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Datos principales


Rango

renovación macedónic

Desarrollo


La vuelta a la ortodoxia coincide con el inicio de una etapa de apogeo en muchos terrenos. Bizancio ya no es el gran imperio mediterráneo de la época de Justiniano, pues ha quedado notablemente reducido en sus dominios; se trata de un Estado rural con una gran ciudad, Constantinopla, que ha perdido una buena parte de su población tras la peste del año 747, pero que todavía mantiene el monopolio exclusivo del arte y de la cultura. En adelante, va a ser un Imperio griego por el origen étnico de la inmensa mayoría de su población, por su lengua y sus tradiciones, un Imperio griego unido en el culto de la fe ortodoxa. Con la llegada de Basilio I y sus sucesores, Bizancio iba a tomar la ofensiva, a reconquistar una parte de los territorios que había perdido y a extender su esfera de acción más allá de sus fronteras. En el terreno religioso, la negativa de Focio, patriarca de Constantinopla, a reconocer la supremacía de Roma, no supuso una ruptura definitiva con Occidente: el cisma definitivo no se produciría hasta la segunda mitad del siglo XI. Pero afianzó a Constantinopla como suprema autoridad espiritual de Oriente. En los asuntos temporales, las reformas en las áreas administrativa y legislativa van a ir a la par de las nuevas actividades en las ciencias aplicadas, las humanidades y las artes. Bajo Basilio I y León VI se reorganizó el código de Justiniano, se puso al día y se tradujo, adaptándose así al uso contemporáneo.

La Universidad de Constantinopla, cerrada por León III en el período anterior, se reorganizó con el objetivo fundamental de formar una administración civil y militar eficaz. Su educación se basaba en una concienzuda lectura de los clásicos griegos, los filósofos, dramaturgos, poetas, historiadores, retóricos, matemáticos, geógrafos y médicos. El programa de lectura de Focio da una idea de la amplitud y profundidad del saber bizantino, igual que sus sermones ponen de manifiesto la sofisticación del lenguaje y el pensamiento bizantinos. Los escritos de Constantino VII Porfirogéneta, no sólo ilustran el enrevesado ceremonial cortesano del siglo X, también muestran un cabal conocimiento de otros países extranjeros, especialmente del mundo eslavo, adquirido mediante hábiles informes diplomáticos. Bajo la influencia y dirección de Constantino VII, sabios de todas clases elaboraron amplias enciclopedias que resumen los conocimientos legados por el pasado; es lo que se dio en llamar segundo helenismo. Al lado de estos grandes trabajos, para los que había que encontrar y reunir un número considerable de manuscritos antiguos, contribuyeron otros, igualmente, al conocimiento y a la transmisión de las obras de la Antigüedad clásica. Desde mediados del siglo IX hasta el año 1000 se dedicaron a copiar en escritura minúscula los manuscritos en nuncial, acompañados de rigurosos estudios filológicos; la mayoría de los textos clásicos que poseemos corresponden a esta época.

Los efectos de la búsqueda y del estudio de los manuscritos antiguos -textos profanos de la Antigüedad clásica, obras religiosas de los primeros siglos cristianos y libros sagrados- se dejan sentir tanto en el terreno artístico como en el literario. Los manuscritos ilustrados de las obras científicas como la "Theriaca", de Nicandro, el "Tratado sobre las luxaciones", de Apolonio de Citium, y las "Cinegéticas", de Opiano, conservan las composiciones de los modelos antiguos. Las escenas mitológicas que adornan los manuscritos de los mitógrafos o de otras obras se difundieron, sirvieron para decorar objetos de lujo e incluso se introdujeron en las ilustraciones de escritos religiosos como las "Homilías", de Gregorio Nacianceno. La arqueta Veroli, del siglo X, con sus putti, podría haber sido hecha en época helenística. La taza de cristal rojo oscuro del tesoro de San Marcos de Venecia, probablemente de la misma fecha, responde plenamente al gusto de la época: las figuras parecen sacadas de algún vaso griego antiguo. El popular poema épico de Digenes Akrites -hacia 900- describe la decoración de una residencia aristocrática ideal. Los dos últimos cantos -de los ocho en total- cuentan el empleo del ocio del héroe junto a su esposa, en el palacio que se había hecho construir a orillas del Eufrates. Se trataba de un edificio de salas abovedadas y columnas de mármol, estancias deslumbrantes de mosaicos dorados y escenas donde se establece una comparación entre los héroes clásicos y bíblicos, cuyo relato es como sigue: "También representó las fabulosas guerras de Aquiles, la belleza de Agamenón y la desastrosa huida de Elena; a la sabia Penélope y los muertos pretendientes; la maravillosa osadía de Odiseo frente a los Cíclopes; a Belerofonte matando a la fiera Quimera; las victorias de Alejandro y el desastre de Darío; el sabio Candace en su palacio; la llegada del sabio Alejandro junto a los brahmanes y otra vez entre amazonas y sus continuas hazañas, y muchas otras maravillas y valerosos hechos de todas clases".

Aun siendo un relato imaginario, revela hasta qué punto había arraigado el ámbito clásico en la época macedónica. Claro que no todo fue beneficioso. En la literatura tuvo el efecto de impedir el desarrollo de un lenguaje literario vivo. Los hombres de letras trataron de reproducir el estilo e incluso el vocabulario y la sintaxis de los escritores de la Grecia clásica, pero con una profusión florida derivada de los oradores más que de los escritores. El resultado fue un estilo artificioso que pocos autores tuvieron talento para superar. En la música, la recuperación clásica no tuvo al parecer más efecto que el de estimular el estudio de la teoría musical como una rama de la filosofía, afín a las matemáticas, pero con escasa referencia a la composición y práctica musical. En las artes visuales los resultados fueron más prometedores. Los miniaturistas encargados de ilustrar los libros del Antiguo y Nuevo Testamento hallaron en los ejemplares de los primeros siglos cristianos las composiciones pintorescas en las que se desplegaban ricas arquitecturas y paisajes poblados de figuras alegóricas. Vuelven a hallar, también, las formas graciosas o animadas, y el modelado ligero y delicado que se aplica a reproducir con más o menos éxito. Manuscritos como el "Evangelio" del monasterio de Stavronikita en el Monte Athos, el "Rollo de Josué" de la Biblioteca Vaticana de Roma o el "Salterio" -griego 139- de la Biblioteca Nacional de París, presentan algunas de las propuestas más interesantes.

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