decorativas, por las que debe suponerse una riqueza de edificaciones mucho mayor, totalmente arrasada en los siglos siguientes.

Los recientes trabajos en sedes episcopales visigodas tan importantes como las de Mérida y Valencia permiten suponer que en pocos años el panorama podrá formarse sobre bases muy distintas de las que hoy podemos emplear. En Cataluña, donde residió la corte visigoda en el primer tercio del siglo VI, se observan pocos cambios frente a la tradición anterior. El tipo de basílica de tres naves, con ábside semicircular o de herradura y baptisterio a los pies, que parece haberse introducido ya en la basílica de San Fructuoso de Tarragona en el siglo IV, puede repetirse en la basílica de Barcelona, cuyo amplio baptisterio, rodeado de un baldaquino columnado, responde a tipos del norte de Italia y del sur de Francia, las regiones dominadas entonces por ostrogodos y visigodos. Otro baptisterio octogonal aparece agregado a la iglesia paleocristiana de Tarrasa, y el baldaquino columnado de Bobalá en Lérida, es consecuencia de los mismos influjos, frente a las piscinas alargadas o en forma de cruz que se encuentran, dentro de pequeñas habitaciones, en la mayoría de los restantes templos peninsulares. La tendencia a la forma de herradura en la planta de la capilla mayor se observa claramente en la basílica del anfiteatro de Tarragona y en la de Ampurias, lo que puede relacionarse con un aprecio local por la forma compleja de las cabeceras de las iglesias, que está de manifiesto en todos los edificios prerrománicos. En el centro de la Península, entre Mérida y Toledo, se conocen algunos templos sencillos, con una simple cabecera rectangular resaltada, como San Pedro de Mérida, o con tres capillas en la cabecera, coincidentes con las prolongaciones de las naves y dentro de la traza rectangular de toda la planta, como el de Alconétar o el de Las Tamujas; en este último se observa la reproducción, en dimensiones algo mayores, de la basílica de Bobalà-Serós, siendo ambas, por la regularidad y sencillez del trazado, exponentes del esquema elemental de la basílica cristiana.

El contacto con el cristianismo africano se manifiesta en la aparición de un buen número de templos con ábsides enfrentados. El más antiguo de ellos podría ser el de la villa de Bruñel, en Quesada (Jaén), aunque no se conocen paralelos en el norte de África en una fecha tan antigua, ya que por sus materiales arqueológicos debió edificarse en el siglo IV. De otra parte, sorprende una edificación religiosa de dimensiones muy superiores a las de las restantes conocidas en un establecimiento privado, pero su forma arquitectónica es un buen antecedente, en cualquier caso, de las iglesias posteriores. Con reservas similares, debe tomarse en cuenta una de las edificaciones de la gran villa extremeña de la Dehesa de la Cocosa, donde hay presencia de elementos cristianos, pero no se ha podido establecer el destino exacto de cada departamento. Quizás, el tipo más sencillo de basílica con ábsides enfrentados sea el de San Pedro de Alcántara, cerca de Marbella (Málaga), cuyo empleo corresponde con plena certeza al momento de ocupación bizantina, y sirve, por tanto, de factor de relación con las del norte de África; tiene tres naves dentro del cuerpo central de la edificación, un ábside semicircular que sobresale por el lado este y otro al oeste rodeado de dos habitaciones, de las que la septentrional contiene una piscina bautismal; tiene accesos por el norte y por el sur, a través de salas amplias, tan largas como la propia basílica; es difícil precisar cuál de los dos ábsides haría las funciones de Capilla Mayor, puesto que el cambio de orientación litúrgica en estos momentos permite las dos posibilidades; el hallazgo de gran número de enterramientos en todas las salas descubiertas señala que no hay aquí dependencias administrativas o domésticas, sino que el espacio eclesiástico sagrado se extiende a toda la edificación, con unas funciones litúrgicas aún mal explicadas.

