América Central y Caribe

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Desde 1930 se produjo en América Central un espectacular aumento de los regímenes dictatoriales y autoritarios, que tendieron a reforzar el dominio oligárquico. A fines de 1931 el coronel Maximiliano Hernández Martínez dio un golpe en El Salvador que acabó con el gobierno de Arturo Araujo y mantuvo el cargo hasta 1944. En Honduras, Tiburcio Carias Andino, jefe del conservador Partido Nacional y presidente desde 1932, se mantuvo en el poder como dictador hasta 1948. En Guatemala la dictadura del general Jorge Ubico se extendió de 1931 a 1944, hasta que un golpe a cargo de oficiales jóvenes acabó con ella y planteó la democratización del país. Las elecciones fueron ganadas por Juan José Arévalo, un civil que planteó profundas reformas políticas y sociales. Al mismo tiempo se autorizó la libre sindicación de obreros y campesinos, que presionaron exitosamente por mayores salarios y por la mejora de la legislación laboral. La presencia comunista en estas organizaciones fue clave para comprender su éxito. A las elecciones presidenciales de 1950 se presentaron dos militares. Uno de ellos, el mayor Francisco Arana, murió en circunstancias confusas, recayendo las sospechas sobre el otro candidato, el coronel Jacobo Arbenz, que finalmente fue elegido. Arbenz contó con un escaso respaldo militar, por lo cual trató de encontrar mayor apoyo en el mundo rural intensificando la reforma agraria comenzada por Arévalo. La ley era bastante moderada, ya que afectaba únicamente a las tierras sin cultivar, pero en esa categoría entraba la mayoría de las posesiones de los grandes propietarios, especialmente de la United Fruit, con sus plantaciones bananeras de las tierras bajas del Caribe.

La empresa que era propietaria de varios puertos y un ferrocarril, también se vio afectada por el proyecto gubernamental de construir un gran puerto oceánico y una carretera que uniera la capital con el Atlántico. El secretario de Estado del presidente Dwight Eisenhower, John Foster Dulles, se propuso acabar con la experiencia guatemalteca, no sólo por los ataques sufridos por la United Fruit, sino también porque la presencia comunista en el país, pese a ser limitada, era un mal precedente para el continente. Más grave aún era la resistencia del gobierno guatemalteco a participar en la cruzada anticomunista impulsada por Washington. El problema creado por el gobierno de Arbenz se resolvió con un golpe preparado en Honduras por oficiales guatemaltecos, con apoyo de los Estados Unidos. El paso siguiente fue la destrucción de las organizaciones obreras y campesinas. La presidencia la iba a ocupar el coronel Carlos Castillo Armas, que se mantuvo en su puesto hasta su asesinato en 1957 y al año siguiente se eligió al general Miguel Ydígoras Fuentes. En Costa Rica, pese a las diferencias con sus vecinos, la república oligárquica se mantuvo firme. En 1936 surgió el Partido Nacional Republicano inspirado en la derecha europea, que a partir de 1940 fue ganado por las reivindicaciones reformistas y comenzó a construir el "estado del bienestar", contando con la colaboración del Partido Comunista. Desde 1943 la oposición conservadora marcó sus desacuerdos con el régimen.

En 1946, José Figueres, un ex militante conservador, fundó un nuevo partido de orientación socialdemócrata. En las elecciones de 1948 el presidente Teodoro Picado quiso imponer a su predecesor, Rafael Calderón Guardia, pero fue derrotado por Otilio Ulate, líder de la conservadora Unión Nacional, que se presentaba junto con el partido de Figueres. El Congreso rechazó el resultado y la guerra civil se hizo inevitable, enfrentándose las milicias costeñas, organizadas por los comunistas y el principal sostén del gobierno, con las fuerzas de Figueres, del Valle Central, que finalmente triunfaron. El país fue gobernado por una junta encabezada por Figueres durante un año y medio, que tomó drásticas decisiones. Disolvió el ejército, nacionalizó la banca, promovió el desarrollo agrícola y energético con un impuesto al capital e ilegalizó al Partido Comunista. Su anticomunismo salvó a la revolución, ya que los derrotados habían buscado el apoyo de Anastasio Somoza, que fue frenado por Washington, dadas las inclinaciones del nuevo gobierno. Las elecciones para la Asamblea Constituyente de abril de 1949 fueron un rotundo triunfo conservador y a fin de año Ulate fue elegido presidente por gran mayoría. El ajuste económico que impuso y la subida de los impuestos a las exportaciones fueron una fuente importante de impopularidad. Esta se amplió porque el resurgir comunista en las filas del sindicalismo fue severamente reprimido. En las elecciones de 1952 el Partido de Liberación Nacional (PLN), liderado por Figueres, obtuvo una victoria aplastante.

Se inauguraba la alternancia entre el PLN y los conservadores, uno de los elementos que garantizan el funcionamiento del sistema costarricense. Figueres retomó su programa de búsqueda del "estado de bienestar": impuesto a las rentas, proteccionismo industrial, fomento agrario, ampliación del sistema provisional. En Nicaragua, al igual que en el resto de América Central, los efectos de la crisis fueron considerables y coincidieron con la presencia norteamericana. Desde 1928 los Estados Unidos intentaban retirarse sin perder la influencia en el gobierno y en la sociedad. La resistencia armada encabezada por Augusto César Sandino, con un programa liberal y algunas reivindicaciones propias de la Revolución Mexicana, postergó la retirada hasta 1933, pese a que Sandino aún no había sido vencido. Antes de retirarse los norteamericanos crearon la Guardia Nacional. Su jefe, Anastasio Somoza, asesinó a Sandino en 1934 y tuvo libre el camino al poder, que no abandonaría hasta su muerte. El asesinato del jefe de la dinastía en 1956 sólo sirvió para que su hijo Luis se hiciera con la presidencia. El régimen intentó modernizar la economía promoviendo los cultivos tropicales exportables, como café y plátanos, a lo cual sumó el algodón. En la República Dominicana la Guardia Nacional se creó en 1924 y su jefe, Rafael Leónidas Trujillo, dio un golpe en 1930 y conquistó el poder. Su megalomanía se tradujo en un fuerte culto a la personalidad: llamó a la capital Ciudad Trujillo y dio a la segunda ciudad del país el nombre de su madre.

Su país se incorporó a la producción azucarera, de la mano de grandes compañías norteamericanas y de otras con fuertes intereses del mismo Trujillo. En Puerto Rico sentían la estrecha relación con Estados Unidos. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial se produjeron algunos cambios, como las mejoras sanitarias que permitieron el crecimiento demográfico y el fomento del azúcar. Hasta 1945 la salida para los independentistas era la insurrección, una fantasía más que una realidad. La labor de Luis Muñoz Marín, un notable miembro de las elites autonomistas, y luego un partidario del anexionismo, fue crucial para incorporar a las masas a la política. Fundó el Partido Popular Democrático, con un programa de reforma social y progreso económico y ganó las primeras elecciones de gobernador que se celebraron en 1947 (hasta entonces un cargo de designación presidencial) y convirtió a la isla en un Estado Libre Asociado, con autonomía administrativa y educativa. Esta situación tuvo efectos contradictorios. Si por un lado preservaba en mejores condiciones la herencia hispana del país y sus habitantes, por el otro estrechaba los lazos con los Estados Unidos. Las inversiones extranjeras fueron el camino para promover el desarrollo económico, pero no fueron suficientes. Ni las ayudas del gobierno federal a los grupos menos favorecidos ni la emigración al continente remediaron la situación y sólo pusieron de relieve la mayor dependencia con la metrópoli.

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