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Rango

Roma I

Desarrollo


Desde el lado norte se asomaba a la vista de la plaza comicial la Curia Hostilia, sede del Senado presilano, portadora del nombre de su fundador legendario, Tulio Hostilio, tercero de los reyes electos por el pueblo. En la tangente del lado opuesto, al flanco de los Rostra, se descubrió en 1899, inesperadamente, un espacio cuadrangular pavimentado de losas de mármol negro, sin duda el lapis niger in Comitio, como le llamaba Festo en su "Breviario". La excavación, realizada inmediatamente, puso al descubierto un interesante conjunto monumental de época arcaica, visitable hoy día bajando la escalerilla que a él conduce (los muchos materiales arqueológicos descubiertos y el vaciado del cipo escrito, en el Antiquario Forense, en el claustro de la vecina Santa Francesca Romana). Integran este conjunto dos basamentos de un templete (sacellum), el muñón de una columna cónica en la que tal vez una estatua se alzaba, y una ara o cipo prismático, truncado por su extremo superior y provisto de la inscripción latina más antigua de la que hay memoria. La ruptura de la estela y las melladuras de las cuatro caras portadoras de la inscripción hacen que ésta presente muchas lagunas. Los renglones discurren en sentido vertical, por lo que las letras se encuentran acostadas; se leen de arriba abajo en un renglón y de abajo arriba en el siguiente (boustróphedon, o sea, como los bueyes trazan de un extremo al otro del campo el surco del arado).

Sólo las líneas 11 y 12 corren en el mismo sentido. Su transcripción en escritura latina actual es como sigue: Lado a) oeste: QVOI HOI SAKROS; ES ED SORD Lado b) norte: OKAFHAS RECEI;IO EVAM QVOSRE Lado c) este: M;KALATO REM;HAB TOD;IOUXMEN TA;KAPIA;DOTAV Lado d) sur: M;I;TERPE M;QVOI HA VELOD;NEQV IOD IOVESTOD En la arista entre el primero y el último lado hay un renglón más, en letras más pequeñas, que dicen LOIVQVIOODQO. La forma de las letras latino-etruscas y la escritura bustrofédica garantizan la gran antigüedad del monumento, superior, y quizá mucho, al año 500. Los romanos históricos ya no entendían la escritura ni la lengua. Es posible incluso que Dionisio de Halicarnaso las creyese griegas, si se refiere a este cipo cuando escribe (II, 54): "Con los despojos dedicó (Rómulo) una cuadriga de bronce a Vulcano y allí al lado levantó su propia estatua y una estela en que enumeraba sus hazañas en una inscripción en letras griegas". Basándose seguramente en Varrón, tanto Dionisio como Festo sitúan en esta zona el centro histórico-religioso de la Roma primitiva, señalado por una tumba que unos creían de Rómulo, otros de Faústulo el pastor, otros, en fin, y entre ellos Dionisio (III, 1), del abuelo del rey Tulo Hostilio. En efecto, una de las palabras que pueden darse por absolutamente seguras es la alusiva a un rey, en dativo: RECEI (= regi), en la segunda línea del lado b) norte. Según la investigación reciente, el texto es el de un edicto que protegía el mausoleo de un alto personaje, relacionado con la fundación de la ciudad, como si fuese el heróon de una polis griega en el ágora de la misma.

El heróon de Eneas descubierto no hace mucho en Lavinio ofrece un paralelo muy cercano. El edicto amenazaba de muerte a quien lo profanase. En ese sentido interpreta la fórmula introductoria Goidanich, restableciéndola en estos términos: Quoi hon ke sloqom violased Manibos s akros esed = Quid hunc locum violaverit Manibus sacer sit (Quien este lugar violare, a los Manes sacrificado sea). En el antes citado Antiquario Forense pueden verse las ofrendas que se hacían en este lugar, como en las favisas del Capitolio: vasos en miniatura, impasto normal y buccheroide, vasitos corintizantes, entre ellos cálices de pie alto, decorados con aves acuáticas pintadas, y con ellos piezas de fecha más reciente, señal de que los actos de culto siguieron celebrándose en aquel lugar durante varios siglos. Su carácter de centro de la ciudad y del mundo está subrayado por la erección en época posterior del Umbilicus Urbis (el Ombligo de la Urbe), equivalente al omphalós de las poleis griegas, y del Miliarium aureum que señalaba el punto cero de las distancias de las principales vías del Imperio, contadas a partir de las puertas de la muralla de Roma.

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