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partos

Desarrollo


Dice W. Andrae que no pocos de los paramentos exteriores del palacio parto de Assur aparecían en su día pintados con colores, como fondo de las ornamentaciones escultóricas de las fachadas. Dominaban los tonos rosas, amarillos y verdes claros. En los muros interiores, los artistas pintaron frescos aplicados sobre el obligado revoco de yeso, con temas muy distintos entre los que destacaban jinetes armados al estilo parto u hombres y mujeres en distintas actitudes. Su estilo, según el arquitecto alemán, los emparentaba con el de los frescos de Dura Europos. Las pinturas de la ciudad de Dura son bien conocidas, no tanto las del palacio de Kuh-i Khwáya, lamentablemente perdidas. Pero en unas y otras, los artistas trabajaron un poco al estilo antiguo oriental. Primero silueteaban la figura con un firme trazo en negro; luego aplicaban el color. Dice R. Ghirshman que parece como si el artista se sintiera inclinado a aceptar los modelos occidentales, pero que fuera incapaz de asimilarlos. Algunos temas de Kuh-i Hwáya parecen sacados del elemento griego, mientras que otros resultan más puramente iranios. Lo mismo cabría decir de los célebres frescos de Dura Europos, entre los que es forzoso recordar el de Conon -una pintura a témpera, por cierto- datada en el siglo I, y el Fresco de la Caza, un poco más tardío. Una imagen del típico jinete acorazado parto-sasánida, podría relacionarse con el relieve de Tang-i Sawlak. Las artes suntuarias de la época parta debieron alcanzar un muy alto nivel.

La comercialización de la seda china permitiría un fasto y un lujo en los vestidos que por fuerza debían acompañarse de otros elementos notables. No obstante, conocemos también mal este capítulo de su arte, pese a que un texto bien conocido de Filóstrato parece evocar una riqueza sorprendente. La misma que manifiestan las estatuas de Hatra. En la Tesorería Real de Nisa los arqueólogos soviéticos descubrieron casi cuarenta rhyta de gran belleza, realizados en marfil o metales preciosos y decorados profusamente con relieves, piedras engastadas o chapado de oro en el cuerpo principal, mientras el fondo se convertía en un prótomos fantástico. En ellos se manifiesta una influencia múltiple, pero el espíritu del Asia Central no queda bloqueado por el indudable helenismo de algunos temas. Los rhyta como la orfebrería -pues los partos gustaban de joyas con piedras engastadas-, pertenecen a un mundo relacionado con la nobleza, con el arte cortesano, que debió poseer calidades más altas que las llegadas a nosotros. La cerámica parta continuó el desarrollo del vidriado, mejorándolo y preparando el camino a los tratamientos similares de época sasánida. El típico verde parto lo vemos aplicado característicamente al interior de los vasos, al cuello exterior y a parte de la panza. La cerámica tenía, lógicamente, un gran papel en la vida cotidiana, pero también en la funeraria. Recuerda R. Ghirshman que cerca de las necrópolis -como en la actualidad- se instalaban maestros ceramistas especializados en la realización de esos grandes sarcófagos de cerámica vidriada -típicos de la época parta, y encontrados en casi todos los lugares importantes-, así como los recipientes del ajuar, en especial unas cantimploras muy peculiares. En Susa, los arqueólogos franceses descubrieron un alfar dedicado a tales menesteres. Desde un punto de vista estético y no estrictamente numismático, las acuñaciones monetarias del periodo arsácida presentan en sus comienzos una indudable dependencia de los modelos helenísticos. Probablemente incluso fueran griegos los maestros que iniciaran las emisiones. Pero pronto aparecieron los rasgos iranios, como la imagen de frente o el perfil afilado, además de presentar a los monarcas ya con la corona y el peinado de los arsácidas. El estilo esquemático y cortante de sus últimas monedas influiría sobre las primeras acuñaciones sasánidas.

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