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Vida cot fin XX

Desarrollo


El deporte de masas no sólo convoca masas en las gradas y ante el televisor. También en el estadio, en la cancha o en la piscina. La masificación y el gigantismo de los Juegos Olímpicos, que en Barcelona congregaron a 172 países, y la propia evolución del espectáculo, que lleva a las cadenas de televisión a pagar muchos millones por los derechos de retransmisión, obliga a una purga orientada de forma inevitable hacia la elite. La seguridad de los Juegos y la propia organización son inversamente proporcionales al número de atletas. En Seúl 88, por ejemplo, había 67.000 responsables de seguridad en la final de la prueba de maratón, que transcurrió por la ciudad, lo que situaba a un policía exactamente cada dos pasos. En Barcelona 92, con apenas la mitad de agentes, fue preciso reducir las plantillas de otras ciudades de España. La masificación, por tanto, suele acarrear problemas de organización. Para evitar que el sistema confunda selección con discriminación, el Comité Olímpico Internacional se propone hablar de presencia, no de participación. En Atlanta 96 se limitó la participación en los deportes individuales, como en los de equipo, donde ya hay plazas acotadas. En baloncesto o en waterpolo, por ejemplo, se acude a los Juegos después de ganarse la plaza en un exigente torneo preolímpico. En otros, como el fútbol, el COI se encuentra en una difícil tesitura. Pretendió mantener el interés permitiendo jugar a futbolistas profesionales menores de 23 años -y en Barcelona 92 lo consiguió, con 100.

000 personas en el estadio del Nou Camp en la final España-Polonia-, pero chocó con otros objetivos, como la reducción de la masificación -en Atlanta 96 hubo sólo 16 equipos de fútbol, 320 jugadores- y la solapación con torneos más prestigiosos e importantes, como el campeonato del mundo. Otra decisión fue la de invitar a dos atletas por cada país que no participe por falta de posibilidades. Es una variante de la ayuda que el COI ha ofrecido en los últimos tiempos a los países con menos posibilidades, a través del Fondo Solidaridad Olímpica. Puede haber cierta merma en la calidad de algunas pruebas con esta medida. Si los tres mejores especialistas pertenecen al mismo país, por ejemplo, evitar la participación del tercero, según esta norma, limita el espectáculo, que es hoy por hoy el objetivo último de la cita Olímpica. Pero también es cierto que algunos deportes, como el atletismo y la natación, han introducido nuevas pruebas, que requieren nuevos especialistas y aumentan el número de pruebas. En Seúl 88, por ejemplo, de los dieciséis competidores que lograron tres o más medallas, trece procedían de natación y gimnasia. En los Juegos coreanos hubo 13.784 participantes, y en Barcelona 92, más de 15.000. Si se aplicase la Carta Olímpica al pie de la letra, si todos los comités olímpicos nacionales tomaran parte con equipos completos en todos los deportes, la cifra rondaría los 79.000 participantes. Pero el COI tiene intención de limitar a 10.

000 la participación máxima. El boxeo ha recibido muchas críticas como deporte olímpico, y otras pruebas, como el pentatlon moderno, carecen de interés para el gran público y la televisión y resultan poco rentables para la publicidad. Otros deportes no hacen nada por modernizarse o hacerse atractivos y parecen condenados a la salida de los Juegos Olímpicos. El propio Juan Antonio Samaranch duda y lucha por adaptarse a los tiempos: "La esgrima, por ejemplo, incluye la máscara de gasa ante la cara y uniformes de color blanco que impiden al espectador distinguir a los participantes, incrementar su interés. Algunas pruebas de lucha libre son obsoletas, pero reparte 20 medallas de oro". El dirigente español duda que la práctica de deportes como el tiro con arco esté tan extendida como para mantenerse en el programa olímpico. Los deportes de exhibición, habitual consuelo en el medallero para el país organizador, desaparecieron en Atlanta 96, en beneficio de otros más atractivos para los patrocinadores, como el millonario golf o el rudo ciclismo profesional, donde la presencia de figuras como Miguel Induráin es una garantía de audiencia.

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