La basílica de El Germo, cerca de Espiel (Córdoba), tiene naves de la misma longitud, pero mucho más estrechas, separadas por dos hileras de soportes; a los lados hay otras dos salas alargadas, la del norte rectangular y la del sur, también con ábsides semicirculares en los extremos, en la que se incluye la piscina bautismal; en todos los ambientes aparecen enterramientos, cuyas lápidas son ya visigodas, de entre los años 615 al 665, pero la construcción se fecha hacia el año 600, según su excavador, por lo que es contemporánea de la ocupación bizantina en la costa mediterránea andaluza. A unos siete kilómetros al noroeste de Mérida se encuentra la basílica de Casa Herrera, en la que el hallazgo de una lápida del año 526, hace llevar el momento de la edificación a los primeros años del siglo VI, antes del traslado de la corte visigoda de Barcelona a Toledo; es un momento en el que esta región podía disfrutar de cierta calma y de buenas relaciones con los vecinos africanos. La basílica es también de dimensiones reducidas, poco mayor que las anteriores y con los ábsides más profundos; el baptisterio está al noroeste de la capilla mayor, y parece disponer de una pequeña capilla con altar propio; el ábside oriental contiene el altar y el occidental enterramientos, lo que es un caso habitual en este tipo de edificios. Finalmente, debe incluirse con las anteriores la basílica portuguesa de Torre de Palma, aunque se tienen dudas sobre su evolución constructiva.

Pertenece a un lugar con amplias construcciones rústicas desde época romana, y ocupa un rectángulo de casi 45 metros de largo. Contiene una basílica de doble ábside, con otra más corta en la parte occidental y un baptisterio con varias habitaciones en el sur; parece que primero existió la basílica mayor, que se prolongó con otra de uso funerario y a la que se añadió el complejo bautismal en el siglo VII. Quizás perteneció a este mismo tipo de ábsides enfrentados la basílica de Alconétar, pero las excavaciones no han podido determinarlo con certeza. En cualquier caso el conjunto es suficientemente significativo para obtener algunas conclusiones. De una parte, el influjo norteafricano que se atribuye a estas basílicas, debe entenderse como un parentesco formal, en el que, además, las iglesias españolas son menores y más pobres, pero no como una sucesión cronológica. En la mayoría de las iglesias africanas de este tipo, la existencia de ábsides enfrentados no corresponde al plano original, sino a reformas del siglo VI, mientras que en España, parece que se hicieron así desde el primer momento. Por lo que se refiere a su dependencia del gobierno bizantino, puede observarse que ninguna de ellas parece fruto de un estímulo visigodo, sino que están en el ámbito de la continuidad de los establecimientos rurales hispanorromanos. Esto no obliga a que en época visigoda se renuncie a éste tipo de basílica; la existencia en época mozárabe de dos edificios tan significativos como Santiago de Peñalba y San Cebrián de Mazote, que se basan en el mismo sistema de ábsides enfrentados, indica que el modelo no fue olvidado, aunque sobre ellos habrá que hacer otras observaciones más adelante; en cualquier caso, las razones litúrgicas o funcionales de los dos ábsides debieron continuar extendiéndose.

Se suele recordar que en una inscripción de tiempos de Egica (año 691), se conmemora la construcción de dos coros en una iglesia, lo que podría interpretarse como el sistema de ubicación de dos grupos de participantes en la liturgia dialogada, que tendrían espacio adecuado en los ábsides enfrentados. Se sabe que en Oriente y en el norte de Africa se implantó el cambio en la orientación del altar mayor del oeste al este, por influencia bizantina, lo que produciría la construcción de un nuevo ábside frente al primitivo; esto se observa en algún caso norteafricano, pero los españoles parecen tener esta disposición desde el principio. Otra explicación, que tiene confirmaciones parciales, es la de que el ábside opuesto al altar se reservara como enterramiento privilegiado, o se destinara a reliquias de mártires, como es seguro en la basílica de Casa Herrera. De todos modos, la resolución de cualquiera de estos destinos con la forma arquitectónica de doble ábside, parece que produce un modelo de basílica de mayor armonía simétrica que la de puerta en el hastial, y esto es justificación suficiente para que se prolongara su empleo, con independencia de los posibles usos. Los últimos ejemplares de estas iglesias de tipo paleocristiano se dan aún en el siglo VII, en ambientes que pueden considerarse poco influidos por los distintos tipos de iglesias de crucero, preferidos por los visigodos. En Gerena se ha excavado recientemente una basílica con cabecera plana triple y baptisterio a los pies, pero que ofrece también una zona separada en el inicio de la nave central, como contraposición de la capilla mayor. La basílica construida por el obispo Pimenio en Alcalá de los Gazules (Cádiz), dentro de su programa de consagración de nuevos edificios tras la expulsión de los bizantinos, tiene una sola capilla resaltada, pero está flanqueada por salas, en una de las cuales aparece un ábside, como si se recurriera a la duplicación de espacios para cumplir con funciones litúrgicas cada vez más complejas.

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