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II Guerra Mundial

Desarrollo


Los políticos franceses no se habían inquietado excesivamente ante las noticias del rearme alemán. En julio de 1938 se aprobó la ley para la organización general en tiempo de guerra pero, hasta septiembre de 1939 no existió un Ministerio de Armamentos. Entre las izquierdas prevalecía el pacifismo y entre las derechas prosperaban movimientos profascistas y grupos como el Comité France-Allemagne, que mantenía estrecho contacto con Laval. La doctrina militar era defensiva y conservadora, confiada en la línea Maginot, una aparatosa fortificación que cubría la frontera alemana desde Suiza hasta Luxemburgo, con muros de hormigón de hasta tres metros de espesor y blindajes de 25 centímetros de acero, precedidos por líneas de obstáculos contracarro. Al norte de la línea, el macizo de las Ardenas se consideraba militarmente infranqueable, sobre todo por unidades blindadas. Bélgica se había declarado neutral en 1936 y contaba con una cadena de fuertes, el más importante de los cuales era Eben Emael. Holanda confiaba en su tradicional sistema defensivo de combinar las inundaciones, los canales y algunas fortificaciones. Los franceses confiaban en que, si los alemanes atacaban, los detendría la línea Maginot mientras, tras ella, se llevaba a cabo la movilización general. En 1934, un desconocido coronel De Gaulle había discrepado de la doctrina oficial en su libro Vers L'Armée de Metier, donde se declaraba partidario de la guerra mecanizada.

En consecuencia, había sido repudiado por el alto mando y se ganó la antipatía del mariscal Pétain, héroe de la guerra del 14, que había sido su protector. Tampoco el generalato alemán aceptaba innovaciones. Cuando Guderian aireó sus ideas sobre los blindados, sufrió fuertes ataques, aunque le apoyaron otros militares, como Rommel o Von Manstein, y sus intereses acabaron coincidiendo con los de Goering, jerarca nazi y antiguo aviador militar que aprovechó su influencia política para desarrollar la Luftwaffe. Sus nuevas teorías estratégicas, que permitían iniciar una guerra sin haber completado el rearme, despertaron el entusiasmo de Hitler. Entre tanto, los militares franceses, parapetados en la rutina y en la línea Maginot, ignoraban cuanto se tramaba en Alemania, los ensayos hechos en la guerra civil española y las experiencias de la campaña de Polonia. La mitad de sus carros de combate estaba repartida entre las unidades, destinados a servir de artillería móvil, y el resto constituía una reserva general a disposición del Alto Mando. La aviación se había rezagado tecnológicamente aunque contaba con 764 aparatos de caza y reconocimiento y 143 bombarderos, que, en mayo de 1940, recibieron el esfuerzo de 460 aviones ingleses, llegados con un cuerpo expedicionario de 10 divisiones. Los franceses estimaban que los alemanes repetirían el plan Schlieffen de 1914, invadiendo Bélgica, cuya llanura se prestaba al avance de las unidades acorazadas.

En consecuencia, situaron sus mejores unidades al norte de Francia, formando una gran reserva destinada a penetrar en Bélgica, en cuanto fuera invadida, para atajar a los alemanes. La vigilancia de las Ardenas, que no parecían ofrecer peligro, se encomendó a una fuerza poco potente. El conjunto del frente noreste estaba cubierto por 91 divisiones francesas, 10 británicas, 20 belgas, 8 holandesas y, a finales de mayo, se incorporaron otras 2 divisiones acorazadas -una británica y otra francesa- y una división ligera blindada francesa. La Wermacht no era todavía poderosa, las posibilidades de sus carros residían en la velocidad y el radio de acción y los primeros planes de su Estado Mayor coincidieron con la previsión francesa de atacar a través de Bélgica. En octubre de 1936, el general von Manstein había criticado el futuro plan de campaña y propuso no conducir el ataque principal a través de Bélgica, sino infiltrándose por los senderos boscosos de las Ardenas, a fin de sorprender a los franceses. Pero como las Ardenas se consideraban impracticables, su tesis fue rechazada. Von Manstein perseveró y, a principios de 1940, logró convencer a Hitler, aunque no al cuartel general. Cuando, algún tiempo después, un avión alemán sufrió un accidente y cayó sobre Bélgica, el plan de operaciones fue capturado por los aliados y Hitler decidió abandonarlo y aceptar la idea de Von Manstein.

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